Abenduko izarrak

jueves, 16 de junio de 2011

Muerte en el seminario


No. No me refiero a la novela con idéntico nombre de P. D. James. Más bien a un encendido e incendiario anónimo que corretea por la red y en hojas fotocopiadas de mano en mano por toda la diócesis. Ayer incluso llegó, por unos minutos, a la gloria de ser mencionado en el Consejo del Presbiterio de Bilbao. No podía se de otra manera, pues el seminario de Bilbao era el tema estrella del consejo, según leemos en la web del obispado.


No es el caso de la novela. Nadie ha matado a nadie en el seminario de Bilbao. Lo que tal vez fallezca es un modelo de seminario para dar cauce, como ave fénix, a otro modelo. O sea, el muerto es el seminario y el vivo, también, es el seminario.

El anónimo se abre camino hasta altas instancias de la diócesis, como la piedra del aldeano, y todo el mundo discute sobre quien fue el aldeano, como en la novela de P. D. James. ¿Alguien hablará de la piedra? En el seminario inglés, se retratan muy bien los roces y tensiones por dos modelos de Iglesia dentro de la Iglesia Anglicana. Al final, amaga pero no. No es la causa de la piedra, perdón, del asesinato. Es el tema personal. No es un aldeano el causante del asesinato del seminario, perdón, del seminarista, sino más bien un hombre de Iglesia.

Aquí hay un plan diseñado, que poco a poco, se va abriendo camino, como trama de una sagaz novela policíaca. Alguno tendrá que llegar al final de la novela, dentro de unos años, para ver si es drama o acierto, si es el tema estrella o se estrella ante la realidad, si la pronovela mereció ser novela, o mejor se quedara en apunte.

Y mientras, el aldeano, sigue tirando la piedra. Todos hablando del aldeano. Todos tirándose piedras de uno a otro. ¿Cuándo toca hablar de la piedra?

Una buena novela policíaca pierde su interés si sabemos o adivinamos el final antes de tiempo. Aquí estamos ante una novela moderna. Desde el comienzo sabemos el final. El gusto por leer radica en descubrir el camino. Elemental querido Watson. O mejor llamamos al Padre Brown, genial invento del escritor G.K: Chesterton. La conversión de Chesterton al catolicismo causó revuelo semejante a la del Cardenal John Henry Newman en su momento, y luego la de Ronald Knox (que casualmente pronunció más tarde la homilía en su Réquiem).

Tal vez, sugiero, nuestros seminaristas en su refugio del Refugio, podrían deleitarse con las lecturas de este simpático cura inglés. Aunque si han de ir a Barria a estudiar, a la sede del pérfido IDTP , tal vez fuera mejor Fray Cadfael de Ellis Peters y su última novela La penitencia de Fray Cadfael.

Y para que no me confundan con el aldeano, y entremos y nos centremos en la trama, firmo y sello la presente, antes de ponerla en la red.

 

Jose Mari Kortazar

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