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lunes, 26 de septiembre de 2016

El 80% de los católicos apoyarían el sacerdocio de las mujeres: Mari Jose Arana

Mari Jose Arana parrokia arduradun ibili zan Arratian. Hona bere adierazpenak DEIA egunkarian.


¿Podrán las mujeres en un futuro próximo ser ordenadas diáconas o diaconisas? se pregunta la teóloga María José Arana. Ella es moderadamente optimista. Tiene motivos para ello por la respuesta que el Papa Francisco ofreció el pasado mes de agosto a las 900 religiosas de la Unión Internacional de las Superioras Generales que fueron recibidas por el pontífice en el Vaticano. ¿Por qué marginar del diaconado a la mujer, que ya ejerció esa función en la Iglesia de los primeros siglos? le cuestionaron. “Las mujeres diaconisas son una posibilidad para hoy”, respondió Bergoglio. 

La promesa más inmediata es que el Papa ya ha nombrado una comisión paritaria que debe estudiar el papel de la mujer en la Iglesia romana. “Creo sinceramente que Francisco está más sensibilizado que los papas anteriores; cuando dice que va a hacer una cosa la realiza. Desde el inicio del pontificado ha ido evolucionando para bien”, apunta la teóloga. 

de justicia  

Partidaria de que la mujer y el varón tengan la misma igualdad en la Iglesia en tiempos en los que se está proclamando en todos los ámbitos de la vida, le entristece que la jerarquía de la Iglesia no sea consciente de lo que se está perdiendo al infravalorar un capital de altísimo rendimiento. “Tenemos que trabajar para que la igualdad civil que poco a poco se está logrando en la sociedad llegue también al seno de la Iglesia; no es una petición descabellada; es una demanda de justicia social”, recalca. 

Gran cantidad de jóvenes han abandonado la Iglesia en silencio y no hace falta más que echar una ojeada en cualquier iglesia y parroquia los domingos o festivos para ver la edad de la feligresía. “Parece un geriátrico y los jóvenes que acuden son católicos recalcitrantes próximos a opciones extremistas. Y la cúpula eclesial sin enterarse o van pasando hasta que sea demasiado tarde”, dice con dolor Amaia, profesora de Filosofía desde hace más de 30 años en un instituto guipuzcoano y con vocación sacerdotal, pero sin posibilidad de ejercerla como sus compañeros varones. “Con las mujeres puede suceder lo mismo que con la juventud; muchas han dejado la Iglesia sin que las altas jerarquías les ofrezca una salida a sus aspiraciones sacerdotales o ministeriales”, dice ilusionada y también escéptica ante la comisión anunciada por el Papa Francisco. “Son muchos años esperando ocupar el puesto que nos merecemos en la Iglesia, porque nosotras también queremos, sabemos y podemos servir como Dios manda”, dice sonriente. 

En la práctica, muchos domingos en una pequeña iglesia del interior de Gipuzkoa, Amaia ya ejerce como diaconisa. Porque el diácono es en general un hombre soltero o casado, habilitado por la jerarquía para presidir algunas celebraciones. Viene a ser una especie de sacerdocio de tercer grado. “Está capacitado para impartir los sacramentos del bautismo, el matrimonio, pero no le está permitido confesar ni tampoco impartir la extremaunción, y, por supuesto, no puede ejercer la principal función que tienen encomendados los eclesiásticos ordenados: la consagración en eucarística”, explica. 

Para María José Arana, la feligresía está concienciada sobre la necesidad de abrir la Iglesia a las mujeres en igualdad de condiciones; “actualmente ya son las que están a pie de obra sosteniendo gran parte del servicio religioso. De distintas encuestas hechas hace ya años se desprendía que el 70%% de los católicos en Europa y en el Estado estarían dispuestos a recibir mujeres sacerdotes. “A día de hoy el porcentaje ha crecido, sería superior al 80%. A la mayoría de la gente le da igual el tema, el resto estaría a favor y luego un 10% que mete ruido en contra de la posibilidad de que las mujeres puedan ser diáconas o ser ordenadas sacerdotisas”, dice Arana, a la que le cuesta entender esa resistencia tan militante. 

en la iglesia antigua  

Porque la existencia de las diaconisas está más que probada; quedan huellas de algunas ordenaciones diaconales de mujeres, de sus símbolos y funciones, así como del paso que se fue dando hacia mujeres de otras instituciones como abadesas, las seroras, algunas de formas de beatas, etc. “Ahora bien, siendo el pasado de trascendental importancia, y hay que profundizar en ello, sin embargo, la Iglesia tendría que plantearse estos asuntos desde una perspectiva que, arrancando del pasado, interpreta el presente mirando hacia el futuro”, opina Arana. “Es decir, la comprensión dinámica y evolutiva del Evangelio, la Tradición y la Historia, cuya relectura y aplicación ha de hacerse en cada tiempo y contexto. Es básica en esta cuestión”. 

Suelen decir que cuando se nombra una comisión es mala cosa, “que se hace para que todo siga igual, pero creo que en esta ocasión funcionará. Me parece bien que sea paritaria -compuesta por seis hombres y seis mujeres- aunque tengo que reconocer que me hubiera gustado que estuviese coordinada por una mujer; todo no ha podido ser. Los componentes provienen de entornos distintos; son profesores de universidades en activo y eso es muy importante. También son bastantes favorables a establecer el diaconado en la Iglesia; son gente sensible al tema”, apunta la teóloga. 

¿Qué potestad tendrá? “No lo sé. Es verdad que Pablo VI consultó con la Comisión Bíblica y le dijeron que no había ninguna dificultad para la ordenación, que no encontraban ningún obstáculo según la Biblia, pero el Papa se lo saltó por el arco de triunfo: lo escuchó y no lo hizo”. En esta ocasión María José y Amaia creen que si la iniciativa de la Comisión ha surgido del propio Francisco “tendrá oídos para oír, para atender lo que digan los expertos porque de otro modo no hubiera nombrado una comisión; su propia creación ya es un acto revolucionario de Bergoglio que en su entorno tiene también que solventar muchas dificultades para sacar adelante sus iniciativas consideradas por muchos obispos como excesivamente progresistas”, sostienen. 

DIACONADO, EL PRIMER PASO  

En el Estado hay 23.071 parroquias, de las que por lo menos 5.000 no cuentan con un sacerdote residente estable. Las mujeres por mayoría, son las que están rescatando la Iglesia católica. Por eso muchas, como Amaia, lo tienen meridianamente claro. “El diaconado femenino, como dice el Papa, es el primer paso, pero no el último ni mucho menos; poco a poco hay que caminar hacia adelante, porque no nos podemos conformar solo con ser diáconas”, apunta. 

¿Por qué la Iglesia católica, en estos momentos, es la única institución del mundo occidental que niega rotundamente el acceso de las mujeres a lugares de mayor reconocimiento y responsabilidad? “Es una pregunta que se responde por si sola”, sentencia la teóloga. “Por otro lado -continúa explicando- al hablar de diaconado se insiste en lo que pueden hacer o no hacer las mujeres. Y realmente no creo que sea cuestión de darles más o menos trabajos. El tema clave radica en el reconocimiento; y si a los varones se les reconoce mediante la ordenación diaconal ¿por qué no a ellas?, subraya contundente Arana. 

“PORQUE FALTAN CURAS”  

En los años 80 ella misma fue nombrada “párroco” por el Obispo de la época en una pequeña parroquia rural de Euskadi. “¡Fue porque faltaban curas!”, exclama sonriente. Además, aunque sus funciones eran bastante limitadas, no obstante, estaba autorizada para bautizar, predicar, presidir celebraciones sin sacerdote, elaborar los permisos a los sacerdotes para que administraran el sacramento del matrimonio y otras funciones tanto catequéticas como pastorales. A pesar de todo, a Arana nunca le consagraron diácona. 

Como fue la primera mujer en ejercer estas funciones de varones su caso tuvo mucha repercusión en los entornos eclesiásticos. “En este momento de la historia y de la sociología, apuntan María José y Amaia, si la Iglesia católica quiere tener un mínimo de credibilidad debe de ordenar a las mujeres sacerdotes; tiene que reconocer realmente la igualdad de hombres y mujeres en la Iglesia y eso pasa, por supuesto, por la ordenación. “Esto es fundamental en una Iglesia que defiende los derechos humanos, que quiere seguir el Evangelio y la propuesta de Jesús”, señalan al unísono. 

Con la creación de la comisión creen que el Papa ha abierto una puerta cerrada a cal y canto. Tras ella se inicia un camino dirigido a la atención pastoral y a valorar como ministerio lo que solo se consideran tareas a menudo infravaloradas “porque las hacen las mujeres”, añade Amaia. 

La Iglesia actual necesita más que nunca de “los trabajos” de las mujeres, -y de hecho dice María José- se las ingenia para recibir sus aportaciones pero sin contraprestación alguna. 

sentido vocacional  

Se refiere también al sentido espiritual y vocacional de estas tareas eclesiales. “¿Alguien se ha preocupado de profundizar en este aspecto tan fundamental en la vida de una mujer cristiana?”, se preguntan. Porque son muchas las mujeres que sienten la llamada de Dios. “Nadie se ha preocupado por preguntarles y profundizar con ellas el sentido de esa invitación interior. Y esta es una seria responsabilidad”. 

Si hay varones con vocación diaconal ¿qué ocurre con la vocación de las mujeres? “El protagonismo y la jurisdicción sobre la Iglesia la tienen los varones; todo lo llevan ellos. Por eso es necesario que haya mujeres, al margen de que seamos mayoría en la institución. Es importante que la Iglesia sea dirigida también por mujeres, porque en ocasiones el varón no entiende bien los problemas de las mujeres y precisamos que las mujeres ayuden y acompañen a las mujeres de hoy, que vivan sus problemas; eso es vital. Tenemos una moral sexual y unas orientaciones que se nota que están hechas por varones. Eso hay que cambiarlo”. Porque creen en este cambio en la Iglesia Católica como imprescindible es por lo que muchas mujeres católicas como María José y Amaia, piden y esperan que el sacerdocio femenino sea pronto una realidad.

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