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domingo, 26 de octubre de 2014

Sínodo sobre la familia. ¿Qué sínodo?

Por Vicente Reale*


Es de suponer que todos estamos informados. El domingo 5 del mes en curso comenzó en Roma el Sínodo convocado por el papa Francisco a fin de debatir sobre la problemática actual de la familia, Sínodo que ha finalizado -en esta primera fase- el pasado domingo. Entre la variedad de tópicos que se trataron, se encuentran: la múltiple configuración de las familias o uniones parentales en la actualidad, el sentido de la sexualidad como expresión del amor y transmisora de la vida y la posibilidad o no de permitir la comunión eucarística a los divorciados y vueltos a unir en una segunda pareja.



El significado de la palabra sínodo evoca el "caminar juntos”; es una reunión de la comunidad católica para analizar, debatir, proponer y asumir desafíos (en nuestro caso, sobre el hoy de las familias). Han concurrido alrededor de doscientos obispos delegados de distintas naciones y responsabilidades, más de una docena de matrimonios y algunos expertos en la materia.


Este Sínodo fue convocado por Francisco a comienzos de este año y fue precedido por una consulta a todos los católicos, consulta que se realizó entre fines del año pasado y principio de éste y que constaba de 39 preguntas que todas las diócesis debían responder a fin de preparar el instrumento de trabajo.


Como era de esperar, entre los asistentes al sínodo existe un caleidoscopio de opiniones y posiciones: desde las más conservadoras hasta las más innovadoras. Lo que es bueno, porque así se hace visible la pluriformidad de la comunidad católica y porque puede ayudar a "afinar la puntería” hacia posiciones más compartidas, teniendo siempre presente -como lo ha expresado el Papa- el "bien de las personas”.


Algunas reflexiones


1. "El Evangelio no es un museo, no es un código penal, no es un código de doctrinas y mandamientos. Es una realidad viviente en la Iglesia y nosotros tenemos que caminar con todo el pueblo de Dios y ver cuáles son sus necesidades. Algunos cardenales temen que haya un efecto dominó y que, si se cambia un punto, todo colapse”. (Card. Kasper)


2. En el tema del matrimonio -como en todos los temas cristianos- se debe hacer un discernimiento a la luz del Evangelio. No se puede, simplemente, tomar una frase del Evangelio de Jesús y de ahí deducirlo todo. Hace falta entender "todo el mensaje del Evangelio” y luego diferenciar qué es doctrina y qué disciplina. La doctrina no se puede cambiar. La disciplina, sí.


3. Viene al caso recordar, aquí, la actitud de Jesús frente a la mujer que había cometido adulterio. La ley del Antiguo Testamento (Sacrosanta Ley de Moisés) ordenaba que las mujeres infieles fueran apedreadas hasta provocarles la muerte. Jesús enfrenta a dicha ley y a quienes la sustentaban y salva a la mujer, pidiéndole que no vuelva a cometer infidelidad.


4. Cuando se debate sobre matrimonio y familia es necesario escuchar a la gente que vive esta realidad. Realidad que es, al mismo tiempo, personal y social.

No se puede decidir sólo desde arriba, desde la jerarquía de la Iglesia y, especialmente, no se pueden citar viejos textos del último siglo; hay que observar la situación de hoy, hacer un "discernimiento en el espíritu” y llegar a resultados concretos. Ésta es la aproximación que hace Francisco, mientras que otros parten de la doctrina y utilizan, después, un método deductivo que siempre es genérico y que no contempla la vida concreta de cada pareja o situación.


5. Es demasiado frecuente que, cuando la jerarquía eclesiástica y la teología católica se refieren a asuntos cuya temática determinante es el derecho de propiedad, el dinero, el capital, el lucro y la acumulación de bienes, las enseñanzas teológicas y magisteriales suelen quedarse en el ámbito de lo especulativo, lo genérico y lo meramente exhortativo. Mientras que cuando la jerarquía y la teología plantean y pretenden resolver los problemas y las situaciones que afectan a la relación amorosa entre las personas, la respuesta magisterial y teológica no se limita a la especulación doctrinal, ni siquiera a la exhortación, sino que aterriza pronto en la decisión, que se traduce en norma, en ley, que prohíbe o impone, incluso con severos castigos a quienes no se atengan a ellas. Algunos, irónicamente, expresan esto diciendo que "la Iglesia se mete en la cama de las personas, pero no se mete en la casa de las personas”.


6. En los problemas relativos a la familia, la Iglesia debería tener siempre presente que, por lo menos hasta el siglo IV, los cristianos siguieron los mismos condicionamientos y usos -por lo que concierne al casamiento- que el entorno social en que vivían. Lo cual quiere decir que los cristianos de los primeros siglos no tenían conciencia de que la revelación cristiana hubiera aportado algo nuevo y específico al hecho cultural del matrimonio en sí. Es seguro que "el casamiento ante el sacerdote como exigencia obligatoria”, apareció por primera vez hacia el año 845, y se justificaba por razones de derecho civil, no por argumentos teológicos. Es a finales del siglo XII, en 1184, cuando se habla formalmente y por primera vez del "matrimonio como sacramento”, en el Concilio de Verona.


7. Por tanto, si la Iglesia no vio dificultad alguna en adaptarse a las leyes civiles y laicas de los pueblos y culturas en los que fue creciendo y a los que se ajustó sin poner oposición o resistencia, ¿por qué ahora, cuando el cristianismo es una institución de ámbito, no ya europeo, sino global, vamos a rechazar que la Iglesia acepte e integre en su vida los usos y costumbres, las tradiciones y normas de conducta, que en cada momento y en cada país se vean más convenientes?


8. Las indicaciones y soluciones que se puedan aportar a los problemas planteados al Sínodo, concretamente: la problemática del divorcio, la aceptación por parte de la Iglesia de las uniones entre personas del mismo sexo o el uso de anticonceptivos, son cuestiones de suma importancia para cientos de miles de personas y que se pueden resolver sin atentar ni poner en cuestión para nada la teología cristiana del matrimonio. La Iglesia puede hoy resolver estos problemas "modificando la legislación canónica actual”, sin traicionar para nada su fe y su tradición.


9. Sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar, es un reto que hay que afrontar con creatividad y mirada abierta. "No hay divorcios, hay personas divorciadas”, y a cada una habrá que darle una solución. No todos los matrimonios fracasados son nulos pero muchos sí lo son. Por ello, sería conveniente utilizar y agilizar más los procesos de nulidad. Según estadísticas emanadas del Vaticano, más de 40% de los matrimonios contraídos en la Iglesia son nulos por falta de condiciones esenciales y constitutivas del mismo.


10. Frente a los divorciados y vueltos a formar pareja, muchos nos preguntamos si la Comunión Eucarística es un "premio” para los perfectos o es una "ayuda” para el que la necesita. No debemos olvidar que la Comunión tiene un "efecto sanador”. Y, especialmente la gente que vive en situaciones difíciles, necesita la ayuda de la gracia y necesita los sacramentos.


Francisco a los participantes del Sínodo


– "Con la parábola (de la Viña de Dios) Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo, es decir, a los "sabios”, a la clase dirigente. A ellos ha encomendado Dios de manera especial su "sueño”, es decir, su pueblo, para que lo cultiven, cuiden de él, lo protejan de los animales salvajes. El cometido de los jefes del pueblo es éste: cultivar la viña con libertad, creatividad y laboriosidad”.


– "También nosotros estamos llamados, en el Sínodo de los Obispos, a trabajar por la viña del Señor. Las Asambleas sinodales no sirven para discutir ideas brillantes y originales, o para ver quién es más inteligente… Sirven para cultivar y guardar mejor la viña del Señor, para cooperar en su sueño, su proyecto de amor por su pueblo. En este caso, el Señor nos pide que cuidemos de la familia, que desde los orígenes es parte integral de su designio de amor por la humanidad”.


– "Hermanos, para cultivar y guardar bien la viña, es preciso que nuestro corazón y nuestra mente estén custodiados en Jesucristo por la "paz de Dios, que supera todo juicio”, como dice san Pablo (Filip. 4,7). De este modo, nuestros pensamientos y nuestros proyectos serán conformes al sueño de Dios: formar un pueblo santo que le pertenezca y que produzca los frutos del Reino de Dios (Mat. 21,43).


*El autor es sacerdote católico.

Fuente: Adital

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