Abenduko izarrak

viernes, 2 de marzo de 2012

Estoy en construcción: Dolores Aleixandre

Una saludable tarea para esta Cuaresma que empieza: imaginarnos a nosotros mismos como esos "hombres anuncio" que llevan colgado el letrero de "Compro oro". Solo que en el nuestro llevamos escrito esto otro: "Estoy en construcción. Dios no ha terminado del todo su trabajo conmigo, disculpen las molestias".


Mientras miraba espantada la imagen de ese chiquito con cara de malas pulgas que gobierna ahora Corea del Norte, pensaba: "Tan joven y tan enfadado ya con el mundo. Y encima con un dedo capaz de montar un cataclismo nuclear, empezando por sus vecinos del Sur". Claro que en esto de la vecindad, la experiencia demuestra que los peores enemigos pueden ser los más próximos, que ya lo avisa el Evangelio.

Remontándome ya a consideraciones metafísicas, pienso que todo viene de que no acabamos de tragarnos el hecho de que cada cual llega al mundo con una esquina rota, por usar la metáfora de Mario Benedetti. Y que vamos y venimos por la vida con ese defecto de construcción, tratando de ocultar el propio y aborreciendo el ajeno, disimulando los desconchados de la propia esquina con yeso y mano de pintura, mientras miramos torvamente los desperfectos ajenos.

Le oí decir una vez a Jean Vanier que todos nacemos débiles y morimos débiles, pero entre un cosa y otra, nos pasamos la vida tratando de disimular lo débiles que somos. Y ya que estamos en plan citas, me parece espléndida esta de Raïsa Maritain en su diario:
"Si debemos ser misericordiosos y compasivos respecto al prójimo, es sobre todo cuando conocemos su defecto dominante. El primer movimiento es el de actuar con toda severidad, pero al contrario, hay que emplear toda nuestra caridad: eso es una flaqueza que debemos considerar sagrada porque únicamente Dios puede tratarla y curarla. Estos grandes defectos de nuestros hermanos son como una desnudez sobre la cual no nos está permitido mirar Pero que cada cual lleve sus miserias ante la mirada de Dios, implorándole humildemente curarnos. Pues esta mirada divina puede ver toda desnudez, ya que delante de Él todo está al desnudo, Él que cura y que reviste de luz".
Una saludable tarea para esta Cuaresma que empieza: imaginarnos a nosotros mismos como esos "hombres anuncio" que llevan colgado el letrero de "Compro oro". Solo que en el nuestro llevamos escrito esto otro: "Estoy en construcción. Dios no ha terminado del todo su trabajo conmigo, disculpen las molestias". Para dar ejemplo, voy a empezar por colgarle ese cartel imaginario al zagal coreano.