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martes, 14 de julio de 2020

Jaulas de oro

José Serna Andrés

Abuelo, ya sé que en unas cuantas residencias han muerto muchas personas de tu edad, más de lo habitual, ya lo sé. Hay algunas situaciones, demasiadas, que no han estado bien. Ha habido muchas muertes dolorosas, pero no en todas partes de la misma forma. Son circunstancias que yo no entiendo bien, aunque están todo día hablando de ello en la tele, pero sí entiendo que yo puedo visitar a la abuela, que no está en una residencia, pero no puedo visitarte a ti. No lo entiendo. ¿Estamos haciendo algo mal cuando hemos salido con la abuela de casa o cuando nos ha dado la mano? ¿Se está haciendo algo mal cuando estás ahí, tan solitario?


Acaban de abrir las playas y las terrazas, por algunos lugares hay mucha gente, se habla mucho de las vacaciones en eso que llaman nueva normalidad ¡qué expresión tan rara! y hemos podido venir a visitarte con la abuela. Hemos hecho unos cuantos kilómetros porque estamos en otra comunidad, pero yo no he podido estar contigo. Cuando al principio de este lío, por fin, tuvimos la oportunidad de hablar y ya te veíamos en las imágenes del whatsapp, nos enviaste a la porra, bueno, a otro sitio, porque nos decías que no queríamos visitarte, y que el que quiere, puede; que es algo que habías dicho a tu hija muchas veces, eso también me lo dice ella. Y no sé por qué ama lloraba cuando nos dijiste eso. El caso es que, después de tanto tiempo, hemos podido venir a visitarte hoy, pero yo me he quedado fuera, esperando. Sólo ha entrado ama, con la abuela. Había media hora para estar contigo y mi madre dice que ha habido suerte porque como amama no ve apenas y hay que acompañarla, les han dejado estar contigo a las dos, como una excepción justificada, eso sí, detrás de una mesa larga, muy larga.

Dice ama que la cuidadora ha sido muy atenta y cariñosa, que estaba contigo, que te acariciaba la cabeza cuando llorabas, que te hacía un masajito en la espalda, como hacía a veces ella cuando te ponías un poco mimoso, pero no se atrevía a quitarte espinillas de la cara y que ambas han tenido que mantenerse en la distancia. Sí, sí, no es que no querían darte un beso o un abrazo, no es que no querían sujetarte la mano, como hacía la abuela cuando te visitaba antes, es que las cosas están muy complicadas. ¿Qué pasa? ¿No lo entiendes? Pues yo tampoco lo comprendo bien, pero eso es lo que pasa; que después de tres meses sólo te puede visitar una persona, con aviso previo y media hora.

Bueno, bueno, no sé si nos has podido ver desde la ventana. Te hemos enviado besos y abrazos, de esos que vuelan, pero igual se los ha llevado el viento. Es que el aire está muy raro. Dicen que trae y lleva virus y que mata ancianos, pero dice ama que ya sabe que no te quieres poner los audífonos y que por eso gritas tanto, que por eso apenas entendías cuando íbamos a visitarte otras veces, pero es que te molestan y por eso te los quitas y no oyes y que con esa distancia tan grande más allá de metro y medio... Ni tú ni yo lo entendemos bien, como tampoco entendemos por qué no me puedo acercar a ti, aunque sea a varios metros, aunque sea sólo un ratito. También sé, aitite, que cuando antes de este jaleo veías a algún niño por el pasillo, silbabas, porque creías que era yo. ¡Qué divertido! Bueno, ama dice que esto no es posible ahora, pero que sí se puede hacer algo, que se debería hacer algo, para que amama y tú os deis un abrazo ¡Con tanto invento que hay para otras cosas!
Sé que nuestra familia ha estado hablando con la directora de la residencia. Y al final nada se puede hacer, son las normas. La abuela puede salir a todas partes, con su mascarilla, con sus cuidados. ¡Tenéis que tratar bien a la abuela!, dice aita. Pero tú, aitite, no puedes salir. Dice la directora que se puede firmar un papel para sacarte a dar un paseo, como antes, pero que después estarás en cuarentena, más solito todavía, por si acaso el virus. 

El caso es que vas a cumplir ya 90 años y no podemos celebrarlo contigo. Dice ama que me tuvo cuando era ya un poco mayor y que por eso a veces se cansa cuando la hago rabiar y esas cosas, pero también me dice que va a ser tu cumpleaños y que te ve muy triste, que no sabe si llegarás a otro cumpleaños, que no sabe cuántos abuelos y abuelas habrán muerto en su jaula de oro a causa de la soledad y la tristeza, que no hay un contador de tristezas a la puerta de la residencia, que si te mueres de tristeza nadie se va a enterar, sólo tú, que para algunas cosas€ ¡vaya si te das cuenta! Pero si, además de la tristeza, tienes un virus, entonces, según dice la directora, vas a salir en la tele y le dejarán a ella la responsabilidad de tu muerte, porque otras familias pueden asustarse y se puede abrir una investigación y todo eso. Dicen que hay que conseguir que los mayores no se mueran con el bicho y por eso estás en esa jaula de oro, en la residencia, donde te tratan como ya no era posible en casa pero no te pueden dar, pobres trabajadores y trabajadoras, lo que, por mucho que quieran, sólo te podemos llevar desde esta familia, desde estos ojitos traviesos, desde casa.

Mueve un poco la mano, abuelo, que estoy aquí, en la calle, lejos pero cerquita de ti, al lado, quizá en tu presencia, quizá en tu insoportable soledad y ausencia.
* Escritor

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