Mari Jose Arana parrokia arduradun ibili zan Arratian. Hona bere adierazpenak DEIA egunkarian.
¿Podrán las mujeres en un futuro próximo ser ordenadas diáconas o
diaconisas? se pregunta la teóloga María José Arana. Ella es
moderadamente optimista. Tiene motivos para ello por la respuesta que el
Papa Francisco ofreció el pasado mes de agosto a las 900 religiosas de
la Unión Internacional de las Superioras Generales que fueron recibidas
por el pontífice en el Vaticano. ¿Por qué marginar del diaconado a la
mujer, que ya ejerció esa función en la Iglesia de los primeros siglos?
le cuestionaron. “Las mujeres diaconisas son una posibilidad para hoy”,
respondió Bergoglio.
La promesa más inmediata es que el Papa ya ha nombrado una
comisión paritaria que debe estudiar el papel de la mujer en la Iglesia
romana. “Creo sinceramente que Francisco está más sensibilizado que los
papas anteriores; cuando dice que va a hacer una cosa la realiza. Desde
el inicio del pontificado ha ido evolucionando para bien”, apunta la
teóloga.
de justicia
Partidaria de
que la mujer y el varón tengan la misma igualdad en la Iglesia en
tiempos en los que se está proclamando en todos los ámbitos de la vida,
le entristece que la jerarquía de la Iglesia no sea consciente de lo que
se está perdiendo al infravalorar un capital de altísimo rendimiento.
“Tenemos que trabajar para que la igualdad civil que poco a poco se está
logrando en la sociedad llegue también al seno de la Iglesia; no es una
petición descabellada; es una demanda de justicia social”, recalca.
Gran cantidad de jóvenes han abandonado la Iglesia en silencio y
no hace falta más que echar una ojeada en cualquier iglesia y parroquia
los domingos o festivos para ver la edad de la feligresía. “Parece un
geriátrico y los jóvenes que acuden son católicos recalcitrantes
próximos a opciones extremistas. Y la cúpula eclesial sin enterarse o
van pasando hasta que sea demasiado tarde”, dice con dolor Amaia,
profesora de Filosofía desde hace más de 30 años en un instituto
guipuzcoano y con vocación sacerdotal, pero sin posibilidad de ejercerla
como sus compañeros varones. “Con las mujeres puede suceder lo mismo
que con la juventud; muchas han dejado la Iglesia sin que las altas
jerarquías les ofrezca una salida a sus aspiraciones sacerdotales o
ministeriales”, dice ilusionada y también escéptica ante la comisión
anunciada por el Papa Francisco. “Son muchos años esperando ocupar el
puesto que nos merecemos en la Iglesia, porque nosotras también
queremos, sabemos y podemos servir como Dios manda”, dice sonriente.
En la práctica, muchos domingos en una pequeña iglesia del
interior de Gipuzkoa, Amaia ya ejerce como diaconisa. Porque el diácono
es en general un hombre soltero o casado, habilitado por la jerarquía
para presidir algunas celebraciones. Viene a ser una especie de
sacerdocio de tercer grado. “Está capacitado para impartir los
sacramentos del bautismo, el matrimonio, pero no le está permitido
confesar ni tampoco impartir la extremaunción, y, por supuesto, no puede
ejercer la principal función que tienen encomendados los eclesiásticos
ordenados: la consagración en eucarística”, explica.
Para María José Arana, la feligresía está concienciada sobre la
necesidad de abrir la Iglesia a las mujeres en igualdad de condiciones;
“actualmente ya son las que están a pie de obra sosteniendo gran parte
del servicio religioso. De distintas encuestas hechas hace ya años se
desprendía que el 70%% de los católicos en Europa y en el Estado
estarían dispuestos a recibir mujeres sacerdotes. “A día de hoy el
porcentaje ha crecido, sería superior al 80%. A la mayoría de la gente
le da igual el tema, el resto estaría a favor y luego un 10% que mete
ruido en contra de la posibilidad de que las mujeres puedan ser diáconas
o ser ordenadas sacerdotisas”, dice Arana, a la que le cuesta entender
esa resistencia tan militante.
en la iglesia antigua
Porque
la existencia de las diaconisas está más que probada; quedan huellas de
algunas ordenaciones diaconales de mujeres, de sus símbolos y
funciones, así como del paso que se fue dando hacia mujeres de otras
instituciones como abadesas, las seroras, algunas de formas de beatas,
etc. “Ahora bien, siendo el pasado de trascendental importancia, y hay
que profundizar en ello, sin embargo, la Iglesia tendría que plantearse
estos asuntos desde una perspectiva que, arrancando del pasado,
interpreta el presente mirando hacia el futuro”, opina Arana. “Es decir,
la comprensión dinámica y evolutiva del Evangelio, la Tradición y la
Historia, cuya relectura y aplicación ha de hacerse en cada tiempo y
contexto. Es básica en esta cuestión”.
Suelen decir que cuando se nombra una comisión es mala cosa, “que
se hace para que todo siga igual, pero creo que en esta ocasión
funcionará. Me parece bien que sea paritaria -compuesta por seis hombres
y seis mujeres- aunque tengo que reconocer que me hubiera gustado que
estuviese coordinada por una mujer; todo no ha podido ser. Los
componentes provienen de entornos distintos; son profesores de
universidades en activo y eso es muy importante. También son bastantes
favorables a establecer el diaconado en la Iglesia; son gente sensible
al tema”, apunta la teóloga.
¿Qué potestad tendrá? “No lo sé. Es verdad que Pablo VI consultó
con la Comisión Bíblica y le dijeron que no había ninguna dificultad
para la ordenación, que no encontraban ningún obstáculo según la Biblia,
pero el Papa se lo saltó por el arco de triunfo: lo escuchó y no lo
hizo”. En esta ocasión María José y Amaia creen que si la iniciativa de
la Comisión ha surgido del propio Francisco “tendrá oídos para oír, para
atender lo que digan los expertos porque de otro modo no hubiera
nombrado una comisión; su propia creación ya es un acto revolucionario
de Bergoglio que en su entorno tiene también que solventar muchas
dificultades para sacar adelante sus iniciativas consideradas por muchos
obispos como excesivamente progresistas”, sostienen.
DIACONADO, EL PRIMER PASO
En
el Estado hay 23.071 parroquias, de las que por lo menos 5.000 no
cuentan con un sacerdote residente estable. Las mujeres por mayoría, son
las que están rescatando la Iglesia católica. Por eso muchas, como
Amaia, lo tienen meridianamente claro. “El diaconado femenino, como dice
el Papa, es el primer paso, pero no el último ni mucho menos; poco a
poco hay que caminar hacia adelante, porque no nos podemos conformar
solo con ser diáconas”, apunta.
¿Por qué la Iglesia católica, en estos momentos, es la única
institución del mundo occidental que niega rotundamente el acceso de las
mujeres a lugares de mayor reconocimiento y responsabilidad? “Es una
pregunta que se responde por si sola”, sentencia la teóloga. “Por otro
lado -continúa explicando- al hablar de diaconado se insiste en lo que
pueden hacer o no hacer las mujeres. Y realmente no creo que sea
cuestión de darles más o menos trabajos. El tema clave radica en el
reconocimiento; y si a los varones se les reconoce mediante la
ordenación diaconal ¿por qué no a ellas?, subraya contundente Arana.
“PORQUE FALTAN CURAS”
En
los años 80 ella misma fue nombrada “párroco” por el Obispo de la época
en una pequeña parroquia rural de Euskadi. “¡Fue porque faltaban
curas!”, exclama sonriente. Además, aunque sus funciones eran bastante
limitadas, no obstante, estaba autorizada para bautizar, predicar,
presidir celebraciones sin sacerdote, elaborar los permisos a los
sacerdotes para que administraran el sacramento del matrimonio y otras
funciones tanto catequéticas como pastorales. A pesar de todo, a Arana
nunca le consagraron diácona.
Como fue la
primera mujer en ejercer estas funciones de varones su caso tuvo mucha
repercusión en los entornos eclesiásticos. “En este momento de la
historia y de la sociología, apuntan María José y Amaia, si la Iglesia
católica quiere tener un mínimo de credibilidad debe de ordenar a las
mujeres sacerdotes; tiene que reconocer realmente la igualdad de hombres
y mujeres en la Iglesia y eso pasa, por supuesto, por la ordenación.
“Esto es fundamental en una Iglesia que defiende los derechos humanos,
que quiere seguir el Evangelio y la propuesta de Jesús”, señalan al
unísono.
Con la creación de la comisión creen que el Papa ha abierto una
puerta cerrada a cal y canto. Tras ella se inicia un camino dirigido a
la atención pastoral y a valorar como ministerio lo que solo se
consideran tareas a menudo infravaloradas “porque las hacen las
mujeres”, añade Amaia.
La Iglesia actual
necesita más que nunca de “los trabajos” de las mujeres, -y de hecho
dice María José- se las ingenia para recibir sus aportaciones pero sin
contraprestación alguna.
sentido vocacional
Se
refiere también al sentido espiritual y vocacional de estas tareas
eclesiales. “¿Alguien se ha preocupado de profundizar en este aspecto
tan fundamental en la vida de una mujer cristiana?”, se preguntan.
Porque son muchas las mujeres que sienten la llamada de Dios. “Nadie se
ha preocupado por preguntarles y profundizar con ellas el sentido de esa
invitación interior. Y esta es una seria responsabilidad”.
Si hay varones con vocación diaconal ¿qué ocurre con la vocación
de las mujeres? “El protagonismo y la jurisdicción sobre la Iglesia la
tienen los varones; todo lo llevan ellos. Por eso es necesario que haya
mujeres, al margen de que seamos mayoría en la institución. Es
importante que la Iglesia sea dirigida también por mujeres, porque en
ocasiones el varón no entiende bien los problemas de las mujeres y
precisamos que las mujeres ayuden y acompañen a las mujeres de hoy, que
vivan sus problemas; eso es vital. Tenemos una moral sexual y unas
orientaciones que se nota que están hechas por varones. Eso hay que
cambiarlo”. Porque creen en este cambio en la Iglesia Católica como
imprescindible es por lo que muchas mujeres católicas como María José y
Amaia, piden y esperan que el sacerdocio femenino sea pronto una
realidad.
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