José Serna Andrés
Abuelo,
ya sé que en unas cuantas residencias han muerto muchas personas de tu
edad, más de lo habitual, ya lo sé. Hay algunas situaciones, demasiadas,
que no han estado bien. Ha habido muchas muertes dolorosas, pero no en
todas partes de la misma forma. Son circunstancias que yo no entiendo
bien, aunque están todo día hablando de ello en la tele, pero sí
entiendo que yo puedo visitar a la abuela, que no está en una
residencia, pero no puedo visitarte a ti. No lo entiendo. ¿Estamos
haciendo algo mal cuando hemos salido con la abuela de casa o cuando nos
ha dado la mano? ¿Se está haciendo algo mal cuando estás ahí, tan
solitario?
Acaban
de abrir las playas y las terrazas, por algunos lugares hay mucha
gente, se habla mucho de las vacaciones en eso que llaman nueva
normalidad ¡qué expresión tan rara! y hemos podido venir a visitarte con
la abuela. Hemos hecho unos cuantos kilómetros porque estamos en otra
comunidad, pero yo no he podido estar contigo. Cuando al principio de
este lío, por fin, tuvimos la oportunidad de hablar y ya te veíamos en
las imágenes del whatsapp, nos enviaste a la porra, bueno, a otro sitio,
porque nos decías que no queríamos visitarte, y que el que quiere,
puede; que es algo que habías dicho a tu hija muchas veces, eso también
me lo dice ella. Y no sé por qué ama lloraba cuando nos dijiste eso. El
caso es que, después de tanto tiempo, hemos podido venir a visitarte
hoy, pero yo me he quedado fuera, esperando. Sólo ha entrado ama, con la
abuela. Había media hora para estar contigo y mi madre dice que ha
habido suerte porque como amama no ve apenas y hay que acompañarla, les
han dejado estar contigo a las dos, como una excepción justificada, eso
sí, detrás de una mesa larga, muy larga.
Dice
ama que la cuidadora ha sido muy atenta y cariñosa, que estaba contigo,
que te acariciaba la cabeza cuando llorabas, que te hacía un masajito
en la espalda, como hacía a veces ella cuando te ponías un poco mimoso,
pero no se atrevía a quitarte espinillas de la cara y que ambas han
tenido que mantenerse en la distancia. Sí, sí, no es que no querían
darte un beso o un abrazo, no es que no querían sujetarte la mano, como
hacía la abuela cuando te visitaba antes, es que las cosas están muy
complicadas. ¿Qué pasa? ¿No lo entiendes? Pues yo tampoco lo comprendo
bien, pero eso es lo que pasa; que después de tres meses sólo te puede
visitar una persona, con aviso previo y media hora.
Bueno,
bueno, no sé si nos has podido ver desde la ventana. Te hemos enviado
besos y abrazos, de esos que vuelan, pero igual se los ha llevado el
viento. Es que el aire está muy raro. Dicen que trae y lleva virus y que
mata ancianos, pero dice ama que ya sabe que no te quieres poner los
audífonos y que por eso gritas tanto, que por eso apenas entendías
cuando íbamos a visitarte otras veces, pero es que te molestan y por eso
te los quitas y no oyes y que con esa distancia tan grande más allá de
metro y medio... Ni tú ni yo lo entendemos bien, como tampoco
entendemos por qué no me puedo acercar a ti, aunque sea a varios metros,
aunque sea sólo un ratito. También sé, aitite, que cuando antes de este
jaleo veías a algún niño por el pasillo, silbabas, porque creías que
era yo. ¡Qué divertido! Bueno, ama dice que esto no es posible ahora,
pero que sí se puede hacer algo, que se debería hacer algo, para que
amama y tú os deis un abrazo ¡Con tanto invento que hay para otras
cosas!
Sé
que nuestra familia ha estado hablando con la directora de la
residencia. Y al final nada se puede hacer, son las normas. La abuela
puede salir a todas partes, con su mascarilla, con sus cuidados. ¡Tenéis
que tratar bien a la abuela!, dice aita. Pero tú, aitite, no puedes
salir. Dice la directora que se puede firmar un papel para sacarte a dar
un paseo, como antes, pero que después estarás en cuarentena, más
solito todavía, por si acaso el virus.
El
caso es que vas a cumplir ya 90 años y no podemos celebrarlo contigo.
Dice ama que me tuvo cuando era ya un poco mayor y que por eso a veces
se cansa cuando la hago rabiar y esas cosas, pero también me dice que va
a ser tu cumpleaños y que te ve muy triste, que no sabe si llegarás a
otro cumpleaños, que no sabe cuántos abuelos y abuelas habrán muerto en
su jaula de oro a causa de la soledad y la tristeza, que no hay un
contador de tristezas a la puerta de la residencia, que si te mueres de
tristeza nadie se va a enterar, sólo tú, que para algunas cosas€ ¡vaya
si te das cuenta! Pero si, además de la tristeza, tienes un virus,
entonces, según dice la directora, vas a salir en la tele y le dejarán a
ella la responsabilidad de tu muerte, porque otras familias pueden
asustarse y se puede abrir una investigación y todo eso. Dicen que hay
que conseguir que los mayores no se mueran con el bicho y por eso estás
en esa jaula de oro, en la residencia, donde te tratan como ya no era
posible en casa pero no te pueden dar, pobres trabajadores y
trabajadoras, lo que, por mucho que quieran, sólo te podemos llevar
desde esta familia, desde estos ojitos traviesos, desde casa.
Mueve
un poco la mano, abuelo, que estoy aquí, en la calle, lejos pero
cerquita de ti, al lado, quizá en tu presencia, quizá en tu insoportable
soledad y ausencia.
* Escritor
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