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domingo, 11 de junio de 2017

Obispos y educación para vivir: Joxe Arregi

El domingo pasado, día de Pentecostés o del Espíritu universal, los obispos vasco-navarros publicaron un documento sobre la Educación y sus desafíos contemporáneos. Es un buen texto en general y lleva un bello título, tomado del salmo 15 de la Biblia: “Me enseñarás el camino de la vida”. 

 
Ahí está todo. Aprendices de la vida como somos, todos necesitamos que alguien, que otros -todos-, que el Espíritu de la Vida que alienta en todo nos enseñe sin cesar el camino de la vida, del Buen Vivir. El niño, el joven, el adulto, y no en último lugar los obispos, todos necesitamos ser educados en el espíritu y la sabiduría de la vida. Nadie está dispensado de educar ni de ser educado. 

El objetivo de la educación es, viene a decir el texto, construir una sociedad humana, justa, fraterna. Consiste en introducir al educando en el asombro de la realidad, en enseñar a vivir humanamente, en formar personas libres, maduras, críticas, creativas, capaces de vivir en el cambio y de promoverlo. ¡Qué pena que la Iglesia, tantas veces, lo haya impedido y que el documento no contenga ni media palabra de autocrítica! 

Dedica un largo apartado, de gran calidad, a Jesús de Nazaret como espejo cristiano de educación para la vida. Presenta a Jesús como figura humana, muy humana: libre y liberadora, libre e innovadora. 

Fue maestro carismático, no institucional, crítico de “la ley antigua” y del “liderazgo religioso del momento”. Fue un profeta social más que religioso, aunque entonces no se distinguían. Denunció la riqueza de los ricos que produce sordera, ceguera, parálisis humana, muerte y destrucción. Realizó, se nos dice, una revolución pedagógica, al poner en el centro a los pequeños y heridos. Su escuela se desarrolla en campo abierto, en caminos y plazas, una escuela abierta a todos, limpios y manchados. 
Trató con “publicanos y pecadores”, es decir, con los despreciados de la sociedad. En su grupo de seguidores hubo siempre mujeres que no solo le servían, sino que participaban plenamente en la enseñanza y el anuncio de la Buena Noticia. Perfecto. 

Lo que no dice el documento -pero cualquiera puede adivinar- es que Jesús también hoy sería reformador y crítico de todas las estructuras y jerarquías católicas, crítico radical de una institución patriarcal y dogmática, anclada en una cultura que no es la nuestra, secularmente aferrada a intereses sociales que no son los de los últimos. 

No puedo imaginar a Jesús denunciando, como hace el documento por enésima vez -y citando al papa Francisco-, la “ideología del género” como una de las más graves “emergencias educativas” de nuestro tiempo. Ni lo puedo imaginar apelando a los Derechos Humanos y a la Constitución española para reivindicar la enseñanza confesional de la religión católica - bajo control episcopal- en el sistema público de Enseñanza. ¿Acaso no ven que nada ha sido ni será más contraproducente para la educación en el Evangelio de Jesús que esa enseñanza confesional? 

Tampoco puedo imaginar a Jesús contraponiendo la espiritualidad zen, reiki o “nueva era” a la auténtica y única verdadera espiritualidad cristiana. Nunca dijo ni pensó Jesús que él fuera el único o el más inspirado, y menos el “Hijo Unigénito Encarnado”, ni que Dios se revele más a unos que a otros y que los obispos sean sus últimos portavoces autorizados. 

El Espíritu que inspiró a Jesús inspira y educa a todos los hombres y mujeres, independientemente de creencias y religiones. Es el aliento universal de vida. Es el alma de todos los seres. Es femenino, masculino y neutro. Él/Ella/Ello nos enseña desde fuera y desde dentro el camino de la vida.

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