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lunes, 13 de abril de 2015

El Papa Francisco y la inmigración

(José Luis Pinilla, sj.).- El Papa Francisco ha vuelto a hablar "en cristiano" al mundo y a toda aquella persona de buena voluntad - cristiano o no - este viernes día 10 de abril durante el acto inaugural de la VII Cumbre de las Américas con un párrafo interpelador y claro sobre los emigrantes.


Lo recojo .No tiene desperdicio alguno sobre todo para los católicos en cuanto que significa una llamada especial del papa para que nuestra fe en la liberación de Jesucristo no sea una filfa. O sea una mentira, embuste, patraña, engaño, engañifa... 

"Me gustaría también llamar su atención sobre el problema de la inmigración" dice el papa en un correcto español, que para los españoles no necesita traducción ni interpretación alguna. Ni pueda ser acusado a través de una traducción torticera. "La inmensa disparidad de oportunidades entre unos países y otros hace que muchas personas se vean obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos, ni acceso a la justicia ... En ocasiones, la falta de cooperación entre los Estados deja a muchas personas fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus derechos, obligándoles a situarse entre los que se aprovechan de los demás o a resignarse a ser víctima de los abusos. "

Tras este "ver" de la situación que hace el bendito papa Francisco, advierte desde el hondón del evangelio: "Son situaciones en las que no basta salvaguardar la ley para defender los derechos básicos de la persona, en las que la norma, sin piedad y misericordia, no responde a la justicia. ( ¡ Hay normas que no responden a la Justicia ¡ dice el papa) A veces, incluso dentro de cada país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes ciudades."

Y para terminar. O sea como si fuera su firma, una descalificación clara: "Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad.

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