Famili Meza Bermeon

sábado, 1 de noviembre de 2025

Orain zuen bideetatik...

 


Bidea da bizitza. Nora doa gure bizitza? Badauka helmugarik gure bideak? Jainkoa ete dago gure bidearen amaieran? Ala helburu barik gabiz?


 

Behar bada guk gehiago dakigu, baina ez gara gure zaharrak bezain jakitun edo jakintsuak. Internet, liburu asko irakurri, herri asko bisitatu… Gauza gehiago ezagutzen dogu. Baina eurek jakintsuak ziran, sinisten eben. Sinistea ez da sentimentu hutsa edo buruz ikasten dana. Sinistea da jakitea non eraikitzen dogun gure bizitza eta zoriona. Edo norengan, kristauak. Sinistea da jakitea nogan jartzen dogun gure konfiantza. Sinistea da jakitea nora doan gure bizitzaren bidea, zein dauka iparra eta indarra. Sinistea da jakitea zergaitik arriskatzen dogun eta konprometitzen dogun gure bizitza. Gauza asko larregi jakin geinke, eta ez izan jakintsu.

Bidean gabiz, bizitzan gabiz, eta sarritan ez dakigu nora goazen be. Eta disimilatu egiten dogu gure jakintza eza. Lete agnostikoak ez, bere ez jakitea argi itxi eban, bere jakintasun sakona holan agertuz:

Ez zaidazu galdetu
            Gauza ilun guztien

Arrazoi gordea

Nora ote dihoa

Denbora aldakorrak daraman bidea.

Gure zaharrek, ondo ezagutzen dabez bideak mendian eta bizitzaren bidea. Ebanjelioaren berba hareek gogoan izan daiguzan: “Ni naz bidea, egia eta bizia”. 

Gu hor goaz. Bidean. Jesusen ametsa gauzatu arte, hauxe da dogun barri ona: Jainko Aitak maite gaituala, Jesusengan ezagutu dogula, Espiritu Santua bizitza iturri dala.

Eta Lete berriro gogoratuz, azken Lete, fededuna, Valverdek kantatzen dauena:

Orain zuen bideetatik doa gure bizitza zuentzat gure negarra maitasunezko hitza, ez zagoze guztiz urrun, gugan zuen egoitza, zuengan gure_iragana oroitza eta otoitza. Xabier Lete, egokitua


La conmemoración de los difuntos quiere ser la culminación de la fiesta de Todos los Santos. Es una oración universal para que nuestros seres queridos, incorporados a Cristo por el bautismo, alcancen la plena comunión con el Señor resucitado. Sin embargo, el recuerdo no atraviesa nuestra vida sin dolor y nos enfrenta al vacío que deja la ausencia de las personas amadas: padres, cónyuges, hijos, hermanos, amigos. La memoria de los difuntos está velada por las lágrimas: el llanto forma parte de nuestra existencia. Incluso Jesús, frente a la tumba de Lázaro, lloró porque amaba a su amigo (Jn 11,33-35: es otro de los Evangelios del domingo).

Escribía Dietrich Bonhoeffer: «No hay nada que pueda sustituir la ausencia de una persona querida. Es falso decir que Dios llena el vacío. No lo llena en absoluto, sino que lo mantiene abierto, ayudándonos así a conservar nuestra antigua comunión mutua, aunque sea en el dolor». Y el dolor nos enfrenta a la realidad de la muerte, de toda muerte, también de la nuestra. Quisiéramos alejarla, pero en realidad ella se convierte en compañera de nuestra vida.

La muerte forma parte de la vida: para entrar en comunión con el Señor, es necesario atravesar el «morir», como Él y junto a Él. Jesús comparte nuestro mismo destino y muere como nosotros, aunque su muerte es distinta: para nosotros es consecuencia de nuestra condición creatural; para Él, en cambio, es un «entregarse» (Gal 2,20), un donarse por nuestra salvación (cf. Jn 19,30), para que ninguno de los que el Padre le ha confiado se pierda y para resucitarlos en el último día (cf. Jn 6,39). Por eso la Iglesia nos invita a orar por los difuntos. En cada celebración de la Misa se invoca el perdón divino «por todos nuestros hermanos y hermanas que se durmieron en la esperanza de la resurrección y, en tu misericordia, por todos los difuntos, para que sean admitidos a contemplar la luz de tu rostro» (Plegaria Eucarística II).

A partir del siglo X, esta oración se eleva precisamente al día siguiente de la fiesta de Todos los Santos: en la solemne celebración, el sacerdote recuerda a todos los difuntos cuya fe solo el Señor conoce. De este modo, nos invita a orar por nuestros seres queridos y por aquellos en los que nadie piensa o reza. Sin olvidar a los muertos por el hambre, a las víctimas de las injusticias, a los inocentes asesinados.

En estos dos días recemos de manera especial por los muertos de todas las guerras .

"Todavía hablamos de tí"

Aunque ya no estás, sigues apareciendo en medio de nuestras conversaciones rotas.
No te imaginas cuántas veces
alguien dice tu nombre sin querer, y se le humedecen los ojos como si el alma aún no supiera que te fuiste.

Todavía hablamos de ti,
como si nos escucharas desde la otra habitación.
Como si fueras a entrar de pronto, con esa risa que desarmaba el mundo.
Decimos: 
"¿te acuerdas cuando decía tal cosa?"
"esto le habría encantado..."
"cómo se habría reído de esto..."

Te seguimos incluyendo en todo.
En el café.
En los silencios.
En los sueños.
A veces hasta en los enojos,
porque dolerte también es parte de amarte.

Todavía hablamos de ti, no para retenerte, sino para no olvidarnos de quiénes éramos cuando estabas.
Porque tú… tú eras parte de todo.

Y aunque la vida se nos partió en dos, tu nombre sigue encendido.
No lo hemos enterrado.
No lo hemos soltado.

Lo llevamos en la boca como se lleva un poema, como se carga una oración.

Y si te preguntas si te hemos olvidado… la respuesta está en cada lágrima que aún no encuentra consuelo, y en cada risa que lleva tu eco escondido.

Todavía hablamos de ti…
porque hablar de ti es seguir amándote de este lado del mundo.

Fernando D'Sandi

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