Santiago Agrelo, franciscano y arzobispo emérito de Tánger, ha vuelto a alzar la voz ante la masacre de Melilla (o de Nador) que se ha cobrado la vida de decenas de personas migrantes. En este entrevista concedida a noticiasobreras.es recuerda que estamos llamados convertirnos en evangelio y acogida para las personas migrantes.
¿Qué contexto hay que tener en cuenta para entender cómo ha sido posible esta tragedia?
¿Lo ocurrido es lo que tenía que ocurrir, lo que las autoridades habían previsto que ocurriera, lo que habían decidido que ocurriera. Si así no fuese, no se hubiera golpeado a los heridos cuando ya estaban indefensos, no se hubiera amontonado con los cadáveres a los emigrantes heridos y a los maniatados. No se habría hecho nada de lo que se hizo. Daban por supuesto no iba a pasar nada más que lo que ellos dijesen que había pasado.
El 29 de septiembre de 2005, cinco inmigrantes subsaharianos fueron abatidos a balazos en la frontera de Ceuta. Nadie fue responsable de aquellas muertes.
El 6 de febrero de 2014, quince emigrantes subsaharianos murieron ahogados antes de alcanzar la playa de El Tarajal, en Ceuta. Las fuerzas de orden, con los medios a su disposición, les impidieron llegar a la playa. Nadie fue responsable de aquellas muertes.
Ahora, si no se les hubiese ido de las manos la información, ni siquiera sabríamos qué había pasado.
El contexto de esta tragedia es la ley del silencio, no ya sobre los crímenes de los Estados, sino sobre todo el silencio impuesto sobre la vida de los emigrantes, sobre los innumerables muertos de los caminos de la inmigración clandestina, sobre la vejación, humillación, esclavización a que son sometidos los que no mueren.
“Los Estados no podrían matar de ninguna manera, si la desinformación no hubiera hecho de los emigrantes una amenaza para nuestra seguridad”
Los Estados no podrían matar impunemente, no podrían matar de ninguna manera, si la desinformación no hubiera hecho de los emigrantes una amenaza para nuestra seguridad. Y en esa tarea de desinformación hemos colaborado todos: políticos, medios de comunicación, incluidos los eclesiásticos.
¿Qué mensaje se esconde detrás de la militarización de la frontera?
No lo sé. Es algo tan absurdo lo que llevamos viendo en las fronteras en los últimos 15 años, que no consigo intuir siquiera qué es lo que se pretende con ese derroche de dinero y de vidas humanas.
Siempre se ha dicho que el objetivo era impermeabilizar la frontera.
Pero ese decir es una aberración: porque está demostrado que la frontera no se puede impermeabilizar; porque la pretensión de impermeabilizarla obliga a los emigrantes a asumir un riesgo mayor de perder la vida; porque ignora la situación real de los emigrantes; porque despilfarra miles de millones de euro en hacer daño; porque obliga a las fuerzas del orden a asumir el riesgo de matar inocentes -–no quiero pensar que estén tan insensibilizados que no les importe, porque entonces tendríamos un problema mayor–.
“Está demostrado que la frontera no se puede impermeabilizar, obliga a los emigrantes a asumir mayores riesgos y a las fuerzas del orden a asumir el riego de matar inocentes”
¿Cómo valora la reacción de la sociedad española?
¿Qué reacción? No existe esa reacción social. Solo se puede hablar de grupos previamente sensibilizados sobre esta materia. La sociedad habrá olvidado esto más allá de una semana.
No, no digan que yo la juzgo mal: es que el poder ha encontrado el modo, tiene los recursos, para acallar las conciencias. Falta ética política, falta pasión por la verdad, falta complicidad con las víctimas, en esta sociedad agradecemos que nos mientan y nos dejen tranquilos. Y los muertos seguirán muertos, de los heridos nunca más volveremos a saber, y los que han sobrevivido a la masacre de Nador puede que estén llorando por no haber muerto.
¿Qué cabe espera de la investigación de lo ocurrido?
¿Y quién la va a hacer? ¿Los Gobiernos?
¿Cómo valora la respuesta dela Iglesia?
Los obispos no tenemos que hacer análisis de la situación –-perdón por todo lo que yo he dicho hasta aquí, entrando a analizar lo que no es de mi incumbencia–, y poniendo sobre la mesa lo que no dejan de ser mis opiniones personales sobre una situación.
La Conferencia Episcopal Española no puede hacer eso. Así que, dejando a los Gobiernos la responsabilidad que les incumbe, a nosotros nos toca –-hablo por mí, pero no me desagradaría encontrarme en numerosa compañía– constituirnos en evangelio para los emigrantes, en referencia para la acogida, en nombre de salvación para quienes necesitan ayuda.
“La Iglesia no está para disuadir a los emigrantes de la realización de sus sueños; como tampoco está para secundar la acción de los Estados contra los emigrantes”
La Iglesia no está para disuadir a los emigrantes de la realización de sus sueños; como tampoco está para secundar la acción de los Estados contra los emigrantes. Sueño con un documento en el que se inste a todas las instituciones eclesiásticas a acoger a los emigrantes como a Jesús mismo.
¿Qué es lo que no deberíamos olvidar de lo que ha pasado?
Yo no puedo olvidar que en las fronteras los pobres sufren, y sufren y sufren y mueren.
Yo no puedo olvidar que esos sufrimientos y esas muertes son evitables.
Yo no puedo olvidar que esos sufrimientos y esas muertes, aunque sean otros lo que los causan, los causan siempre en mi nombre.
Como cristiano, ya me gustaría que no fuésemos capaces de comulgar con Cristo Jesús sin tomar conciencia de que estamos comulgando su cuerpo pobre en todo el mundo.
Que ningún pobre queda fuera de nuestra compasión.
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