Pasan como de puntillas por lo de que la reforma de las pensiones será antes del 28 de enero, o sea, que los currantes tendrán que trabajar más para cobrar menos y que, si Dios no lo remedia, el paro seguirá aumentando. Uno suspira. Y luego llega lo de los 426 euros que van a dejar de cobrar los parados de larga duración. Dicen que a cambio colocarán a 1.500 orientadores que les dirán a los parados lo que tienen que hacer para conseguir unos puestos de trabajo que no existen de momento. Y a continuación, dicen que según los estudios den Banco de España (que es algo así como la bicha para los pobres), dos de cada cinco parados pertenecen a familias en la que ninguno de sus miembros tiene ingresos. O sea que unos tres o cuatro millones de personas (fundamentalmente emigrantes), los parados y las que dependan de ellos, se verán reducidos a la más cruda miseria. La voz de los locutores sigue tan neutra como antes.
Miro la prensa en Internet. La noticia apenas si tiene eco en los titulares.Y uno se pregunta ¿en qué infierno estoy viviendo? ¿Qué mundo es éste, que país es éste, en el que mandar tres o cuatro millones de gente a la miseria y al hambre no le inmuta a nadie?
¿Los obispos, preocupadísimos como están por lo de los condones, no tienen nada que decir? ¿Los filósofos que acostumbran a darnos lecciones de ética, dónde se han escondido? Los literatos, los artistas, los científicos, los prohombres y las promujeres de este país, ¿se han evaporado? ¿Los políticos de los grandes partidos, salvo escasas y honradas excepciones, porqué callan como muertos? Solo los sindicatos y algunos políticos parecen estar afectados por la barbarie. En un país que es de las primeras potencias económicas del mundo y, por lo tanto, abundante en recursos y capacidad económica, ¿cómo hemos llegado a esta falta de sensibilidad?
Una sociedad sin compasión como esta es una vergüenza para la humanidad y solo se merece desaparecer. No puedo estar más triste.
Juan García Caselles
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