Espiritu Santua Mendekoste Jaia

domingo, 28 de junio de 2015

Laudato si: Joxe Arregi

Primavera de 1225 en Asís. Francisco tiene 44 años, todo el cuerpo doliente, los ojos casi ciegos. Su sueño de fraternidad pobre e itinerante ha fracasado. Presiente la muerte próxima. Pero ahí, en su extremo desaliento, dice sí, se diluye su última pizca de amargura, se siente libre de todo y hermano de todos. Y desde el fondo de su ser, le brota la alabanza en el dialecto romance de su bella Umbría: Laudato si, alabado seas. Y con esas palabras a modo de estribillo compone el Cántico del Hermano Sol. Muere cantando, como la alondra en el cielo de Asís, escribe Joxe Arregi.

Texto completo de la encíclica aquí.




Laudato si es el título de la primera encíclica del papa Francisco, sorprendentemente profética. Evangelio luminoso para hoy en paradigma ecológico. Reconoce al Poverello de Asís como modelo, y apostaría que las líneas maestras y las mejores páginas, numerosas, son hechura… del hermano Leonardo Boff, un hijo de San Francisco al que Juan Pablo II hizo callar. El Espíritu no calla ni deja de soplar.

El Espíritu nos abre los ojos para que viendo veamos. ¿Qué vemos? El panorama es desolador. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos. La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería, mientras se desperdicia un tercio de los alimentos que se producen. Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida. Y estas predicciones catastróficas ya no pueden ser miradas con desprecio e ironía. (Estas frases, al igual que las que siguen, las tomo de la Encíclica, en otro orden y sin comillas).

¿Cuáles son las causas profundas de ese panorama desolador? Es la globalización del paradigma tecnocrático: la tecnología al servicio de los más poderosos y ricos. Es la especulación financiera. Son los intereses económicos de las corporaciones transnacionales. Es el uso intensivo de los combustibles fósiles, petróleo y gas. Es la depredación de los recursos por una visión inmediatista de la economía. Es el sometimiento de la política a las finanzas. Es la idea de un crecimiento ilimitado. La consecuencia, hela ahí: el clamor de la tierra y el clamor de los pobres, un único clamor. ¿Podemos hacer algo? Podemos y debemos buscar un nuevo comienzo. Necesitamos una ecología integral. (Y aquí apunto mi única crítica al escrito papal: ¿es coherente con dicha ecología integral seguir considerando, como hace, al ser humano centro y corona de toda la creación, e ignorar el gravísimo problema de la superpoblación humana? Me parecen dos serias lagunas de esta por lo demás espléndida encíclica). Necesitamos una nueva política que piense con visión amplia, y no se deje someter por los poderes financieros. Una economía que subordine la propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra. Un modelo de producción que reemplace la utilización de combustibles fósiles y asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, pues la tierra que recibimos pertenece también a los que vendrán. Un crecimiento sostenible para todos, que exige decrecimiento para algunos.

Necesitamos un nuevo estilo de vida más sobria, capaz de gozar con poco. Una ética ecológica fundada en el reconocimiento de que todas las criaturas están conectadas, y cada una debe ser valorada con afecto y admiración.

Todos los seres nos necesitamos unos a otros, los seres humanos y también los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Necesitamos una espiritualidad que descubra la mística en una hoja, en un camino, en el rocío, en el rostro del pobre, que mire el suelo, el agua, las montañas como caricia de Dios (o de la Vida o del Misterio que Es).

¿Será todo esto algo más que palabras, sueños y buenos deseos? De nosotros depende. Haz como Francisco de Asís. Basta un hombre bueno para que haya esperanza, dice el papa Francisco. La injusticia no es invencible. El amor mueve el sol y las estrellas. El amor puede más. Que nuestras luchas y preocupaciones por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza. Caminemos cantando.

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