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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Maribel Egiluz, alma de Igorre en Kinsasa

Maribel Egiluz lleva casi cuarenta años como misionera en la República Democrática del Congo
La igorretarra denuncia que pese a que el país cuenta con riqueza, esta no llega nunca al pueblo, escribe Iker Ugarte en DEIA.
Lleva casi 40 años haciendo de este mundo un lugar mejor. Cuatro décadas al lado de los que más lo necesitan y siguiendo la senda de una pregunta que se hizo desde muy joven: “¿Qué puedo hacer yo por lo demás?”. Maribel Egiluz acaba de pasar unos días en su pueblo natal, Igorre, antes de volver a la que hoy en día considera su casa, en la República Democrática del Congo. La igorretarra es misionera y ha pasado los últimos 39 años en este país, haciendo que las vidas de muchas personas mejoren, “en la medida de lo posible”, admite. Con formación en Enfermería, Egiluz se ha dedicado sobre todo a trabajar aspectos sanitarios, pero “allí nos toca hacer un poco de todo, ya que las necesidades son muchas”. Tal y como relata, desde muy joven quedó fascinada por las vivencias que “nos contaban las personas que estaban de misioneras”. Fue entonces cuando se hizo la pregunta que ha guiado siempre su manera de pensar. “Sentí la llamada del señor y fue cuando tuve la necesidad de ayudar a otras personas, a trabajar por un mundo más justo”. Se hizo monja e ingresó en las Franciscanas Misioneras de María.

Después se formó en Enfermería y con 32 años decidió dejar su tierra y comenzar una nueva vida como misionera en el país africano. Se decantó por esa congregación porque “la vi abierta, sencilla y de raíces evangélicas”. A lo largo de sus 39 años en el país africano -siempre ha estado en un mismo país- ha participado en diferentes misiones y ha vivido en distintas ciudades y pueblos. En la actualidad, la igorretarra vive en la capital, en Kinsasa. Egiluz explica que, aunque su labor en la República Democrática del Congo se ha centrado sobre todo en la enfermería y aspectos sanitarios, siempre ha ayudado en otras labores.

Igoreko KTko umeakaz


Su proyecto tiene cuatro ejes fundamentales, que son la acción pastoral;el ámbito social;la educación y la enseñanza, y la labor sanitaria. En lo que respecta al ámbito sanitario, “sobre todo trabajamos en campañas de prevención, cuidando aspectos como la higiene diaria, vacunas, curas, cómo alimentar a los niños, etc.”, explica. Cuentan con dos centros de salud y además “también estamos presentes en otros centros médicos de la Diócesis de la Iglesia católica”.
 
En lo social y la enseñanza, además de gestionar un centro de acogida para niñas y niños huérfanos y para mujeres, se llevan a cabo proyectos concretos para formar “a las mujeres, como con cursos de corte y confección y otras materias para ayudarles a encontrar un trabajo”, cuenta. Además de toda esa labor, también “hacemos una labor pastoral, en la cual se da catequesis, etc.”. Desde que llegara a África, “siempre he visto muchas necesidades, y puedo decir que hay muchas personas que no pueden vivir dignamente”. Asimismo, lo más duro es que “todavía hay niños que se mueren de hambre”, y eso a pesar de que “es un país con mucha riqueza, porque hay muchos minerales, pero esa riqueza casi nunca llega al pueblo”, indica.

Tonbolaren aldeko andrakaz


Egiluz asegura que siente que su casa está en el país africano, aunque siempre ha tenido sentimientos encontrados, ya que tiene familia en Arratia. “Todavía no me lo he planteado pero es muy probable que acabe volviendo a Bizkaia”, admite. En este sentido, “siempre echas de menos a la familia, pero la gente de allí te necesita mucho”.
Opina que “donde estás, intentas vivir plenamente, con alegría y optimismo, siempre pensando más en los demás que en una misma”, y eso es lo que ha hecho, vivir día a día, convencida de que su sitio durante todos estos años ha estado junto a los más necesitados. Si hace un repaso de todo lo que han dado de sí casi cuatro décadas de misionera, asegura con una sonrisa que “después de tantos años en África soy feliz”. Egiluz destaca que “debemos estar abiertos a esa luz que nos dice que la vida está hecha para todas las personas, y si no luchamos porque sea más igualitaria, la vida de algunas personas puede convertirse en esclavitud”.
 

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