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lunes, 19 de julio de 2021

Santiago Apostolua eta Eukaristia eta ekonomia krisia Eucaristía y crisis económica: Jose Antonio Pagola


EL CAMINO DE LA VIDA

En pocos años ha crecido de manera insospechada el número de gentes, sobre todo jóvenes, que recorren «el camino de Santiago». No es fácil saber a qué se debe exactamente tal atracción. Peregrinar es mucho más que hacer deporte o vivir una aventura. Mucho más que emprender un viaje turístico o recorrer una ruta cultural. ¿Qué buscan quienes se ponen en camino hacia Santiago?

El camino ha sido desde muy antiguo un símbolo empleado para significar la vida humana. Vivir es caminar, dar pasos, marchar hacia el futuro. Lo dijo de forma bella Jorge Manrique en sus famosas Coplas: «Partimos cuando nacemos andamos mientras vivimos y llegamos al tiempo que fenecemos así que cuando morimos descansamos». Quien peregrina largas horas fácilmente comienza a repensar su vida de peregrino por esta tierra.

El camino es siempre marcha hacia adelante: ¿hacia dónde? El peregrino se pone en camino por algo: ¿qué le anima a emprender la marcha? Sin meta no hay camino sino un ir de una parte a otra vagando sin sentido. Solo la meta convierte el recorrido en camino. Solo la meta da sentido a los esfuerzos de cada día. La pregunta es inevitable: ¿Cuál es la meta de la vida?, ¿hacia dónde hemos de encaminar nuestros pasos?

Siempre se emprende el camino con esperanza y cierto temor, con confianza y con incertidumbre. Es necesario andar el camino acertado, no extraviarse, no seguir caminos equivocados. Así sucede también en la vida. Hemos de encontrar nuestro propio camino: ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿a qué quiero dedicarla? La grandeza de una persona se mide por la meta a que aspira y por el ideal que moviliza sus esfuerzos. Solo cuando sigue su vocación personal, sale el joven de la indefinición y del gregarismo.

Con el paso de los días, la peregrinación se va convirtiendo en escuela que permite ahondar en lo esencial de la vida. El cansancio, la marcha en silencio, la perseverancia en el esfuerzo, van conduciendo al peregrino hacia el fondo de su corazón. Es entonces cuando pueden brotar las preguntas esenciales: ¿No es Dios la meta última del ser humano? ¿No es la vida un peregrinar hacia nuestra patria verdadera? ¿No es Cristo el camino que hemos de seguir para encontrarnos con el Padre?

La llegada a Santiago, el encuentro con el apóstol testigo del Señor, la acción de gracias a Dios, la súplica callada, la reconciliación sacramental y la participación en la eucaristía puede culminar una experiencia religiosa renovadora como pocas.

José Antonio Pagola

Santiago, apóstol – B (Mateo 20,20-28)


 

 

Eukaristia eta ekonomia krisia


Kristau guztiok dakigu. Igandeko eukaristia aise bihur daiteke «babespe erlijioso», astean barna bizi izandako bizitza gatazkatsutik gordeko gintuzkeena. Tentagarria da mezara joatea, alde guztietatik estutzen gaituzten problemetatik, tiranduretatik eta albiste txarretatik atseden hartzeko.

Batzuetan oso sentibera izan ohi gara ospakizunaren duintasunari dagokionez, baina kezka txikiagoa izaten dugu Jaunaren afaria ospatzeak berekin dituen eskakizunei dagokienez. Ez dugu gustagarri apaiz batek erritu-araudia estu ez betetzea, baina meza ohikeriaz ospatzen jarraitu dezakegu, ebanjelioaren deiak entzun gabe.

Bat bera da beti arriskua: Jaunarekin bihotzez bat egin nahi izatea, sufritzen duten anai-arrebekin bat egiteaz arduratu gabe. Eukaristia-ogia partekatu nahi izatea ogirik, zuzentasunik eta etorkizunik gabe utziak diren milioika anai-arrebei ez ikusiarena eginez.

Datozen urteetan areagotuz joango dira krisiaren ondorioak, beldur genuen baino askoz ere gehiago. Modu apelaezinean eta ezin saihestuan ezartzen dizkiguten neurrien soka luzeak hazi egingo du gure artean ez-parekotasun zuzengabea. Ikusiz joango gara geure ingurune gutxi-asko hurbileko pertsona asko pobretuz doazela, ziurtasunik gabeko eta aurreikusi ezineko etorkizunaren menpe geldituz.

Hurbiletik ezagutzen dugu osasun-zerbitzurik gabeko etorkinik, bere osasun edo medikuntza problemak nola konpondu ez dakien gaixorik, erruki-egintzaz bizitzera behartua den familiarik, kaleratze-mehatxua jasaten duen jenderik, bere etorkizuna batere argi ez duen gazterik… Ezin libra gintezke. Bietan bat: edota betiko geure ohitura egoistak sendoago egin edo solidarioago bihurtu.

Eukaristiaren ospakizuna gizarte honetan kontzientziazio-bide gerta daiteke. Geure burua liberatu beharra dugu kultura indibidualista honetatik: geure probetxuan bakarrik pentsatuz bizitzera ohitu gaituen honetatik; besterik gabe, gizatarrago izaten ikasteko. Eukaristia osoa dago norabidetua anai-arreba artekotasuna, haurridetasuna, sortzera eta bizitzera.

Ez da gauza normala urtean barna igande guztietan Jesusen ebanjelioa entzun eta haren deien aurrean ez erreakzionatzea. Ezin eskatu diogu Aitari «egun honetako ogia», janari hori lortzeko zailtasunak dituztenak gogora ekarri gabe. Ezin dugu bat egin Jesusekin, geure burua eskuzabalago eta solidarioago bihurtu gabe. Ezin eman diogu bakea elkarri, krisiaren aurrean bakarrago eta babesgabeago bizi direnei eskua luzatzeko prest egon gabe.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

Urteko 17. igandea – B (Joan 6,1-15)

EUCARISTÍA Y CRISIS ECONÓMICA

Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.

A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa sin escuchar las llamadas del evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.

En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irá haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.

Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro… No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.

No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el evangelio de Jesús sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.

José Antonio Pagola

17 Tiempo ordinario – B (Juan 6,1-15)

 

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