Un
galego ahonda en nuestra memoria
Sorpresa, muy agradable por cierto, ha constituído para mí que un galego,
Anxo Ferreiro Currás, haya escrito desde
Galizia, un libro sobre la persecución que sufrió el clero vasco durante la
guerra civil de 1.936-39. Considero que es una aportación muy importante y
oportuna en este tiempo en que está planteada la necesidad de escribir el “relato”
sobre el pasado próximo de Euskal Herria, incluídas por supuesto la
guerra civil y la dictadura franquista. Personalmente, creía que conocía
bastantes datos sobre dicha persecución, pero me ha sorprendido la dedicación
del autor para recabar tanto material para su trabajo y presentarlo de forma
sistematizada en su libro.
El trabajo de Anxo Ferreiro Currás me ha
dado pie para contextualizar algunos datos que yo conocía, aportados por
el entorno más cercano en que me ha tocado vivir y moverme.
Así, de las dos casas curales que había en Errigoiti, mi pueblo natal, a una de ellas , deshabitada,
se la conocía como “la casa de D. Alejandro”. D. Alejandro Sagarna, sacerdote
natural de Zeánuri, tuvo que exiliarse a raíz de la guerra civil. No llegué a
conocerle, pero en mi ámbito familiar se le recordaba y apreciaba por la labor
pastoral que había desarrollado en el pueblo, sobre todo entre la juventud.
D. Juan Añíbarro, tambien de Zeánuri y párroco del pueblo durante mi
niñez y juventud, era uno de los seis sacerdotes, hijos de Zeánuri, que se
ordenaron juntos el año 1.935. Más de una vez me comentó cómo uno de los seis,
D. José Sagarna, había sido fusilado por los fascistas, pero apenas se extendía
en dar detalles sobre la persecución que el clero vasco sufrió durante la
guerra civil. Como detalle, no recuerdo que me hablara de D. Alejandro Sagarna,
natural de Zeánuri como él y antecesor como sacerdote en Errigoiti. Lo que sí
recuerdo es cómo terminaba, sistemáticamente, los comentarios sobre la guerra
civil: “vosotros no os percataís de cómo son éstos”, refiriéndose a los
franquistas.
Mi primer destino como sacerdote fué, precisamente, Zeánuri y allí pude
conocer, en toda su crudeza, la persecución y represión contra los
nacionalistas vascos y contra los sacerdotes abertzales. El único delito, tanto
de unos como otros, fué ser amantes de su pueblo y, consecuentemente,
servidores del mismo incluso en circunstancias extremas como en una guerra
impuesta.
Zeánuri fué denominado “pueblo levítico” por la abundancia de vocaciones
religiosas. De este dato se hace eco el historiador británico William A.
Christian Jr., resaltando que Zeánuri ostentaba el record mundial de sacerdotes
y religiosos/sas por número de habitantes. En torno al año 1.930, Zeánuri
contaba con 2.300 habitantes. Con motivo de la primera misa de los seis
sacerdotes en el verano de 1.935 se confeccionó un pequeño folleto con 276
nombres entre sacerdotes, religiosos y religiosas. Lógicamente, sacerdotes de
Zeánuri tenían que aparecer entre los perseguidos durante la guerra civil, como
efectivamente son señalados en el libro de Anxo Ferreiro Currás.
Zeánuri fué un pueblo muy marcado por la guerra civil por las actuaciones
prepotentes y abusivas de la minoría carlista del pueblo durante la guerra, por
la cercanía del frente estacionado tanto en Legutiano-Barázar como en el Gorbea
y por la coincidencia de acciones de guerra y sucesos luctuosos acaecidos entre
los días 6 y 7 de abril de 1.937.
Efectivamante, una compañia de republicanos asturianos, de filiación
comunista, que iban de retirada, despechados por su fracaso en la ofensiva del
frente de Legutiano-Barázar, mataron a sangre fría a Florencio Etxebarria y
Ramón Etxebarria, pastores ambos, que vivían en dos caserios contiguos del
barrio Beretxikorta, situados a la vera de la carretera según se baja el puerto
de Barázar. Mataron incluso a sus perros.
Al lllegar al casco del pueblo, camparon a sus anchas, entrando en las
casas, saqueando y robando cuanto podían y amedrentando a la gente. D. Benito Atutxa, acompañado de un sobrino suyo, León Zuloaga, concejal nacionalista del
Ayuntamiento, que justamente había venido con la
idea de llevar al tío a su caserío porque allí estaría más seguro, se les
enfrentó, rogándoles que por lo menos respetaran a las personas. Les mataron a
los dos y arrojaron sus cadáveres a las zarzas del borde de la carretera. D.
Benito Atutxa era natural de Zeánuri y párroco de su parroquia de Santa María
entre los años 1.922-1.937. Sacerdote muy celoso, la gente de Zeánuri comentaba
con entusiasmo sus muchas iniciativas y actividades pastorales todavía el año
1.958 cuando yo me incorporé a la parroquia de Santa María de Zeánuri.
Estos hechos resultan más dolorosos al haber sido perpetrados por una
compañía de repùblicanos, aliados de los vascos en la guerra. Por otra parte,
en la confusión de aquellos días en los que Zeánuri había sido bombardeado por
los nacionales, hubo gente, incluso entre familiares de D. Benito, que culparon
al ejército vasco de estos asesinatos. Una más entre las tragedias y sinrazones
de la guerra civil.
El bombardeo realizado por los nacionales el mismo día tuvo por objetivo
destruir la batería tanto de artillería ligera como pesada situada en el barrio
Zulaibar. Además de los destrozos en edificios e instalaciones, fueron
bastantes los civiles heridos; e incluso, dos muertos, Esteban Astondoa en el citado barrio Zulaibar y el niño Jesús
Urutxurtu en la Plaza del pueblo. Seis muertos!
Por otra parte, uno de los 14 sacerdotes fusilados por los nacionales
durante la guerra civil fué, como ya se ha dicho, D. José Sagarna Uriarte, uno
de los seis sacerdotes naturales de Zeánuri ordenados en el año 1.935. Nombrado
en 1.936 coadjutor de Berriatua, no pudo tomar posesión de su destino por los
avatares de la guerrra. Fué fusilado en su anterior parroquia de Amalloa
(Markina-Xemein), el 20 de octubre de 1.936. Tenía 24 años.
Cuando fuí a Zeánuri vivían su madre viuda y sus hermanos y su única
hermana. Familia numerosoa, 10 hijos, de los que tres, Juan, Emilio y Txomin
estuvieron primeramenrte presos al terminar la guerra y luego en campos de
concentración en los “batallones de trabajadores”; otro, Ramón, detenido varias
veces durante la dictadura; el más joven, Fidel, sacerdote. Una de las sobrinas
me informó accidentalmente y mucho más tarde, que solían visitar con cierta
regularidad la tumba de su tio, pero sus padres les prohibían terminantemente
que comentaran a nadie esas visitas. Una prueba del terror penetrado hasta lo
más profundo del ser en quienes vivieron los horrores de la guerra civil.
En relación con el fusilamiento de D. José Sagarna sucedió un hecho
rarísimo que ninguno de los testigos lograron explicar.
Cerca del caserio Amulategi de Amalloa había un hermoso manzano. Un
jueves de junio de 1958 una tormenta tumbó el árbol, si bien gracias a alguna
raíz que quedó en la tierra no se secó. En la noche del 13 de noviembre del
mismo año, tambien jueves, el manzano apareció erguido de nuevo. Nadie pudo
explicarse cómo sucedió. El manzano en cuestión estaba a escasos 15 metros del
lugar donde le habían afusilado a D. José Sagarna.
Naturalmente la noticia del suceso se extendió inmediatamente por la zona
y ya el sábado siguiente bastante gente, sobre todo de Ondárroa, se acercó al
lugar a comprobar la noticia. Se extendieron otros rumores: que en el lugar en
el que había caído la sangre de D. José no germinó más la hierba ... que el
manzano dió fruto fuera de temporada (en noviembre) ... que el cuerpo de D.
José estaba incorrupto ... De esta forma se reavivó el recuerdo de D. José y la
gente interpretaba el hecho como una señal milagrosa favorable a la causa de
los abertzales.
Las autoridades golpistas se alarmaron
y el domingo siguiente la cocina del caserio estaba llena de gurdias
civiles. Empezaron a imponer multas de 1.000 pesetas no solo a los que se
acercaban al lugar sino incluso a los que hacían comentarios sobre el suceso.
En vista de esto, la gente se escondía de día entre los árboles y se acercaban
al lugar, de noche, para llevar como reliquia trozos de las ramas del manzano.
Intentando demostrar que todo lo
relacionado con el árbol era pura invención y mentira de los nacionalistas
vascos, los guardias civiles llamaron a
declarar a muchos vecinos, pero todo fué en vano; ninguno pudo dar una
explicación lógica. Para terminar con los rumores le conminaron al dueño del
caserio Amulategi a que cortara el árbol; el dueño se negó, diciéndoles que les
permitía que lo cortaran ellos.
Nadie se atrevió a cortar el árbol “santo”. Un mes duró la movida en torno a este suceso. En este tiempo, un grupo de jovenes
irreverentes, medio en bromas y a espaldas de la guardia civil, intentaron
echar el árbol, pero no lo consiguieron. A las cuatro semanas justas, tambien
en jueves, el manzano volvió a caerse. Pero siguió vivo durante años hasta que
por fin, tras una poda, se secó.
D. Gabriel Manterola, natural de Zeánuri, coadjutor y compañero en la
parroquia de Santa María, estuvo exiliado en Inglaterra, como capellán de los
niños/as evacuados de la guerra. D. Leonardo Atutxa, tambien de Zeánuri y
coadjutor como D. Gabriel, estuvo imputado en uno de los tantos sumarios
abiertos contra los sacerdotes vascos si bien no fue condenado, pero quedó muy
marcado y mermado psíquicamente por el trance por el que tuvo que pasar. Tengo
que reconocer que, hasta leer el libro de Anxo, no conocía este dato ni el
referente a D. Fabián Angoitia, natural trambien de Zeánuri, imputado así mismo
aunque no condenado, como D. Leonardo; como tampoco conocía el dato de que D.
Anastasio Urutxurtu, hijo de Zeanuri y párroco del contiguo pueblo de Areatza
cuando yo estaba en Zeánuri, había sido capellán de gudaris.
D. Pedro Atutxa, hemano mayor de D. Leonardo, estuvo desterrado en
Huesca. Al volver fué nombrado párroco de la parroquia de Santiago de Ipiñaburu
(Zeánuri). Hombre muy cercano a la gente y entusiasta y emprendedor, fue uno de
los fundadores de la Escuela Profesional Zulaibar donde se ha formado
profesionalmente gran parte de la juventud de Zeánuri y del valle de Arratia
durante los últimos 58 años.
En este recordatorio falta por citar a D. Víctor Ertxebarria Zuloaga.
Imputado no condenado se exilió en Canarias. Venía todos los años a Zeánuri, su
pueblo natal, durante el mes de agosto, hasta que falleció en Canarias.
Para terminar, es de justicia citar a D. Juan Aldekoa-Otalora, natural de
Yurreta, coadjutor de Zeánuri y capellán
de gudaris en la compañía Arratia del batallón Ibaizabal. Según testimonio de
un ex-gudari de la citada compañía, tenía un miedo cerval a los tiros, pero fué
un gran capellán. Encarcelado, fué uno de los sacerdotes presos con Julian
Besteiro en la prisión de Carmona (Sevilla).
Tambien fué capellán de gudaris D. Luciano Urruzuno que fue coadjutor de
Zeánuri y después párroco del cercano pueblo de Artea (Castillo-Elejabeitia)
cuando yo estaba en Zeánuri.
Al leer el libro de Anxo Ferreiro y después de convivir con sacerdotes
que fueron protagonistas de los hechos que se recogen en el mismo, y conocer
por diversas vías más datos y detalles sobre la persecución a los sacerdotes
abertzales, me viene a la mente, una vez más, el desconocimiento total con el
que salimos del Seminario sobre la suerte de estos sacerdotes en particular y
del terrible drama que supuso para Euskal Herria la guerra civil en general.
No viene al caso juzgar a los
responsables de los tres Seminarios
- Castillo-Elejabeitia, Vitoria y Derio - por los que pasé y por tanto no voy a posicionarme
sobre si su postura y actuación se debió al miedo tan interiorizado y
generalizado en los que conocieron y sufrieron la guerra civil u obedecía a que
predominaban los que eran afectos al régimen surgido de la guerra.
No obstante, sí recuerdo actuaciones impuestas que no podíamos ni valorar
ni oponernos a ellas por nuestra temprana edad y que consideradas desde la
perspectiva actual estimo que estaban establecidas con una deterrminada
intencionalidad.
Así, en el Seminario Menor de Castillo-Elejabeitia, todos los días antes
de la meditación y misa de cada día, rezábamos las Preces y dentro de las
mismas la Oración por España. Inmediatamente antes de la comida, al terminar
la media hora de estudio que solíamos tener después de las respectivas horas de
estudio y clase de la mañana, puestos todos en pié en la misma Sala de estudio,
cantábamos la siguiente canción:
Bendita y alabada
sea la hora
en que la Virgen
Santísima
vino en carne mortal
a Zaragoza, a Zaragoza.
Bendita sea, por
siempre sea, bendita y alabada.
Se daba por cierta la venida de la
Virgen María en carne mortal a Zaragoza y cantábamos las excelencias del Pilar
de Zaragoza sin que, a nuestra edad, pudieramos percatarnos de las
connotaciones adjudicadas a dicho Pilar. Todo esto entre niños de 12-15 años de
edad.
Había entre los Superiores de dicho Seminario Menor uno a quien le
faltaban los dedos anular y menique y la parte de la mano correspondiente a los
mismos. Sabíamos que el accidente lo había sufrido durante la guerra, pero no
si había sido en alguno de los frentes de guerra o en alguna otra
circunstancia. Hasta ese extremo llegaba el ocultamiento de todo lo relacionado
con la guerra.
En cuanto al Seminario de Vitoria tenía fama de ser el mejor Seminario de
toda la península o por lo menos así lo catalogaban quienes venían al mismo con
motivo de algún acto académico, cultural o religioso. Siendo euskaldunes una
amplia mayoría de los seminaristas, la única presencia del euskara se reducía a
cantar el Agur, Jesusen Ama, al
final de la misa del día que comenzábamos las vacaciones de verano.
La misma política siguió, por lo menos en los primeros años, el Seminario
Mayor de Derio. Un salvedad. Organizó una clase de euskara, creo recordar que
semanal, para todos juntos, tanto para los que no conocían ni una palabra de
euskara como para los que teníamos el euskara como lengua materna. No sé si fué
valor o temeridad lo que tuvo D. Fernando Arsuaga al encargarse de aquellas
clases.
De los Superiores y Profesores que tuvimos a lo largo de la carrera, no
pudimos saber quiénes eran euskaldunes, excepto algún que otro caso aislado; y
en esos casos por circunstancias externas y ajenas a su cometido como
Superiores y/o Profesores en el Seminario
En estas circunstancias se
entiende que difícilmente podía esperarse que nos informaran sobre la terrible
realidad de la guerra civil y nos orientaran y formaran mínimamente para
enfrentarnos en los pueblos de nuestros primeros destinos a las vivencias y
consecuencias de la guerra que la gente conservaba muy vivas aún en el
recuerdo.
Las carencias con las que salí del Seminario tuvieron que ser subsanadas
con lecturas de diversas obras sobre la guerra civil y por testimonios directos
de los feligreses que recordaban y contaban con emoción apenas contenida los
sufrimientos acarreados por la guerra.
En este contexto me complace insistir en que ha supuesto una sorpresa tan
inesperada como agradable, que el galego
Anxo Ferreiro Currás ofrezca en su libro todo un arsenal de datos
documentados sobre la persecución al clero vasco. Ha puesto a nuestro alcance
los datos a los que ha tenido acceso en el Archivo militar de Ferrol. Tenemos
una inmensa deuda de gratitud con él. Por otra parte es un reto que debe
incentivarnos a que desde Euskal Heria se investiguen y publiquen otros datos
sobre la guerra civil.
Destacaría dos aspectos de su libro. Queda muy bien reflejada la
animosidad y la animadversión de los sublevados contra el clero alineado con el
Pueblo Vasco en la decisión tomada ante la contienda; y aporta datos, sin cargar
excesivamente las tintas, sobre los eclesiásticos que apostaron por los
nacionales.
Ciertamente quedan reflejadas en el libro las luces y sombras de las
actuaciones del clero vasco durante la guerra civil. Esta dualidad pude
comprobar yo en Zeánuri entre los sacerdotes del cabildo parroquial al que tuve
que incorporarme.
(...)
A la hora de documentarme para escribir este Prólogo, he podido enterarme
de anécdotas que habría que catalogarlas, por lo menos, de curiosas.
Uno de los sacerdotes fusilados durante la guerra fué D. Celestino
Onaindía. Un sobrino suyo tambien sacerdote, D. Jon Onaindía, estuvo unos días
en Covadonga, el año 1.983, durante sus vacaciones de verano, con sus dos tios
sacerdotes, D. Domingo y D. Alberto. D. Domingo entabló conversación con un
canónigo de Covadonga quien al decirle D. Domingo que él era vizcaíno, le
comentó que la compañía de requetés de la que él había sido capellán durante la
guerra, había detenido en Elgoibar a un sacerdote vizcaíno. Pretendían
fusilarle inmediatamente a lo que él se opuso. Le gustaría saber, si es que le
conocía, qué había sido de él. D. Domingo le contestó que era su hermano y que
había sido fusilado.
Al día siguiente les llamó y les confesó que no había podido dormir
durante toda la noche, consternado por la información que le habían dado.
Terminó pidiéndoles perdón por su cobardía, al no haber hecho más por salvarle la
vida.
Entre las penalidades del clero vasco con motivo de la guerra, no se
pueden pasar por alto las cárceles de Dueñas (Palencia) y Carmona (Sevilla). De
la cárcel de Carmona es conocida la fotografía hecha con motivo de las Bodas de
Oro de sacerdocio de uno de los sacerdotes presos donde aparece tambien el
dirigente socialista Julian Besteiro.
El hecho más relevante de la cárcel de Dueñas, además de sus condiciones
de habitabilidad infrahumanas, sería la muerte en la misma del septuagenario
párroco de Elorrio, D. Juan Izurrategi, condenado a ocho años de prisión, quien
en el alegato final de su juicio tuvo el coraje y el humor de decirles a los
componentes del tribunal que les agradecía que le aseguraran ocho años de vida.
Los sacerdotes compañeros de prisión, le despidieron cantando en su funeral la
Misa de Requiem de Perosi.
Treinta y un años más tarde, en 1.968, se abrió la cárcel de Zamora para
encarcelar a los sacerdotes penados durante la dictadura de Franco. A
diferencia de las cárceles de Dueñas y Carmona decididas por la autoridad
civil, la cárcel de Zamora se habilitó de mutuo acuerdo entre la autoridad
civil y religiosa, en virtud del Concordato firmado en el año 1.953 entre la
Santa Sede y el Gobierno español. Cárcel concordataria, por tanto. Se cerró el
año 1.976. De los cincuenta y tres sacerdotes que pasaron por ella, cuarenta
fueron vascos; todos ellos encarcelados por motivos políticos.
Así como la cárcel de Dueñas tiene su “mártir”, D. Juan Izurrategi,
tambien la de Zamora tiene el suyo. Nikola Tellera Merikaetxebarria, párroco de
Sopela (Bizkaia), fué condenado a diéz años de prisión, cuando contaba 53 años
de edad. Salió de la cárcel, casi sexagenario, después de cumplir seis años,
con un cáncer muy avanzado. Murió a los pocos meses. A diferencia de D. Juan Izurrategi, sus restos mortales
fueron enterrados en su pueblo natal de Nabárniz (Bizkaia).
Toda esta secuencia de persecuciones, encarcelamientos, torturas,
ejecuciones ... incluído el destierro del Obispo, interpelan seriamente a la Iglesia. Decisión suya tiene que ser el reconocer que Euskal Herria tiene pleno
derecho a ser aceptado, en el ámbito de la Iglesia, como un pueblo que pueda
realizarse como tal en toda su integridad.
Sería y debería ser posible si la
Iglesia optara por ser una Iglesia pobre,
libre, dinámica e indígena tal como pedían los sacerdotes encerrados en
el Seminario de Derio, en noviembre del año 1.968, y que los sacerdotes
represaliados, cuya memoria reivindica el libro de Anxo Ferreiro Currás,
trataron de visualizarla en las trágicas circunstancias en que les tocó ser
servidores de su Pueblo.
Martin Orbe Monasterio
Bilbo,
febrero de 2.013
Galiziar batek gogorarazten dizkigu gure oroitzapenak
Ezustekoa, eta oso atsegina, izan da niretzat Anxo Ferreiro Currás
galiziarrak eta Galiziatik bertatik euskal elizgizonek 1.936-39 tarteko gerra
zibilean pairatu zuten pertsekuzioaz liburu bat idatzi izana. Nire ustez
ekarpen oso garrantzitsu eta egokia da Euskal Herriaren hurbileko iraganaldiaz,
gerra zibila eta ondorengo diktadura frankista barne, noski, beharrezkoa den
“errelatoa” idaztea planteatuta dagoen abagune honetan. Niri dagokidanez, uste
nuen dezente datu nituela pertsekuzio hartaz baina harri eta zur utzi nau
liburugileak bere lanerako hainbeste material lortzeko jarduerak eta liburuan
modu sistematizatuan aurkeztu izanak.
Anxo Ferreiro Currásen lan honek aukera eman dit ezagunak nituen zenbait
datu, bizitzea egokitu izan zaidan ingurune hurbilenean ezagutu eta bizi
izandakoak, testuinguruan kokatzeko.
Horrela, bada, Errigoiti nire jaioterrian zeuden abade etxe bietariko
bati, hutsik zegoenari hain justu, “D.
Alejandroren etxea” deitzen genion. D. Alejandro Sagarnak, Zeanuriko seme
zan abadeak, erbestera ihes egin behar izan zuen gerraren ondorioz. Ez dut nik
haren gomutarik, baina nire familia esparruan gogoratzen eta estimatzen zuten
herrian, gazteekin batez ere, egin zuen pastoral lanagatik.
D.Juan Añibarro, Zeanuriko semea hau ere eta herriko parrokoa nire
umezaro eta gaztaroan, 1.935. urtean,
sei zeanuritar, batera, abade ordenatu zirenetariko bat zen. Behin baino
gehiagotan hitz egin zidan faxistek
fusilatu zuten D. Jose Sagarnari buruz, seikoteko kide zena hain zuzen,
baina ez zidan euskal elizgizonek pairatu zuten pretsekuzioari buruzko datu
orokor askorik ematen. Kasurako, ez dut gogoratzen bera bezala zeanuritarra eta
bere aurretik Errigoitiko abade izan zen D. Alejandro Sagarnari buruz ea ezer
aipatu zidanik. Beste honako hau bai oso ondo gogoratzen dut, hots, gerra
zibilari buruzko aipamen guztiak, sistematikoki, honela bukatzen zituen: “zuek ez
dakizue honeek zelakoak diren”, frankistak kontutan izanik, noski.
Nire lehenengo abade destinoa Zeanuri izan zen, hain zuzen, eta hantxe
ezagutu ahal izan nuen, bere gordintasun guztian, euskal nazionalisten eta
abade abertzaleen kontrako pertsekuzioa eta errepresioa. Bai batzuen eta bai
besteen delitu bakarra beren herria maitatzea, eta herriaren zerbitzuan
jardutea inposatutako gerra batetako egoera gogorrenetan ere.
“Herri lebitikoa” esan izan zitzaion Zeanuriri bokazio erlijiosoen
ugaritasunagatik. Datu hau aipatzen du William A. Christian semeak,
biztanleko abade, fraide eta mojatan
munduko errekorra baitzuen Zeanurik. 1.930. urte inguruan 2.300 biztanle zituen
Zeanurik. 1.935. urtean, Zeanuriko sei
seme, batera, abade ordenatu zirela eta, liburuxka bat prestatu zuten
eta bertan 276 abade, fraide eta mojen izenak jasotzen dira. Horrela, bada,
gerra zibilean pertsegituak izandako abade zeanuritarren izenak ere agertu
behar Anxo Ferreiro Currásen liburuan eta azaldu ere egiten dira, noski.
Zeanuri gerra zibilak gogorki kolpatutako herria izan zen, gerra garaian
gitxiengoa ziren herriko karlisten nagusikeriazko eta gehiegizko
jarduerengatik, Legutio - Barazar eta
Gorbeia tartean ez atzera ez aurrera gelditu zen frontearen hurbiltasunagatik
eta 1.937.ko apirilaren 6 eta 7an era batera gertatu ziren gerra ekintza eta
jasoera negargarriengatik.
Izan ere, errepublikano asturiarren konpania batetako kideek, alderdi
komunistarekin lotuak, Legutio - Barazar frontean burututako erasoaldian
pairatutako porrotarengatik, hisiak jota, erretitan zihoazela, Barazartik
beherako bidearen alboan dagoen
Beretxikorta auzuneko bi baserritan bizi ziren Florentzio Etxebarria eta
Erramon Etxebarria, biak artzainak, odol hotzean, hil egin zituzten. Txakurrak
ere akabatu egin zituzten.
Herrira iritsita, hara-horra nabarmendu ziren, etxeetan sartuz, ahal
zuten guztia arpilatuz eta ostuz, jendea ikaratuz ... D. Benito Atutxak, iloba
eta zinegotzi nazionalista zen Leon
Zuluaga, bere baserrian seguruagoago izango zen ustetan osaba hara eramateko
ustetan herrira etorria zena lagun zuela, aurka egin zien, pertsonak gutxienez
errespetatzeko eskatuz. Biak hil zituzten eta gorpuak bide bazterreko sasitzara
bota. D. Benito Atutxa Zeanuriko semea zen eta bertako Santa Maria parrokiako
parrokoa 1.922-1.937 urteetan. Abade
arretatsua, zeanuritarrek entusiasmoz aipatzen zituzten haren ekimen eta jarduera pastoral ugariak,
oraindik, ni Zeanuriko Santa Maria parrokiara iritsi nintzen 1958. urtean.
Gertaera hauek are eta mingarriagoak dira, gerra haretan euskaldunen
aliatuak ziren errepublikanoen konpainia batetako kideek burutuak izaki.
Bestalde, nazionalek Zeanuri bonbardatu ere egin zuten egun haietako
nahasmenduaren erdian, zenbaitzuek, D. Benitoren familiarteko batzuek tartean,
euskal gudarosteari egotzi zioten ekintza hauen errua. Gerra zibileko tragedia
eta zentzugabekeriaren beste froga bat gehiago.
Egun haretan, hain justu, nazionalek burututako bonbardaketaren helburua
Zulaibar auzunean kokatuta zeuden bai bateria arina eta bai astuna suntsitzea
izan zen. Eraikinetan egindako txikizioez gain, hainbat zibil zauritu gertatu
ziren; hildako bi ere bai, Zulaibar auzuneko Esteban Astondoa eta herriko
Plazan bizi zen Jesus Urutxurtu umetxoa. Sei hildako!
Bestalde, nazionalek gerran fusilatutako 14 abadeetatik bat, esanda
dagoenez, D. Jose Sagarna Uriarte izan zen, 1.935. urtean, batera, abade ordenatutako seiretariko bat. 1.936.
urtean Berriatuko koadjutore izendatua izan zen arren, ezin izan zuen kargua
hartu, gerrako gertaerak tarteko. Ordura arte abade izan zen Markina-Xemeingo
Amalloa parrokian fusilatua zuten, 1.936.ko urriaren 20an. 24 urte zituen.
Zeanurira joan nintzenean bizi ziren oraindik ama alarguna eta bere
anaiak eta arreba bakarra. Familia ugaria, 10 senide; heuretatik hiru, Juan,
Emilio eta Txomin kartzelan egon ziren gerra amaitu zenean eta gero
kontzentrazio esparruetako “langile batailoietan”; beste bat, Erramon, behin
eta berriz atxilotua diktadura urteetan; gazteena, Fidel, abadea. Ilobetariko
batek, oso beranduago eta ustekabean, esan zidan joan ohi zirela noizbehinka
osabaren hilobia ikustera baina gurasoek zorrotz debekatzen ziela bisita haien
berri inori ematea. Gerra zibilaren
izugarrikeriak bizi izan zituztenemgan barne muinetaraino sartutako izuaren froga.
D. Jose Sagarnaren fusilatzearen karietara, ezein lekukok azaldu ahal izan zuen jasoera oso bitxia
gertatu zen.
Amalloko Amulategi baserri ondoan sagarrondo handi bat zegoen. 1.958
urteko ekaineko ostegun batez, ekaitz batek arbola zaharra bota egin zuen, baina
sustrairen bat lur barruan eta bizirik gelditu zen zuhaitza. Azaroaren 13an
baina,, ostegun gau batez, zohia bere lekuan sartu eta biharamonean berriz
tente aurkitu zuten sagarrondoa. Inork ezin zuen azaldu nola gertatu zen. D.
Jose Sagarna hil zuten lekutik 15 metro eskasera zegoen sagar arbola hori.
Berri harrigarria laster zabaldu zen eskualdean eta hurrengo larunbatean
hainbat jende, Ondarroatik eta batez ere, hurreratu zen toki haretara notizia
egiaztatzera. Hainbeste zurrumurru ere
zabaldu ziren. D. Joseren odola jausi zen lurrean ez zela gehiago belarrik hazi
... sagarrondoak sagarrak ematen zituela sasoitik kanpo (azaroan) ... D.
Joseren gorpua usteldu gabe zegoela .... Kontua da, D. Joseren gomuta biztu egin zela eta zuhaitzarena abertzaleen aldeko ezaugarri
miragarritzat hartu zuela jendeak.
Errejimen kolpistako agintariak arduratu egin ziren eta hurrengo igandean
baserriko sukaldea guardiazibilez bete zen berriro. 1.000 pezetako isunak
jartzen hasi ziren leku haretara hurbiltzen zirenei eta baita ere gertakariari
buruzko aipamenak egiten zituztenei. Horregatik, bada, jendea egunez mendi eta
basoetan ezkutatzen zen iluntzera arte eta gauez hurreratzen ziren zuhaitzaren
ondora sagarrondoaren adarren kimuren bat errelikia modura eramateko.
Sagarrondo tentetuaren kontua euskal
nazionalisten asmakizun eta gezurra baino ez zela frogatzeko
ahaleginetan, guardiazibilek inguruko biztanle mordoa deitu zuten deklaratzera,
baina alferrik; heurok ere ezin izan zioten
gertatutakoari azalpen logikorik aurkitu. Zurrumurruekin amaitzeko azken
saiakeran, Amulategiko etxekojaunari zuhaitza eraisteko agindu zioten; honek
ezezkoa eman zien, baina baimena ematen ziela, nahi izanez gero, heurek ebaki
zezaten.
Azkenean inor ez zen ausartu zuhaitz “santua” botatzen. Hilabete iraun
zuen Amallo inguruko anabasa honek; tarte horretan inguruko gazte
irreberenteren batzuek ere saiatu ziren zuhaitza botatzen, olgetan eta
guardiazibilengandik ezkutuan, baina alferrik hauen saiakera ere. Egin-eginean
ere lau astetara, ostegunez oraingoan ere, sagarrondoa berez jausi zen. Halere
bizirik iraun zuen urteetan, inausketa baten ondorioz ihartu zen arte.
D. Gabriel Manterola, Zeanuriko semea, Santa Maria parrokian koadjutore
eta abade lagun izan nuena, Ingalaterran izan zen erbesteratuta, gerra zela eta
ebakuatutako umeen kapilau lanak egiten. D. Leonardo Atutxa, batera
ordenatutako seikoteko kidea eta Santa Maria parrokiako koadjutorea D. Gabriel
bezala, euskal apaizen kontra irekitako sumario askoren arteko batetan
inputatua izan zen, naiz eta ez kondenatua izan; halere markatua eta psikikoki
oso urritua gelditu zen, igaro behar izan zuen estualdiaren erruz. Autortu
behar dut datu hau ez nuela ezagutzen Anxoren liburua irakurri arte; ezta ere
D. Fabian Angoitiaren kasua ere, zenuritarra hau ere eta D. Leonardo bezala
inputatua baina ez kondenatua; ezta ere ez nenkien D. Anastario Urutxurtu,
Zeanuriko semea, eta alboko Areatza herriko parrokoa Zenurin izan nintzanean,
gudarien kapilau izan zela.
D. Pedro Atutxa, D. Leonardoren anaia zaharragoa, Huescan egon zen
erbesteratuta. Handik itzultzean, Zeanuriko Ipiñaburu auzuneko Santiago elizako
parroko izendatu zuten. Jendearekiko gizon oso hurbila eta ekintzaile eta
suharra bat izatekotan, Zulaibar Eskola Profesionaleko sortzaileetariko bat
izan zen; eskola horretan burutu dituzte
profesio-ikasketak bai Zeanuri eta bai Arratia bailarako gazteek, neska
eta mutil, azken 58 urteetan.
Gogoragarri honetan D. Victor Etxebarria Zuloaga aipatzea falta da.
Inputatua bai izan zen baina ez kondenatua eta Kanariar Uharteetara erbesteratu
zen. Urtero etortzen zen Zeanuri jaioterrira, abuztuko hilean, hil zen arte.
Amaitzeko, bidezkoa da D. Juan Aldekoa-Otalora aipatzea. Igorretako seme
hau Zeanuriko koadjutore izan zen eta
Ibaizabal batailoiko Arratia konpainiako gudarien kapilau. Konpania haretako
gudari ohi baten lekukotasunaren arabera, beldur ikaragarria zien tiroei, baina
kapilau jatorra izan zen. Espetxeratuta gero, Julian Besteiro sozialistarekin
batera Karmonako (Sevilla) espetxean izan ziren euskal apizetako bat izan zen.
Gudarien kapilau izan zen halaber D. Luziano Urruzuno, gerra ondoren Zeanuriko koadjutore izan zena eta Artea
(Castillo-Elexabeitia ) alboko herriko parroko,
Zeanurin izan nintzanean.
Anxo Ferreiroren liburua irakurtzean eta bertan jasotzen diren zenbait
gertaeren protagonista izan zirenekin elkarrekin bizi ondoren eta beste zenbait
bidetatik apaiz abertzaleen kontrako pertsekuzioaren datu eta zehaztasun
gehiago ezagu eta gero, berriz bururatzen zait zer-nolako erabateko ezjakintasunaz
atera ginen Seminariotik, bai apaiz haiek sufritu behar izan zutenari buruz
bereziki eta, oro har, gerra zibila Euskal Herriarentzat izan zen izugarrizko
dramari buruz.
Harira ez dator izan nintzen hiru seminarioetako -Castillo-Elexabeitia, Gasteiz eta
Derio- arduradunak epaitzea eta beraz
ez dut jarrerarik hartuko haien portaera gerra zibila ezagutu zutenengan barne
muinetaraino sartu eta orokortu zen beldurrak eragindakoa izan zen ala
haietariko gehienak gerratik sortutako errejimenaren aldekoak zirelako izan zen
baieztatzeko.
Halere, bizi-bizi gogoratzen ditut inposatutako zenbait jarduera, genuen
adinagatik baloratu ezin genituenak ez kontra egin, baina oraingo ikuspegitik
hausnartuta intentzionalitate batez ezarritakotzat jotzen ditudanak.
Castillo-Elexabeitiako seminario txikian, eguneroko meditazio eta meza
aurretik goizeko otoitzak errezatzen genituen eta haien amaieran Espainiaren aldeko otoitza. Goizean izaten genituen bakoitza ordubeteko
estudio eta eskola biren ondoren, ordu erdiko estudio tartea bat izaten genuen
bazkal aurretik; tarte horren amaieran, estudio gelan bertan, zutik, honako
abesti hau abesten genuen:
Bendita y alabada
sea la hora
en que la Virgen
Santisima
vino en carne mortal
a Zaragoza, a Zaragoza.
Bendita sea, por
siempre sea, bendita y alabada.
Egitzat jotzen genuen, bada, Ama
Birjina haragi hilgarritan etorri zela Zaragozara eta Zaragoza horretako
Zutabearen bikaintasunak abesten genituen, genuen adinean Zutabe horri
erantsitako konnotazioez jabetzeko adina
ezagupen ez genuenean. Guzti hori 12-15 urteko umeekin.
Seminario txiki haretako hezitzaileen artean bazen bat esku ezkerreko eraztun hatza eta hatz txikia
eta hatz horien zabaleran eskumuturrerainoko ahurra falta zitzaiona.
Bagenekien, gerra zibilean, metrailaz, egindako zauria zela, baina ez gerran
burrukatu ziren bandoren batetan ala beste egoeraren batetan gertatu
zitzaionik. Horrexenbesteraino iristen zen gerrarekin zerikusia zuen guztiaren
ezkutatzea.
Gasteizko Seminarioari dagokionez,
iberiar penintsula guztiko seminariorik hoberena izatearen fama
zuen; gutxienez, horrela katalogatzen ziguten seminario haretara
ekintza akademiko, kultural ala erlijiosoren baten karietara hurbiltzen ziren
jaunek. Apaizgai gehienak euskal hiztunak izanik, udaldiko oporrak hasten ziren
eguneko goizeko mezaren amaieran abesten genuen Agur Jesusen Ama baino beste erabilerarik ez zuen euskarak
Gasteizko seminarioan.
Jokabide berdina izan zuen, lehen urteetan bederen, Derioko seminario
nagusiak. Salbuespen bat. Euskarazko eskola, asterokoa uste dut, antolatu zuen,
apaizgai guztientzat, zein ama hizkuntza euskara zutenentzat zein euskara tutik
ez zekitenentzat. Ez dakit adorea ala ausarkeria erakutsi zituen D. Fernando
Arsuagak eskola haiek emateko ardura hartu zuenean.
Seminarioko urteetan izan eta ezagutu genituen hezitzaile eta irakasleen
artean ez ginen jakitun izan nortzu ziren euskal hiztunak, kasu bakanen batetan
izan ezik; eta horrelakoetan Seminario
hezitzaile ala irakasle bezala zuten zereginetik aparteko bideren batetik.
Egoera honetan ulergarria da ez genuela itxaroterik gerra zibilaren errealitate gordinez
informaziorik eman ziezaguketenik eta
gure lehen destinoetako herrietan herritarrek bizi-bizi gogoratzen zituzten
bizipen eta gerraren ondorioei erantzun ahal izateko gutxieneko formaziorik
eman zezaketenik.
Seminariotik irtetzean nituen gabeziak gerra zibilari buruzko idazki
batzuen irakurketaz eta eliztarrek gerratean
jasan beharreko sufrikarioak gogoratu eta barru-barruko zirraraz
kontatzen zizkidaten lekukotasunez, nolabait, hornitu behar izan nituen.
Testuinguru honetan, berriz aitortu behar dut ezusteko ezin
atsegingarriagoa gertatu zaidala Anxo Ferreiro Currás galiziarrak bere liburuan
euskal apaizteriak jasandako
pertsekuzioari buruz datu dokumentatu mordoa aurkeztea. Eskura jarri dizkigu
Ferroleko Artxibategi militarrean aztertu ahal izan dituen datuak. Esker oneko
zor handi bat dugu harekiko. Bestalde, bere lana erronkatzat hartu behar dugu
Euskal Herrian bertan gerra zibilari
buruz falta diren datuak aztertu eta argitara ditzagun.
Liburuaren bi alde azpimarratuko nituzke. Oso argi jasotzen du gerra zela
eta egin beharreko hautuan Euskal Herriaren alde lerrokatu ziren apaizen kontra
matxinatuek erakutsi zuten ezinikusia eta gorrotoa, batetik, eta, areagotu gabe
izanik ere, nazionalen alde jarri ziren
apaizen datuak ere jasotzen ditu, bestetik.
Honela, bada, gerratean euskal apaizen jarduerek erakusten dituzten argi
eta itzalak azaltzen ditu liburuak.
(...)
Hitzaurre hau idazteko dokumentatzen jardun dudala, gutxienez bitxitzat jo daitezken anekdota bat edo besteren berri ere izan dut.
Gerratean fusilatutako apaizetariko bat D. Celestino Onaindia izan
zen. Haren iloba apaiz bat, D. Jon
Onaindia, Covadongan izan zen, 1.983. urtean, bere osaba apaiz D. Domingo eta
D. Albertorekin, opor egun batzu pasatzen. D. Domingo hizketan hasi zen
Covadongako kanonigo batekin. D. Domingok bizkaitarra zela esan zionean,
kanonigoak esan zion bera gerratean
erreketeen konpainia batetako kapilau
zela, abade bizkaitar bat atxilotu zutela bere konpainiakoek Elgoibarren. Berehalakoan
fusilatu nahi zutela eta bera horren kontra jarri zela. Ezagutzen baldin
bazuen, ea haretaz zer izan zen jakin nahi zuela. D. Domingok bere anaia zela
esan zion eta fusilatu egin zutela.
Hurrengo egunean deitu eta gau osoan ezin lorik egin izan zuela aitortu
zien, eman zien berria burutik kendu ezinik. Bere koldarkeriagatik parkamena
eskatu zien, haren bizia salbatzeko ahalegin gehiago ez zuelako egin.
Gerratea dela eta euskal apaizteriak jasandako nekeen artean ezin apitatu gabe utzi,
Dueñasko (Palencia) eta Carmonako (Sevilla) espetxeak. Carmonako espetxeari
dagokionez, ezaguna da kartzela haretan zegoen baten apaizgoko urrezko ezteguen
karietara, Julian Besteiro buruzagi sozialistarekin batera apaizen taldeari
egindako argazkia.
Dueñasko kartzelari dagokionez, kartzela haretako biziegokitasun
baldintza gizapetikoez gain, hirurogeitaka urteak zituen Elorrioko parroko D.
Juan Izurrategiren heriotza aipatu behar. Zortzi urtetako espetxe zigorra
ezarri ziotenean, baimendu zioten azken alegatuan, adore eta umore paregabea
erakutsiz, hainbeste urtetako bizia
segurtatzea eskertzen ziela adierazi zien epaimahikoei. Espetxean kide izan
zituen apaiz lagunek bere hiletan Perosiren Requiem meza abestuz egin zioten
azken agurra.
Hogeita hamaika urte geroago,
1968. urtean, Zamorako kartzela ireki zen, Francoren diktadura garain kondenatutako apaizak espetxeratzeko.
Agintari zibil eta militarrek erabakitako Dueñas eta Karmonako kartzelen alderantziz, Zamorako
kartzela aginte zibil eta erlijiosoaren akordioz ireki zen, vatikanoak eta
Espainiako gobernuak, 1.953. urtean izenpetutako Konkordatuaren arabera.
Kartzela konkordatarioa, beraz. 1.976.urtean itxi zen. Bertatik igarotako
berrogeita hamahiru apaizetatik, berrogei euskaldunak izan ziren; guztiek arazo
politikoengatik zigortuak.
Dueñasko kartzelak bere “martiria”, D.Juan Izurrate¡gi, duen bezalaxe,
Zamorakoak ere badu berea. Nikola Telleria Merikaetxebarria, Sopelako (Bizkaia)
parrokoari hamar urteko kartzela zigorra
ezarri zioten, berrogeita hamahiru urte zituelarik. Ea hirurogeirekin atera zen
kartzelatik, kartzelan sei urte igaro eta gero, oso hedatua zuen mnbiziak jota.
Handik hile gutxira hil zen. D. Juan Izurrategirenak ez bezala, haren
gorpuzkinak Nabarniz bere jaioterriko hillerian hobiratuta daude.
Pertsekuzio, espetxeratze, tortura, erailketa ... guzti hauen segida, Gotzain baten
erbesteratzea tarteko, serioski interpelatzen dute Eliza. Bere erabakia izan
behar du Euskal Herriak baduela eskubidea bere osotasunean herri gisa izan eta
garatzeko herritzat aitortua izateko Elizaren magalean.
Posible litzateke Derioko seminarioan, 1.968. urtean, itxitako apaizek
eskatu bezala, eliza pobrea, librea,
dinamikoa eta indigena izateko hautua egingo balu, eta abagune tragikoan
herriaren zerbitzari izatearen aldeko apustua eginez begi bistan jarri nahi
izan zuten eta Anxoren liburuam erreibindikatzen den apaizen memoria
erreibindikatuz eguneratzen denez.
Martin Orbe Monasterio
Bilbo, 2013ko otsaila
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