Irene Savio
La lucha del feminismo católico para lograr más igualdad entre hombres y mujeres en la Iglesia suscita desde hace ya años feroces posicionamientos de los líderes del sector conservador eclesial. Nunca antes ese choque había sido tan evidente. Y nunca antes la posibilidad concreta de cambios estructurales dentro de la institución había estado tan al alcance. El principal dato que ilustra este fenómeno es que el párrafo más divisivo del documento final del Sínodo de octubre fue el que afirma que "no hay motivos que impidan a las mujeres asumir roles de liderazgo" en la institución. De los 350 participantes, 97 no respaldaron esa idea.
Una viñeta firmada por el dibujante Agustín De la Torre también ilustraba recientemente el actual estado de este choque. En ella, se ve a un sacerdote encorvado que carga en los hombros un montón de reliquias y libros antiguos y dice: "No podemos dejar atrás la tradición y la historia...". "Pues es la única manera de no hundirnos", le responde una mujer. Cristina Inogés, teóloga aragonesa, abunda en este enfoque: "Necesitamos un cambio de mentalidad también porque la crisis de los abusos sexuales nos ha quitado prácticamente toda credibilidad y relevancia social".
Conflicto generacional
A Inogés, sin embargo, también le parece un conflicto generacional. "¿Quién frena? Quien piensa que podemos seguir viviendo en pleno siglo XXI con una teología del siglo XVI […]. Son dos modelos de Iglesia que es muy difícil que lleguen a ponerse de acuerdo, también porque hay personas de 80 o 85 años que han vivido y se han formado de otra manera", precisa. María Luisa Berzosa, religiosa de la congregación Hijas de Jesús, comparte esta visión. "Son varias las causas de la invisibilidad femenina en la Iglesia. Hay una tradición fuertemente clerical, de mucho tiempo atrás que no es capaz de ver el cambio de la sociedad y de la mujer en ella", afirma Berzosa.
Pese a que el feminismo católico de hoy es en realidad muy diverso –algunas creen que el cambio pasa por la ordenación de mujeres o que se les permita ser diaconisas, otras no–, un sentir compartido es, en cualquier caso, que la Iglesia del papa Francisco les está dando una oportunidad para obtener mayor reconocimiento. El principal obstáculo, dice la monja nicaragüense Xiskya Valladares, son aún hoy "ciertos sectores muy conservadores que tienen esa mentalidad machista y clericalista. Entre ellos hay obispos, sacerdotes y también laicos".
Pero "no veo motivos para el desánimo [de las mujeres], al contrario. No olvidemos que existen dos grupos de estudio encargados por el Papa que continúan estudiando cómo dar más reconocimiento y participación a la mujer en la vida de la Iglesia [entre ellos, uno que está analizando la cuestión de las diaconisas]", añade Valladares, muy conocida en redes sociales. Según la suiza Helena Jeppesen, delegada en el último Sínodo, la revolución ya está en marcha. "Las teólogas o catequistas ya tienen permitido dirigir parroquias y pueden recibir la autorización del obispo para bautizar, predicar y asistir en bodas", afirma Jeppesen.
La disminución de las vocaciones de sacerdotes en Occidente y el consecuente envejecimiento del clero son motores que dan alas a esa rebelión femenina. Aunque la situación no es la misma en todos los continentes donde la Iglesia católica tiene presencia. En África y Asia, por ejemplo, la oposición a ese cambio es mayor. Esa es la razón por la que algunos analistas creen que la Iglesia de Francisco se mueve despacio para evitar el recrudecimiento del choque. O, peor, que algunos se vayan.
"Sin duda las diferencias también se deben a un componente geográfico y cultural", observa la teóloga italiana Marinella Perroni, que insiste en que la petición de las mujeres de acceder a las estructuras del poder eclesiástico ya "procede de más frentes".
Resistentes del ala dura
Que el cambio está en marcha puede verse en los agresivos tonos del ala dura de los conservadores. "Las mujeres no pueden ser llamadas a este oficio […] El sacerdote representa a Cristo en su masculinidad", decía en junio el cardenal alemán Gerhard Müller al portal 'Kath'. "Estoy profundamente convencido de que la Iglesia no puede ni debe cambiar esto, porque debe preservar el misterio de la mujer de manera íntegra", coincidía el cardenal austriaco Christoph Schönbon. "Ningún Sínodo se puede inventar un sacerdocio femenino", afirmaba el año pasado el cardenal guineano Robert Sarah, uno de los principales opositores ideológicos a Francisco y representante de África.
Una señal de quién va ganando la pugna llegará pronto, no solo del resultado del trabajo de las comisiones que siguen estudiando las peticiones de las mujeres, sino también de "cómo las iglesias locales implementarán lo que ya dice el documento final del Sínodo", apunta Jeppesen. "El clericalismo necesita una profunda reforma en seminarios y parroquias para que pueda darse entrada no solamente a las mujeres, si no también a laicos y laicas", concluye Berzosa.
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