Abenduko izarrak

domingo, 10 de diciembre de 2017

Caravana por la paz: Joxe Arregi

Ha sido una peregrinación o un viacrucis, o un adviento, de 24 días. Una caravana de familias y de amigos de presos de ETA ha recorrido Francia, pasando por las 20 cárceles en las que fueron dispersados y cumplen condena lejos de los suyos, denunciando la injusticia de tales medidas, reclamando su abolición. Me uno a su causa.


Es una iniciativa puesta en marcha por el movimiento Artesanos de la paz, facilitador del desarme de ETA que tuvo lugar el 8 de abril de 2017, día de Pascua. Ayer, sábado 9 de diciembre, la caravana se unió en París a una multitud de artesanos de paz llegados de muchos lugares, y juntos exigieron el acercamiento de los presos y el respeto de sus derechos. Sus voces hicieron coro con los ángeles de la Navidad, que no entienden de confesiones religiosas ni de ideologías políticas: “Paz en la tierra a los hombres y mujeres de buen corazón”.

Su causa es justa, como han reconocido todos los parlamentarios y senadores y más de 1.000 cargos elegidos del País Vasco francés, de todos los partidos y sensibilidades políticas. Una gran lección para este lado de los Pirineos. No habrá paz mientras no se respeten todos los derechos, también los de los presos. La justicia y la paz deben estar muy por encima de la sed de venganza y de las consignas de partido.

El alejamiento de los presos es una medida injusta. Es un castigo añadido para ellos y sus familias. Un castigo que ni siquiera cabe en la Constitución española, aunque nadie se alarma porque se infrinja en este punto como en tantos otros, según interese o no. Sería injusto aun cuando fuera legal. No creo en el castigo, la expiación y la venganza. Ni creo en la cárcel, que solo debiera servir para disuadir y rehabilitar, pero salta a la vista que no cumple ni una ni otra función.

En 1989, cuando se instauró en España el alejamiento de los presos, muchos lo justificaron como medida eficaz en la lucha contra el terrorismo, aunque a esos mismos les hemos oído decir a menudo que el fin no justifica los medios. ¿Será, por tanto, que en este caso sí, un fin bueno (lucha antiterrorista) justificaría un medio malo (la dispersión y el alejamiento de los presos)? Diré de paso que el principio de que el fin no justifica los medios me parece falaz o cuando menos mal formulada. Si fuera verdad, no se debería someter a ningún paciente a un tratamiento doloroso, ni condenar a un delincuente al permanente sufrimiento que es la cárcel. En realidad, es justamente el fin el que justifica muchos medios malos, no cualquier medio, claro está. Depende de qué fines y de qué medios. Para que un “medio malo” sea legítimo, debe ser proporcionado y eficaz en relación con el beneficio que se quiere obtener. Pues bien, pienso que la dispersión y el alejamiento de los presos no son éticamente aceptables, por ser unas penas desproporcionadas para el bien pretendido y por ser además medidas ineficaces. Serían un sufrimiento injusto y además inútil.

Es necesario que terminemos con esta lógica, que demos un salto adelante decisivo en la humanidad y en la legislación. Es necesario que todos reconozcamos el sufrimiento injusto de todas las víctimas, de cada una en particular, como si no hubiera otra y como si fuera “de los nuestros”. Todo el que sufre es de los nuestros.
Me sumo, pues, a la caravana por la paz. No es la única caravana de la paz, pero es necesaria. Y harán falta muchas, muchas más, abiertas a todos, donde todas las armas se callen, donde cada uno se haga cargo del sufrimiento del otro, sin mirar sus siglas.

En la liturgia cristiana es tiempo de adviento, tiempo de esperanza. Pero esperanza no es aguardar. Es abrir en el desierto un camino a la paz día tras día, a pesar de todo. Es hacer posible que se reúna cada vez más gente en una o en muchas, diversas, caravanas por la paz, y animarnos unos a otros diciendo como Isaías: “Venid, subamos al monte de Dios, al templo de la reconciliación. Caminemos a la luz del Señor”, a la luz de nuestro ser. Es realizar humildemente el sueño del profeta: “Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podaderas. No se alzará nación contra nación, ni se prepararán para la guerra”. Desarmemos el corazón, las palabras y las leyes. Caminemos. Sumémonos a alguna caravana por la paz. Allanemos los caminos. El adviento continúa.

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