El obispo Munilla
vuelve a estar en el ojo mediático a propósito de unas frases que
pronunció en Radio María, el pasado lunes, en la emisión de las 8.00 de
la mañana y que recogió, según el mismo Munilla indicó, el diario Público
y que después se expandió en los medios de comunicación y en las redes
sociales. Al día siguiente tenía Munilla una intervención en Deusto
Fórum, junto a la directora de la Fundación Alboan, María del Mar
Magallón.
Yo asistí a la sesión de Deusto Fórum y ya al inicio era
evidente, por la profusión de micros y cámaras de televisión, que lo que
dijeran Munilla y Magallón sobre los retos mayores del mundo de hoy y
las repuestas que debieran dar las diferentes universidades a tales
retos, quedarían difuminadas pues la prensa estaba focalizada en las
palabras de Munilla en Radio María y en las reacciones que habían
suscitado. Sin esas palabras, no hubiera habido tanta prensa en la sala
de Deusto, si es que hubiera venido alguna. Esta situación me sugiere
tres reflexiones. Sobre las propias palabras de Munilla, de
entrada;sobre las reacciones que suscitó, a continuación;y, sobre todo,
una reflexión que directa y públicamente quiero someter a la
consideración del propio obispo Munilla.
Las frases de Munilla
Lo que he retenido de lo que le escuché, y después he contrastado en
varios medios, sería básicamente esto: para Munilla el “feminismo
radical o de género” tiene como “víctima a la propia mujer y a la
verdadera causa femenina”. Y añadió esta frase. “Es curioso cómo el
demonio puede meter un gol desde las propias filas. El feminismo, al
haber asumido la ideología de género, se ha hecho una especie de
harakiri’’. Dijo muchas más cosas así al referirse al aborto, a la
homosexualidad relacionada con el feminismo, planteamientos en los que
difiero de Munilla. Pero no quiero centrarme ahora en esa discusión.
Las
reacciones a sus palabras no me han sorprendido. Munilla es ya un
personaje público, con una imagen social construida, de entrada, por sus
reiterados pronunciamientos de un conservadurismo religioso indudable,
que además le sitúa, porque él mismo así se sitúa, frente a muchos
planteamientos dominantes en nuestra sociedad.
Así, sin más, esto no es
ni bueno ni malo. Depende de lo que se critica, desde dónde se critica y
qué es lo que se postula. Por ejemplo, Munilla rechaza la ideología de
género, la práctica de la homosexualidad y del lesbianismo, el aborto,
el control externo a las relaciones sexuales (preservativo, píldora...),
etc. Estos planteamientos le han llevado incluso, cuando se discutía en
el Parlamento español la ley del aborto en 2014, a escribir que en el
arco parlamentario actual “no existe ningún partido de ámbito estatal
capaz de representar al voto católico”. Y añadió: “Para decirlo
claramente, un católico que aspire a ser fiel a los principios de la
Doctrina Social católica no puede votar en coherencia a los partidos
políticos de ámbito nacional presentes en el actual Congreso de
Diputados”.
Veamos ahora, telegráficamente, comentarios de algunos
políticos en activo a sus palabras en Radio María: la declaración del
obispo donostiarra es “incomprensible, desafortunada e inoportuna”;los
titulares que han aparecido hacen referencia a “conceptos y modos de
apreciar la realidad que están absolutamente fuera de lo que en este
momento piensa la mayoría de la gente del territorio de Gipuzkoa”;el
obispo de Donostia-San Sebastián “ha patinado de manera importante”;otro
político ha considerado que la declaración del obispo “es vivir en otro
mundo” y añade que “es absolutamente anacrónico, fuera de lugar”,
mostrándose convencido que las palabras de un “representante de una
Iglesia” no afectan “al común de los mortales”, a los que “les podrá
parecer mejor o peor”.
En fin, a mí, la reacción que más me ha llamado
la atención es la del político que afirma que el obispo de San Sebastián
“tiene asegurada una plaza en el infierno por alterar la convivencia y
la paz ciudadana” con sus declaraciones, y por asociar “el feminismo con
el demonio”, cuando dudo mucho que ese político crea ni en el demonio
ni en el infierno. Es una licencia literaria como creo que fue la frase
de Munilla, aunque no su pensamiento.
De colectivos feministas,
retengo estas reacciones: el obispo “tiene miedo a las mujeres y al
movimiento feminista que las ha empoderado” y añaden que sus palabras
representan “la reacción de un hombre con miedo a que las mujeres dejen
de estar subordinadas a la jerarquía eclesiástica, que pretende que
estén subyugadas al único papel de madres y cuidadoras”;estas
declaraciones “serían motivo de bromas” si no fuera por el “poder” de la
institución eclesiástica” (pero, ¿qué poder tiene Munilla si ni
siquiera sus curas le hacen caso?).
No entro aquí a valorar las
diferentes reacciones. “Bendita sea la santa libertad de los hijos de
Dios”, como se decía antaño. Solamente quiero subrayar el hecho de que
una frase (porque algunos, y así lo han reconocido, han reaccionado a
esa sola frase) pronunciada a las 8 de la mañana en Radio María haya
levantado tanto revuelo. Ciertamente, estamos ante el día de la mujer
trabajadora. Pero, para que en una sociedad como la vasca, que decimos
muy secularizada, en gran medida antieclesial y renuente ante lo
católico (algo menos ante lo cristiano), en cuya prensa es muy difícil
encontrar una noticia positiva sobre la acción de la Iglesia, se
susciten tantas y tan airadas reacciones ante una frase, ciertamente no
muy feliz (es lo menos que cabe decir), no deja de hacer pensar al
sociólogo que es uno. ¿Estará tan secularizada la sociedad vasca, como
decimos los sociólogos o más bien son los rescoldos del estado de
cristiandad que cohabitan con los embriones de la era postsecular en la
que las nuevas sacralidades se montan no sobre la sociedad secular,
laica, sino sobre el imaginario de la era de la cristiandad,
perpetuándola aún en negativo?
Y una pregunta
Pero, ahora como ciudadano y como creyente quiero dar un paso más. En
el turno de preguntas, se le formuló a Munilla una que decía algo como
esto: “¿Cómo lleva lo de ser un obispo al que rechaza gran parte de su
clero y su feligresía?”. Munilla se salió con una finta dialéctica sin
responder a la pregunta. Yo me permito reformulársela aquí con algunas
reflexiones.
Munilla tiene que ser consciente de que, más allá de
un puñado de fieles, ni los curas ni los laicos de Gipuzkoa le siguen y
aceptan como obispo. Lo que significa que no puede ejercer como tal
obispo más allá de en algunos actos puntuales y culturales en el Buen
Pastor, en la basílica de Loiola, en Arantzazu, etc., a donde se
desplazan los medios por si en la homilía les da algún titular. ¿Qué
labor pastoral puede ejercer un obispo en esas circunstancias?
Creo,
José Ignacio, qué harías un gran servicio a la Iglesia de Gipuzkoa, y a
la Iglesia católica en general, si le pidieras al Papa que te relevara
de la función episcopal. Eres obispo desde 2006, en Donostia desde 2009.
Llevas ya más de once años de obispo. En mi opinión, demasiados. En tu
caso como, en general, pienso así con todos los obispos. Vengo
defendiendo desde hace veinte años que los nombramientos episcopales
(además de hacerse de otra forma) deben ser temporales: diez años como
mucho y sin reenganche. Si además no estás en sintonía ni con tus curas…
Fíjate en el Papa Benedicto. Se dio cuenta que no podía seguir en el
timón. Como tú, aunque por otras razones, pero en todo caso con
imposibilidad de ejercer su trabajo. Él, como Papa; tú, como obispo. ¡Sé
valiente y decidido, José Ignacio! La mies es mucha y variada.
Con afecto.
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