Abenduko izarrak

miércoles, 2 de agosto de 2017

Penitencia por San Ignacio

Foto: Maika Salguero


Cientos de vizcaínos cumplen con la tradicional subida al Gorbea, a pesar de la lluvia y la niebla, escribe OLATZ HERNÁNDEZ , en El Correo Español.
  

«Va a estar mal para subir». Vestidos con chubasquero y botas, los montañeros confirmaban los peores augurios: la niebla no dejaba ver a diez metros de distancia. Pero los mendizales no se dejaron intimidar: «Aunque haga mal tiempo, llegaremos hasta la cruz», aseguraba rotunda Aurelia Valdelvira. Ni la niebla, ni la lluvia pudieron frenar el tradicional ascenso al Gorbea por San Ignacio, que cada 31 de julio atrae a cientos de vizcaínos, especialmente del valle de Arratia.

Aurelia y su cuadrilla de Areatza llevan más de dos décadas subiendo para celebrar la festividad. No se conforman con llegar a la ermita: suben hasta la cruz, allí toman un hamaiketako y bajan para la horade comer. Este año, como viene siendo habitual, el servicio de transporte `Gorbeibus' salvaba el trecho de hora y media hasta Pagomakurre Desde allí, los montañeros enfilan la primera de las muchas cuestas hasta la cima.

Mojados, pero sonrientes por haber logrado su objetivo, descendían Adoitz e Iker. «Hemos subido a las siete y media». Otros, como José y Mari Carmen apuraban el paso camino a Eguiriñao. «No queremos perdernos la misa». Entre la niebla era difícil distinguir la ruta. Había que seguir el paso de algún montañero veterano. A más de uno lo salvó la inesperada aparición de Eugenio, natural de Zeanuri y con muchas subidas al Gorbea a sus espaldas. «Nací aquí al lado», confiesa.

A las doce en punto las campanas llamaban a la oración. «Con subir hasta aquí ya habéis hecho penitencia», reconocía José Mari Kortazar, el cura. La conocida como la 'catedral del Gorbea' lleva desde 1929 acogiendo esta celebración. «Antes se daba misa aquí todos los domingos y festivos (de verano)», recuerda el párroco.

«Está muy peligroso»

El alcalde de Zeanuri, Eusebio Larrazabal, también rememora con nostalgia las celebraciones de hace algunos años: «Había una romería y la fiesta duraba todo el día. Tocaban txistularis y la gente bajaba a la zona de Orozko a bailar 'agarraos'».

Karmele Ormaetxea llevaba cinco años sin subir. «Solía venir con mi marido, ahora vengo con la cuadrilla». Ella y sus amigas iban preparadas para cualquier inclemencia del tiempo, menos para la niebla. «Es una pena que no podamos llegar a la cruz, pero está muy peligroso», se lamentaba Mari Ángeles García. Para ella es algo muy especial la subida el día de San Ignacio. «No es solo la misa, es el monte, la naturaleza...», explicaba. Para reponer fuerzas, se repartió el tradicional “barrauskarri”, un almuerzo de vino y galletas. Un poco más animados por la bebida, los montañeros bajaban las laderas cantando. Incluso se oyó algún irrintzi.



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