Gorbeian. Argazkia: Segundo |
Algo más adelante, me adentré en el
bosque y vi los rayos de sol que desgarraban la oscuridad. Corrí hacia
la luz para que me inundara pero nada más llegar una nube cruzó el cielo
y apagó la luz que yo quería abrazar. Tampoco esto puede ser la
felicidad, dije para mis adentros.
Oi el murmullo de un riachuelo. Allí,
en un banco de la orilla, vi un violonchelo metido en su estuche. Traté
de arrancarle una bella melodía pero el cello sólo lanzó un sonido
parecido a un sollozo. Tampoco esto puede ser la felicidad, pensé.
Cansado de vivir, aburrido de la
rutina de cada día, regresé a casa con las manos vacías. Al día
siguiente me eché otra vez al camino. Tan pronto como di mis primeros
pasos vi a una niña llorando a la vera del camino. Cogí una roja amapola
con la blanca margarita y un lirio azul y se las regalé para que se
consolara.
Un poco más lejos vi a un anciano que
tiritaba de frío a la entrada del bosque…..Cogí los rayos de sol en mis
manos y se los di al anciano para que entrara en calor. Por fin,
sentado junto al arroyo, vi a un chico joven que cantaba, cogí el cello y
empecé a tocarlo para acompañar su canción. La sonrisa de la niña, el
calor del anciano y la melodía del joven fueron para mí perfume, paz y
alegría en brazos de una felicidad redescubierta”
Patxi Ezkiaga
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