Luigi
Accattoli
Il Regno, blog, 23
mayo 2016
www.luigiaccattoli.it
Si el “mal
es contagioso, también lo es el bien”: es un lema del papa Bergoglio, (Ángelus del
15 de febrero, 2015), con el que titulo mi segunda aportación sobre “el
contagio” de Francisco. Publiqué, el pasado mes de noviembre, las preguntas y
las respuestas que hice a los vecinos y a los comerciantes del barrio Monti (Roma)
en el que vivo. Y las que me hice a mí mismo y a quienes visitan mi blog. Desde
entonces, creo haber alcanzado una preocupante conclusión: hay mucho entusiasmo
verbal, pero pocos hechos.
En esta
segunda aportación evalúo el “contagio” de Francisco en los obispos y en los sacerdotes.
Parto de los obispos: en este colectivo el entusiasmo por sus palabras es
menor, muy bajo. Espero que, por una especie de ley de la compensación, lo sean
mucho más los hechos. Tengo que averiguarlo. Para ello, centraré mi atención,
primeramente, en los hechos y luego, en un momento posterior, volveré sobre la hipótesis
que preside estas líneas.
Vivo una semana en cada parroquia
En los
viajes que realizo impartiendo conferencias, he podido escuchar agradecimientos
y elogios de muchos cristianos de a pie por el papa Francisco. Y también, las
reservas de algunos curas. Sin embargo, creo que los obispos que “cuestionan”
este pontificado son proporcionalmente muchos más que los sacerdotes. Como es
evidente, no faltan quienes están entusiasmados y proceden en conformidad con
dicho entusiasmo. En todo caso, me interesan más los obispos que prestan
atención a los hechos y no tanto a las palabras y a los discursos. El papa
argentino ¿ejerce realmente alguna influencia sobre nuestros obispos? En
caso afirmativo, ¿cuál es el sentido de la misma?
Me llama
mucho la atención el caso de Domenico Sigalini, obispo de Palestrina, por las
decisiones que ha tomado en lo que se refiere a la vivienda: “Desde hace un par
de años ya no vivo en el palacio episcopal, sino en diferentes casas que me facilitan
los curas o los feligreses. En los últimos 19 meses he vivido en 18 pueblos,
las dos terceras partes de la diócesis, habitando en cada uno de ellos durante
un mes. Quería conocer la geografía y la población, pulsar las diferentes situaciones.
Ahora, que estoy haciendo la visita pastoral, procedo de la misma manera: permanezco,
en cada una de las 40 parroquias, durante una semana. Siempre celebro o
concelebro allí e imparto una breve homilía cada mañana. Así, puedo conocer a
las personas, escucharlas, hablar con ellas con el corazón en la mano; sin
cortapisas de ninguna clase. Procediendo de esta manera, creo haber encontrado
un modo de presencia cercana a las personas. A quienes me compadecen, les digo
que para vivir basta con una habitación. La realidad es que todos son generosos
hospedándome y me tratan muy bien”.
No
faltará quien diga: el obispo Sigalini lo tiene fácil. Palestrina es una
diócesis pequeña. Es cierto: se trata de una diócesis suburbicaria, es decir,
localizada en suburbios de la urbe, con apenas 114.000 habitantes.
Pero
también he encontrado una relación semejante con la feligresía en el obispo de
una gran diócesis: Franco Giulio Brambilla, de Novara: 564.000 habitantes en un
territorio amplísimo. Brambilla, una vez finalizado el Sínodo diocesano, ha puesto
en marcha una visita pastoral “residencial” que prevé una permanencia suya
durante dos meses -60 días distribuidos en tres etapas- en cada una de las ocho
vicarías o arciprestazgos, de modo que pueda encontrarse con los responsables pastorales,
con todos los sacerdotes y laicos que lo quieran y con todos los animadores de
las unidades pastorales. “Una elección, me dice Franco Giulio, que busca
conocer directamente, ‘in loco’, cada una de las personas y cada situación en
su singularidad”. Conozco desde hace mucho tiempo tanto a Sigalini como a Brambilla
y en ellos veo a obispos que, según el papa Francisco, “huelen a oveja”, tengan
pocas o muchas.
Semejante
a la de Sigalini, en lo que concierne a la vivienda y a la celebración matinal,
es la decisión tomada por el nuevo arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi: se
hospeda en una residencia sacerdotal, en la calle Barberia -donde tiene un
pequeño apartamento, en el mismo piso en el que viven tres obispos auxiliares
eméritos- y celebra todas las mañanas, con homilía incluida, en el altar del
Sacramento en la Catedral.
La vivienda y la misa con homilía
Para
relevar a Zuppi, en el sector Centro de Roma, ha sido llamado don Gianrico Ruzza,
párroco de San Roberto Bellarmino, la iglesia romana de la que fue titular el
cardenal Bergoglio: está buscando un alojamiento que lo mantenga en contacto
con la gente y estudia cómo poder ser obispo auxiliar en el mundo de los
jóvenes. Quedamos a la espera de lo que decida. El sector Centro es también el
mío y me considero un buen amigo de Zuppi y ya lo soy de Ruzza quien, por
cierto, me llamó una vez para hablar en San Roberto sobre el papa Francisco y me
ha consultado acerca de cómo ha de ser la pastoral de juventud. Siguiendo las iniciativas
papales, don Ruzza ya había puesto en marcha en su antigua parroquia un
servicio de duchas y un comedor para los “sin techo”.
En lo
referente a vivienda y misa diaria, es muy semejante a la elección de Zuppi, la
del nuevo arzobispo de Trento, Lauro Tisis, antes, vicario general de dicha
archidiócesis: “Seguiré viviendo donde he residido hasta el presente”, dijo
el día en que se dio a conocer su nombramiento, es decir, en la residencia del
clero. Don Tisis también ha decidido conservar su utilitario, rechazando un
coche mejor; y cada mañana celebra misa -con homilía- a los universitarios, en
la capilla de la curia arzobispal.
En lo
que toca a la vivienda, también hay que traer a colación al obispo de
Cesena-Sarsina, Douglas Regattieri, comprometido en la remodelación de su
residencia para convertirla en una “casa familia” de la Comunidad papa Juan XXIII.
Y lo está haciendo con explícita referencia a las invitaciones de Francisco a compartirla
con los pobres y a estar siempre accesible, es decir, siempre disponible para
recibir y encontrarse con quien lo busque.
El modo
y el lugar en el que se reside y la homilía matutina son los ejes vertebradores
de esta mini-investigación. Estoy abierto a recoger otras indicaciones de
quienes quieran ayudarme al respecto. Pido a quien me lea que me eche una mano
para ampliar el campo de observación, indicándome qué obispos se encuentran, de
hecho, en la longitud de onda propuesta por el sucesor de Pedro.
No quiero el título de “excelencia”
Me
interesan, obviamente, también otros aspectos del “contagio”. Hasta aquí me he referido
a obispos con los que he hablado y de quienes puedo confirmar las declaraciones
que han hecho y que acabo de transcribir. Pero he tenido la oportunidad de leer
otras muchas señales del “contagio bergogliano” entre nuestros obispos, a las
que me refiero seguidamente, y que, leídas en los periódicos, o recogidas en Internet,
o de oídas, son, sencillamente, falsas.
Tal
sería el caso del cardenal Francesco Montenegro de Agrigento quien
viajando con una vespa hablaría con migrantes empleando el mismo lenguaje
evangélico del papa. La verdad es que esto era algo que ya hacía mucho antes de
que llegara el papa Francisco, y es muy probable que haya sido nombrado
cardenal por esta cercanía, de palabra y de hechos. Y fue decisión suya que le acompañara
un grupo de pobres el día de su investidura.
Otro
tanto hay que decir del cardenal Edoardo Menichelli, a quien conozco personalmente:
ha seguido usando el mismo coche que antes de ser nombrado cardenal y lo sigue
conduciendo el mismo. Desde siempre don Edoardo ha hablado del
acompañamiento a las familias heridas con la misma delicadeza con la que lo
ha urgido el papa venido del fin del mundo.
El nuevo
obispo de Padua, Claudio Cipolla, él sólo, con su pequeño coche, recorre la
amplísima diócesis que preside para encontrarse con cada uno de los 774 curas,
además de los religiosos y laicos que quieren hablar con él.
El
reciente arzobispo de Modena, Erio Castellucci, vive en la curia
arzobispal con una familia de migrantes albaneses y rechaza cualquier clase de título.
“No quiero, si es posible, ser tratado como ‘excelencia’. Prefiero ser llamado
por mi nombre”, dijo en la homilía de entrada en la diócesis.
Sería interesante
saber cómo va este asunto del abandono de los títulos, ya intentada hace mucho
por el cardenal Pellegrino, una vez finalizado el Concilio, y a la que están más
dispuestos los obispos de América latina que los nuestros. El cardenal
Bergoglio, en Buenos Aires, era para todos el “padre Jorge”. Aquí sólo los
amigos de antes siguen llamando por su nombre a quien es ordenado obispo,
aunque el electo prefiera que lo hagan todos.
Vende el Opel Astra y construye un
dormitorio
También
me gustaría saber cómo les va, en la vida ordinaria, a los nuevos obispos ordenados
los últimos meses y a quien, por ejemplo, ha elegido un báculo de madera (Roberto
Carboni, franciscano conventual misionero en Cuba y ahora prelado de
Ales-Terralba); o a quien ha anunciado que quisiera seguir viviendo en una comunidad
de curas y no aislado en el palacio episcopal (Renato Marangoni, cura paduano, nombrado
obispo de Belluno); o a quien ha vendido el automóvil Opel Astra que le regalaron
cuando hizo su entrada en la diócesis, destinando el dinero recaudado a construir
un dormitorio para los sin hogar (Luigi Renna obispo de Cerignola-Ascoli
Satriano). El regalo fue objeto de encendidas polémicas e, igualmente, la
decisión de venderlo. Conclusión: un
obispo no tiene que hacer caso a las polémicas en estas decisiones personales.
¿Qué ha
sido de la propuesta de “compartir” el sueldo, formulada hace dos años por el
cardenal Gualtiero Bassetti a los trabajadores de la curia de Perugia, “para
que, quién lo tiene, esté dispuesto, por razones éticas y de caridad, a recibir
menos en estos momentos de dificultades económicas?” ¿En qué ha acabado la
aportación voluntaria del clero de toda Italia para crear un fondo que
facilitara la ocupación juvenil, propuesta de la que habló el arzobispo
Giancarlo Bregantini?
A nada que te muevas, te tiran piedras
No soy
pesimista sobre el “contagio” que tienen nuestros obispos por las palabras y por
el ejemplo del papa. Tengo en cuenta las dificultades para asumirlo, que quizás
sean mayores en entornos pequeños. Y, también, en los no tan pequeños. A
nada que te muevas, te tiran piedras: “quieres estar en el candelero”; “estás
dejando en mal lugar a tu predecesor”, “estás buscando ser cardenal por la vía
rápida”.
Basten
estas palabras del cardenal Betori sobre la dificultad de seguir al papa en su cercanía
con las ovejas, cuando lo tuvo hospedado en Florencia el pasado noviembre: “He
estado tras él todo el día y me ha admirado su dedicación a todos, a los niños,
a los ancianos, a los pobres, a los enfermos, a los presos. La gente no se
cansa de querer a un hombre de estas características, pero nosotros, los pastores,
tenemos un problema: el listón del ejemplo a seguir se ha puesto muy alto”.
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