María Isabel Egiluz (en Igorre Maribel) lleva cuarenta años de su vida en la República Democrática del Congo como misionera, trabajando como enfermera y como acompañante de la mujer congoleña en su proceso de empoderamiento social y eclesial.
Con motivo del Día Mundial de los Pobres, y aprovechando su visita familiar, antes de regresar a Kinshasa, se ha reunido con chavales de catequesis de la parroquia de Igorre y con el grupo de mujeres que, año tras año, organizan la Tómbola Solidaria, cuyo beneficio se reparte entre el Congo y el Perú, donde reside otra religiosa igorreztarra, Juanita Agirre.
Con los más jóvenes de la parroquia se ha reunido para contarles la vida una niña en Kinshasa, su modo de estudiar, su comida, sus necesidades… Se han escandalizado al saber que allí no tienen dinero para chuches y los juguetes los hacen modelando barro y arcilla. ¡Qué vida tan distinta! Maribel les ha cantado el Padre Nuestro en la lengua local, les ha agradecido su apoyo en las labores de solidaridad. Los niños no se han cansado de preguntar y han prometido asistir a la Tómbola Solidaria que se abrirá el día Santa Lucia, 13 de diciembre en Igorre.
Posteriormente se ha reunido con el grupo de mujeres que organizan dicha tómbola año tras año. Con las manualidades que van cosiendo en su taller de “puntadas de solidaridad” y los productos donados por comercios y particulares, esta tómbola es ya un clásico en la navidad solidaria arratiana.
Aquí le diálogo ha sido más profundo. El fruto de la tómbola, ha explicado Maribel, se destina al centro Bienheureuse Maria de la Passion, donde acogen a niñas de la calle, huérfanas y refugiadas de la guerra sin familia.
Unas treinta niñas, desde bebés de meses hasta los dieciocho años reciben cariño, comida, ropa, educación… La ayuda arratiana es importante pues el estado no ayuda en este proceso. El objetivo es la inserción familiar, llegar a que una familia las acoja o adopte como hijas.
“El Congo, un país muy rico con demasiada gente pobre” explica Maribel sigue desangrándose por la guerra en la frontera este, azotado por la pandemia del ébola y por el hambre y la injusticia social.
Allí lleva cuarenta años Maribel, y allí regresa tras un merecido descanso.
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