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sábado, 19 de febrero de 2011

La Iglesia está en deuda con Aita Patxi

Dos veces se ofreció el pasionista vizcaino Aita Patxi para reemplazar a hombres que iban a ser fusilados en un campo de concentración franquista. El historiador benedictino Hilari Raguer reivindica su figura desde Montserrat. "Si hubiera sido polaco ya sería santo", subraya. Iban Gorriti en Deia.



La acción se desarrolla un lustro atrás: Hilari Raguer Suñer ve publicado a través de la editorial Claret un libro que él titula Aita Patxi, prisionero con los gudaris. Dentro de dos semanas, justo cinco años después, la comunidad de los pasionistas celebrará el centenario del nacimiento de Víctor Gondra Muruaga en la anteiglesia Líbano de Arrieta, el 5 de marzo de 1910. Con todo ello resurge la figura del religioso nacionalista vasco, el primero que puede llegar a los altares del bando contrario a Franco.


¿Cómo presentaría la figura de Aita Patxi a quien aún no la conoce?
Como un religioso pasionista humilde y piadoso, que se encontró en el ojo del huracán que fue la Guerra Civil en Euskadi. En los combates primero ; en los batallones de trabajos forzados, después; y finalmente, después de la guerra, en el ministerio de los enfermos, mostró una caridad heroica y sin distinciones. Lo he presentado lo mejor que he podido en la biografía Aita Patxi. Prisionero con los gudaris.

¿Cuál de sus cualidades destacaría?
Sin duda la caridad. Amar a todos, incluso a los enemigos, y amarlos hasta entregar la vida por ellos. Humilde y tímido, pero para hacer el bien era muy testarudo, se crecía y se enfrentaba a quien fuera. Más de uno de los que le trataron y entrevisté para su biografía me dijo: "No soy creyente, pero en el Dios de Aita Paxi sí creo".

Está en camino de ser beato y santo, pero los trámites están parados en el Vaticano. Falta un milagro que atribuirle.
Muchas voces piden que se reformen los procesos de beatificación y canonización. Hay serios interrogantes sobre la certificación de los milagros exigidos y los fenómenos psicosomáticos. Además, con el sistema actual casi solo acceden a los altares los fundadores de congregaciones religiosas, porque rezan y hacen rezar mucho, y porque, aunque sean pobres, destinan a los cuantiosos gastos del proceso todo el dinero que haga falta. Los familiares o admiradores de laicos ni rezan tanto ni disponen del dinero necesario.

En caso de llegar a los altares, Aita Patxi sería el primero del bando no franquista. Sorprende este dato.
Es evidente que las causas relativas a la guerra civil se han politizado de un modo maniqueo: en un bando todos eran santos, y en el otro no había más que la horda roja. Amaba a su patria, que entendía que estaba siendo invadida injustamente. Cuando en sucesivos interrogatorios le preguntaban si había sido cogido prisionero o se había pasado, aunque esto último le hubiera valido sin duda la libertad, respondía invariablemente con su laconismo vasco: "Cogido. ¡Pasado, nunca!" Aludía horrorizado a un correligionario suyo que se había pasado, como si hubiera cometido algo muy feo. Del modo más natural contaba la guerra distinguiendo entre "nosotros" (los vascos), "los españoles" (los militares que les atacan) y "los requetés" (unos vascos que se han unido a los españoles).

El médico Pere Tarrés, en el bando republicano, ya fue beatificado, pero usted no lo considera tal, sino "de sentimientos y convicciones franquistas".
Pere Tarrés, ciertamente de una fe y una caridad heroicas, sirvió como médico en la sanidad del ejército republicano, pero su corazón estaba con los de enfrente. Tanto que en la primera edición de su diario de guerra se suprimieron muchas expresiones franquistas suyas. Por ejemplo, ante los terribles bombardeos de Barcelona, en marzo de 1938, que Mussolini ordenó para "aterrorizar la retaguardia" -¡literal!- y de los que la Santa Sede protestó públicamente, él, médico testigo de los muchos muertos y heridos, sólo dijo que la culpa es de Negrín "que no se quiere rendir".

¿Cree que le hubiera gustado a Aita Patxi llegar a ser santo?
No. Los santos auténticos se sienten muy incómodos cuando los tratan de tales. El famoso obispo brasileño Helder Camara en una visita a Montserrat nos contó que esto les ocurría a la Madre Teresa de Calcuta y a él, y que le había dado a esta un remedio para superarlo: creerse santo sería como si el asno que montaba Jesús el Domingo de Ramos se envaneciera pensando que las aclamaciones eran para él.

No se calla en materia de Memoria Histórica. Llega a decir que "muchos obispos son neofranquistas" y que el episcopado español mantiene "la ideología franquista". ¿Teme usted o le temen?
Cuando en 1883 León XIII abrió los Archivos Secretos Vaticanos a los historiadores, dijo que "la primera ley de la historia es no osar mentir; la segunda, no tener miedo de decir la verdad".

Mantiene que si Victoriano Gondra hubiera nacido en Polonia ya seríasanto. ¿Señala a Juan Pablo II?
Una alta personalidad de la Congregación de los Santos me reconocía que Maximiliano Kolbe no era mártir, porque no lo mataron por odio a Cristo, sino aceptando su ofrecimiento de sustituir a un padre de familia. Juan Pablo II decidió que su paisano era mártir, y así le ahorró el milagro. Que en los dos casos en que Aita Patxi hizo el mismo ofrecimiento que el Padre Kolbe no se le aceptara -aunque en uno de ellos se hizo un simulacro de fusilamiento- no quita nada de la caridad perfecta con que se ofreció. Tampoco fueron ejecutados Rafael Kalinowski y Alberto Chmielowski, que participaron en la rebelión polaca contra Rusia de 1863. Los papas de entonces exigían a los católicos irlandeses y polacos someterse, por razón de conciencia, a la reina anglicana y al zar ortodoxo, pero Juan Pablo II los beatificó en 1983 elogiando "su amor heroico a la Patria", que calificó de caridad teologal. Si vale para polacos vale también para vascos.

Tacharon a Aita Patxi de antiespañol, por utilizar el término "español"; sin embargo se ofreció para ser fusilado en dos ocasiones por dos hombres que no eran vascos. Este hecho desmonta cualquier interpretación al respecto...
Ya he dicho que amaba a su patria, pero practicó el difícil mandato de Jesús: "Amad a vuestros enemigos". Alguna autoridad eclesiástica ha hablado últimamente de "nacionalismo exacerbado", pero ciertamente el de Aita Patxi no lo era.

Le gusta decir que el arma de Aita Patxi fue el corazón y un breviario. ¿Cuánto más se conozca su figura más devotos tendrá?
Cuando un capellán de requetés, pistola en mano, hizo prisionero a Aita Patxi y le intimó a entregar sus armas, él le mostró su única arma: el breviario. Tiene muchos devotos, pero muchos más tendría, en Euskadi y fuera, si su vida fuera conocida como merece. Más que canonizaciones, entre los que vivieron la Guerra Civil se deberían proclamar modelos de vida cristiana a los que, con milagros o sin ellos, trataron de evitarla, y cuando estalló se esforzaron por aliviar sus males. Pienso en un cardenal, Vidal i Barraquer, un Irujo, o un Carrasco Formiguera. La Iglesia está en deuda con ellos.

¿Qué conclusión máxima sacó tras ver publicado su libro "Aita Patxi, prisionero con los gudaris"?
Que el fenómeno Aita Patxi sería imposible si Dios no existiera.

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