Zorionak! ¡Feliz Navidad!
Belenen jaio zinan...
Belenen jaio zinan
kurutzean hila,
Jainko apala eta
guretzat hurbila.
Zure argi barria
etorri dadila,
zure beharra dogu:
erdu gure bila!
Opari, bolandera,
zarata, algara,
ixildu une batez
barruko marmara.
Haurra ezagutzeko
begira askara,
hitz huts bat esateko
Maitasuna zara.
Profeta modernoak
ez dabe igerri,
behartsuen artean
hor zure aberri.
Mundua negarretan
ez dago aterri,
Zu bazara gurean
Gu Zorion herri!
Zorionak!
Kantaria: Agurtzane Mallona
Bideoa: Asier Astigarraga
Naciste en Belén y moriste en la cruz. Un Dios sencillo y cercano. Que venga tu luz nueva, te necesitamos: ¡Ven en nuestra busca!
Regalos, cohetes, ruidos y gritos, tenemos que silenciar un momento el rumor interior. Para reconocer al niño mirar al pesebre, para explicarlo en una sola palabra: el amor.
No han acertado los profetas modernos, tu patria está entre los pobres. No escampa este mundo de lloros. Si tu estás en nuestra casa nosotros seremos el Pueblo Feliz.
Ez gelditu kanpoan No quedarnos fuera Jose Antonio Pagola
Pastore eta aingeru bako jaiotza bati
Gabonak eta urte barria
aurten ere berton dira,
zelan ospatu zalantza asko
sartu jat bihotz erdira
pastore eta aingeru bako
Jaiotza bati begira.
Herrian jarri dabe jaiotza
benetan oso dotore,
tamalez bertan ez da ageri
inor egiten fabore:
Haur pobreari erdu laguntzen:
izango zara pastore?
Jaiotza eta gure mundua
patroi gabeko traineru,
Jauna gugana makurtu dala
kanta lurra eta zeru,
gure alde da: aintza kantatzen
izango zara aingeru?
Doinua: Imanol, Ilun ikarak
Jainkoa gurekin dago Dios está con nosotros: Jose Antonio Pagola
Hermann
Rodríguez Osorio, SJ*
Muchos
cuentos navideños circulan en estos días por los periódicos, las revistas, la
Internet y otros medios. Uno de tantos cuentos que me he encontrado se llama El
Sueño de María, y dice así: “Tuve un sueño, José... no lo pude comprender
completamente, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo. La
gente estaba haciendo preparativos con seis semanas de anticipación. Decoraban
sus casas y compraban ropa nueva. Salían de compras muchas veces y adquirían
elaborados regalos. Era muy peculiar, ya que los regalos no eran para nuestro
Hijo. Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con preciosos moños; todo
lo colocaban debajo de un árbol. Si, un árbol, José. La gente decoraba muy bien
el árbol. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había una figura
en lo alto que parecía una estrella o un ángel; todo era muy hermoso. El día
del nacimiento de Jesús, se arreglaban con la mejor ropa y se reunían a comer
deliciosos manjares. Pero comían ellos solos, no invitaban a nuestro hijo a la
cena navideña, y mucho menos a nosotros dos. Todos estaban muy contentos.
Bailaban, bebían, se reían estrepitosamente, pero parecía que habían olvidado
el motivo de la fiesta.
Toda la
gente estaba muy feliz y sonriente. Estaban emocionados por los regalos; se los
intercambiaban unos con otros, José. Sin embargo, al final no quedó ningún
regalo para nuestro hijo. Sabes, creo que ni siquiera lo conocen muy bien; me
da la impresión que lo conocen sólo de oídas, porque no mencionaron su nombre
en toda la noche, a pesar de que se reunieron para celebrar su nacimiento. ¿No
te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para celebrar el
cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen bien? Tuve la extraña sensación
de que, si nuestro hijo hubiera llegado a la celebración, lo hubieran
considerado como un intruso solamente. Nadie se acordó de él, ni de nosotros
dos. Claro que ha pasado tanto tiempo, que no me parece raro. Sentí ganas de
llorar. ¡Qué tristeza para Jesús no ser invitado a su fiesta de cumpleaños!
Estoy contenta porque sólo fue un mal sueño. ¡Qué terrible que este sueño se
hiciera realidad!”
Este cuento
puede crear en nosotros un sentimiento de culpa o invitarnos a dejar entrar a
Jesús en su fiesta de cumpleaños. Lo complicado puede ser llegar a saber dónde
y cómo reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. Cuando los ángeles
anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús, las señales para reconocerlo
fueron las siguientes: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia,
que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de
David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes
al niño envuelto en pañales y acostado en un establo”.
Con estas
señales, los pastores reconocieron al Mesías. La fragilidad y la pequeñez son
las características que permiten reconocer al Hijo de Dios que nace de nuevo
entre nosotros. Qué bueno que, en nuestras fiestas de Navidad, abriéramos un
espacio para esas personas que normalmente no visitamos; sólo tenemos que mirar
un poco alrededor y pensar en cuál es la persona más frágil, más débil de
nuestro entorno; no tenemos que ir demasiado lejos; estoy seguro que muy cerca
de nosotros encontraremos personas que podrían alegrarse con nuestra invitación
y participar de nuestras fiestas. Pidamos para que el sueño de María no se haga
realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario