Abenduko izarrak

viernes, 6 de diciembre de 2013

Un galego ahonda en nuestra memoria Galiziar batek gogorarazten dizkigu gure oroitzapenak

Martin Orbe escribe el prólogo del libro: Consejos de guerra contra el Clero vasco. La Iglesia vasca vencida, donde recuerda sus experiencias en el Zeanuri de la posguerra. Aquí traemos una amplia selección, en castellano y en euskera, de dicha introducción. El que desee leer el texto completo puede acudir al libro. Eskerrik asko Martin zure ekarpenagaitik!




Un galego ahonda en nuestra memoria

Sorpresa, muy agradable por cierto, ha constituído para mí que un galego, Anxo Ferreiro  Currás, haya escrito desde Galizia, un libro sobre la persecución que sufrió el clero vasco durante la guerra civil de 1.936-39. Considero que es una aportación muy importante y oportuna en este tiempo en que está planteada la necesidad de escribir el  “relato”  sobre el pasado próximo de Euskal Herria, incluídas por supuesto la guerra civil y la dictadura franquista. Personalmente, creía que conocía bastantes datos sobre dicha persecución, pero me ha sorprendido la dedicación del autor para recabar tanto material para su trabajo y presentarlo de forma sistematizada en su libro.
El trabajo de Anxo Ferreiro Currás me ha  dado pie para contextualizar algunos datos que yo conocía, aportados por el entorno más cercano en que me ha tocado vivir y moverme.
Así, de las dos casas curales que había en Errigoiti, mi  pueblo natal, a una de ellas , deshabitada, se la conocía como “la casa de D. Alejandro”. D. Alejandro Sagarna, sacerdote natural de Zeánuri, tuvo que exiliarse a raíz de la guerra civil. No llegué a conocerle, pero en mi ámbito familiar se le recordaba y apreciaba por la labor pastoral que había desarrollado en el pueblo, sobre todo entre la juventud.
D. Juan Añíbarro, tambien de Zeánuri y párroco del pueblo durante mi niñez y juventud, era uno de los seis sacerdotes, hijos de Zeánuri, que se ordenaron juntos el año 1.935. Más de una vez me comentó cómo uno de los seis, D. José Sagarna, había sido fusilado por los fascistas, pero apenas se extendía en dar detalles sobre la persecución que el clero vasco sufrió durante la guerra civil. Como detalle, no recuerdo que me hablara de D. Alejandro Sagarna, natural de Zeánuri como él y antecesor como sacerdote en Errigoiti. Lo que sí recuerdo es cómo terminaba, sistemáticamente, los comentarios sobre la guerra civil: “vosotros no os percataís de cómo son éstos”, refiriéndose a los franquistas.

Mi primer destino como sacerdote fué, precisamente, Zeánuri y allí pude conocer, en toda su crudeza, la persecución y represión contra los nacionalistas vascos y contra los sacerdotes abertzales. El único delito, tanto de unos como otros, fué ser amantes de su pueblo y, consecuentemente, servidores del mismo incluso en circunstancias extremas como en una guerra impuesta.
Zeánuri fué denominado “pueblo levítico” por la abundancia de vocaciones religiosas. De este dato se hace eco el historiador británico William A. Christian Jr., resaltando que Zeánuri ostentaba el record mundial de sacerdotes y religiosos/sas por número de habitantes. En torno al año 1.930, Zeánuri contaba con 2.300 habitantes. Con motivo de la primera misa de los seis sacerdotes en el verano de 1.935 se confeccionó un pequeño folleto con 276 nombres entre sacerdotes, religiosos y religiosas. Lógicamente, sacerdotes de Zeánuri tenían que aparecer entre los perseguidos durante la guerra civil, como efectivamente son señalados en el libro de Anxo Ferreiro Currás.
Zeánuri fué un pueblo muy marcado por la guerra civil por las actuaciones prepotentes y abusivas de la minoría carlista del pueblo durante la guerra, por la cercanía del frente estacionado tanto en Legutiano-Barázar como en el Gorbea y por la coincidencia de acciones de guerra y sucesos luctuosos acaecidos entre los días 6 y 7 de abril de 1.937.
Efectivamante, una compañia de republicanos asturianos, de filiación comunista, que iban de retirada, despechados por su fracaso en la ofensiva del frente de Legutiano-Barázar, mataron a sangre fría a Florencio Etxebarria y Ramón Etxebarria, pastores ambos, que vivían en dos caserios contiguos del barrio Beretxikorta, situados a la vera de la carretera según se baja el puerto de Barázar. Mataron incluso a sus perros.
Al lllegar al casco del pueblo, camparon a sus anchas, entrando en las casas, saqueando y robando cuanto podían y amedrentando a la gente. D. Benito Atutxa, acompañado de un sobrino suyo, León Zuloaga, concejal nacionalista del Ayuntamiento, que justamente había venido con la idea de llevar al tío a su caserío porque allí estaría más seguro, se les enfrentó, rogándoles que por lo menos respetaran a las personas. Les mataron a los dos y arrojaron sus cadáveres a las zarzas del borde de la carretera. D. Benito Atutxa era natural de Zeánuri y párroco de su parroquia de Santa María entre los años 1.922-1.937. Sacerdote muy celoso, la gente de Zeánuri comentaba con entusiasmo sus muchas iniciativas y actividades pastorales todavía el año 1.958 cuando yo me incorporé a la parroquia de Santa María de Zeánuri.
Estos hechos resultan más dolorosos al haber sido perpetrados por una compañía de repùblicanos, aliados de los vascos en la guerra. Por otra parte, en la confusión de aquellos días en los que Zeánuri había sido bombardeado por los nacionales, hubo gente, incluso entre familiares de D. Benito, que culparon al ejército vasco de estos asesinatos. Una más entre las tragedias y sinrazones de la guerra civil.
El bombardeo realizado por los nacionales el mismo día tuvo por objetivo destruir la batería tanto de artillería ligera como pesada situada en el barrio Zulaibar. Además de los destrozos en edificios e instalaciones, fueron bastantes los civiles heridos; e incluso, dos muertos, Esteban Astondoa  en el citado barrio Zulaibar y el niño Jesús Urutxurtu en la Plaza del pueblo. Seis muertos!

Por otra parte, uno de los 14 sacerdotes fusilados por los nacionales durante la guerra civil fué, como ya se ha dicho, D. José Sagarna Uriarte, uno de los seis sacerdotes naturales de Zeánuri ordenados en el año 1.935. Nombrado en 1.936 coadjutor de Berriatua, no pudo tomar posesión de su destino por los avatares de la guerrra. Fué fusilado en su anterior parroquia de Amalloa (Markina-Xemein), el 20 de octubre de 1.936. Tenía 24 años.
Cuando fuí a Zeánuri vivían su madre viuda y sus hermanos y su única hermana. Familia numerosoa, 10 hijos, de los que tres, Juan, Emilio y Txomin estuvieron primeramenrte presos al terminar la guerra y luego en campos de concentración en los “batallones de trabajadores”; otro, Ramón, detenido varias veces durante la dictadura; el más joven, Fidel, sacerdote. Una de las sobrinas me informó accidentalmente y mucho más tarde, que solían visitar con cierta regularidad la tumba de su tio, pero sus padres les prohibían terminantemente que comentaran a nadie esas visitas. Una prueba del terror penetrado hasta lo más profundo del ser en quienes vivieron los horrores de la guerra civil.

En relación con el fusilamiento de D. José Sagarna sucedió un hecho rarísimo que ninguno de los testigos lograron explicar.
Cerca del caserio Amulategi de Amalloa había un hermoso manzano. Un jueves de junio de 1958 una tormenta tumbó el árbol, si bien gracias a alguna raíz que quedó en la tierra no se secó. En la noche del 13 de noviembre del mismo año, tambien jueves, el manzano apareció erguido de nuevo. Nadie pudo explicarse cómo sucedió. El manzano en cuestión estaba a escasos 15 metros del lugar donde le habían afusilado a D. José Sagarna.
Naturalmente la noticia del suceso se extendió inmediatamente por la zona y ya el sábado siguiente bastante gente, sobre todo de Ondárroa, se acercó al lugar a comprobar la noticia. Se extendieron otros rumores: que en el lugar en el que había caído la sangre de D. José no germinó más la hierba ... que el manzano dió fruto fuera de temporada (en noviembre) ... que el cuerpo de D. José estaba incorrupto ... De esta forma se reavivó el recuerdo de D. José y la gente interpretaba el hecho como una señal milagrosa favorable a la causa de los abertzales.
Las autoridades golpistas se alarmaron  y el domingo siguiente la cocina del caserio estaba llena de gurdias civiles. Empezaron a imponer multas de 1.000 pesetas no solo a los que se acercaban al lugar sino incluso a los que hacían comentarios sobre el suceso. En vista de esto, la gente se escondía de día entre los árboles y se acercaban al lugar, de noche, para llevar como reliquia trozos de las ramas del manzano.
Intentando  demostrar que todo lo relacionado con el árbol era pura invención y mentira de los nacionalistas vascos,  los guardias civiles llamaron a declarar a muchos vecinos, pero todo fué en vano; ninguno pudo dar una explicación lógica. Para terminar con los rumores le conminaron al dueño del caserio Amulategi a que cortara el árbol; el dueño se negó, diciéndoles que les permitía que lo cortaran ellos.
Nadie se atrevió a cortar el árbol “santo”.  Un mes duró la movida en torno a este  suceso. En este tiempo, un grupo de jovenes irreverentes, medio en bromas y a espaldas de la guardia civil, intentaron echar el árbol, pero no lo consiguieron. A las cuatro semanas justas, tambien en jueves, el manzano volvió a caerse. Pero siguió vivo durante años hasta que por fin, tras una poda, se secó.

D. Gabriel Manterola, natural de Zeánuri, coadjutor y compañero en la parroquia de Santa María, estuvo exiliado en Inglaterra, como capellán de los niños/as evacuados de la guerra. D. Leonardo Atutxa, tambien de Zeánuri y coadjutor como D. Gabriel, estuvo imputado en uno de los tantos sumarios abiertos contra los sacerdotes vascos si bien no fue condenado, pero quedó muy marcado y mermado psíquicamente por el trance por el que tuvo que pasar. Tengo que reconocer que, hasta leer el libro de Anxo, no conocía este dato ni el referente a D. Fabián Angoitia, natural trambien de Zeánuri, imputado así mismo aunque no condenado, como D. Leonardo; como tampoco conocía el dato de que D. Anastasio Urutxurtu, hijo de Zeanuri y párroco del contiguo pueblo de Areatza cuando yo estaba en Zeánuri, había sido capellán de gudaris.

D. Pedro Atutxa, hemano mayor de D. Leonardo, estuvo desterrado en Huesca. Al volver fué nombrado párroco de la parroquia de Santiago de Ipiñaburu (Zeánuri). Hombre muy cercano a la gente y entusiasta y emprendedor, fue uno de los fundadores de la Escuela Profesional Zulaibar donde se ha formado profesionalmente gran parte de la juventud de Zeánuri y del valle de Arratia durante los últimos 58 años.
En este recordatorio falta por citar a D. Víctor Ertxebarria Zuloaga. Imputado no condenado se exilió en Canarias. Venía todos los años a Zeánuri, su pueblo natal, durante el mes de agosto, hasta que falleció en Canarias.
Para terminar, es de justicia citar a D. Juan Aldekoa-Otalora, natural de Yurreta, coadjutor de  Zeánuri y capellán de gudaris en la compañía Arratia del batallón Ibaizabal. Según testimonio de un ex-gudari de la citada compañía, tenía un miedo cerval a los tiros, pero fué un gran capellán. Encarcelado, fué uno de los sacerdotes presos con Julian Besteiro en la prisión de Carmona (Sevilla).
Tambien fué capellán de gudaris D. Luciano Urruzuno que fue coadjutor de Zeánuri y después párroco del cercano pueblo de Artea (Castillo-Elejabeitia) cuando yo estaba en Zeánuri.


Al leer el libro de Anxo Ferreiro y después de convivir con sacerdotes que fueron protagonistas de los hechos que se recogen en el mismo, y conocer por diversas vías más datos y detalles sobre la persecución a los sacerdotes abertzales, me viene a la mente, una vez más, el desconocimiento total con el que salimos del Seminario sobre la suerte de estos sacerdotes en particular y del terrible drama que supuso para Euskal Herria la guerra civil en general.
No viene al caso juzgar a los  responsables de los tres Seminarios  - Castillo-Elejabeitia,  Vitoria y Derio -  por los que pasé y por tanto no voy a posicionarme sobre si su postura y actuación se debió al miedo tan interiorizado y generalizado en los que conocieron y sufrieron la guerra civil u obedecía a que predominaban los que eran afectos al régimen surgido de la guerra.
No obstante, sí recuerdo actuaciones impuestas que no podíamos ni valorar ni oponernos a ellas por nuestra temprana edad y que consideradas desde la perspectiva actual estimo que estaban establecidas con una deterrminada intencionalidad.
Así, en el Seminario Menor de Castillo-Elejabeitia, todos los días antes de la meditación y misa de cada día, rezábamos las Preces y dentro de las mismas la Oración por España.  Inmediatamente antes de la comida, al terminar la media hora de estudio que solíamos tener después de las respectivas horas de estudio y clase de la mañana, puestos todos en pié en la misma Sala de estudio, cantábamos la siguiente canción:
Bendita y alabada sea la hora
en que la Virgen Santísima
vino en carne mortal a Zaragoza, a Zaragoza.
Bendita sea, por siempre sea, bendita y alabada.

Se daba por cierta la  venida de la Virgen María en carne mortal a Zaragoza y cantábamos las excelencias del Pilar de Zaragoza sin que, a nuestra edad, pudieramos percatarnos de las connotaciones adjudicadas a dicho Pilar. Todo esto entre niños de 12-15 años de edad.
Había entre los Superiores de dicho Seminario Menor uno a quien le faltaban los dedos anular y menique y la parte de la mano correspondiente a los mismos. Sabíamos que el accidente lo había sufrido durante la guerra, pero no si había sido en alguno de los frentes de guerra o en alguna otra circunstancia. Hasta ese extremo llegaba el ocultamiento de todo lo relacionado con la guerra.

En cuanto al Seminario de Vitoria tenía fama de ser el mejor Seminario de toda la península o por lo menos así lo catalogaban quienes venían al mismo con motivo de algún acto académico, cultural o religioso. Siendo euskaldunes una amplia mayoría de los seminaristas, la única presencia del euskara se reducía a cantar el Agur, Jesusen Ama, al final de la misa del día que comenzábamos las vacaciones de verano.
La misma política siguió, por lo menos en los primeros años, el Seminario Mayor de Derio. Un salvedad. Organizó una clase de euskara, creo recordar que semanal, para todos juntos, tanto para los que no conocían ni una palabra de euskara como para los que teníamos el euskara como lengua materna. No sé si fué valor o temeridad lo que tuvo D. Fernando Arsuaga al encargarse de aquellas clases.
De los Superiores y Profesores que tuvimos a lo largo de la carrera, no pudimos saber quiénes eran euskaldunes, excepto algún que otro caso aislado; y en esos casos por circunstancias externas y ajenas a su cometido como Superiores y/o Profesores en el Seminario
 En estas circunstancias se entiende que difícilmente podía esperarse que nos informaran sobre la terrible realidad de la guerra civil y nos orientaran y formaran mínimamente para enfrentarnos en los pueblos de nuestros primeros destinos a las vivencias y consecuencias de la guerra que la gente conservaba muy vivas aún en el recuerdo.


Las carencias con las que salí del Seminario tuvieron que ser subsanadas con lecturas de diversas obras sobre la guerra civil y por testimonios directos de los feligreses que recordaban y contaban con emoción apenas contenida los sufrimientos acarreados por la guerra.
En este contexto me complace insistir en que ha supuesto una sorpresa tan inesperada como agradable, que el galego  Anxo Ferreiro Currás ofrezca en su libro todo un arsenal de datos documentados sobre la persecución al clero vasco. Ha puesto a nuestro alcance los datos a los que ha tenido acceso en el Archivo militar de Ferrol. Tenemos una inmensa deuda de gratitud con él. Por otra parte es un reto que debe incentivarnos a que desde Euskal Heria se investiguen y publiquen otros datos sobre la guerra civil.
Destacaría dos aspectos de su libro. Queda muy bien reflejada la animosidad y la animadversión de los sublevados contra el clero alineado con el Pueblo Vasco en la decisión tomada ante la contienda; y aporta datos, sin cargar excesivamente las tintas, sobre los eclesiásticos que apostaron por los nacionales.
Ciertamente quedan reflejadas en el libro las luces y sombras de las actuaciones del clero vasco durante la guerra civil. Esta dualidad pude comprobar yo en Zeánuri entre los sacerdotes del cabildo parroquial al que tuve que incorporarme. 

(...)


A la hora de documentarme para escribir este Prólogo, he podido enterarme de anécdotas que habría que catalogarlas, por lo menos, de curiosas.
Uno de los sacerdotes fusilados durante la guerra fué D. Celestino Onaindía. Un sobrino suyo tambien sacerdote, D. Jon Onaindía, estuvo unos días en Covadonga, el año 1.983, durante sus vacaciones de verano, con sus dos tios sacerdotes, D. Domingo y D. Alberto. D. Domingo entabló conversación con un canónigo de Covadonga quien al decirle D. Domingo que él era vizcaíno, le comentó que la compañía de requetés de la que él había sido capellán durante la guerra, había detenido en Elgoibar a un sacerdote vizcaíno. Pretendían fusilarle inmediatamente a lo que él se opuso. Le gustaría saber, si es que le conocía, qué había sido de él. D. Domingo le contestó que era su hermano y que había sido fusilado.
Al día siguiente les llamó y les confesó que no había podido dormir durante toda la noche, consternado por la información que le habían dado. Terminó pidiéndoles perdón por su cobardía, al no haber hecho más por salvarle la vida.

Entre las penalidades del clero vasco con motivo de la guerra, no se pueden pasar por alto las cárceles de Dueñas (Palencia) y Carmona (Sevilla). De la cárcel de Carmona es conocida la fotografía hecha con motivo de las Bodas de Oro de sacerdocio de uno de los sacerdotes presos donde aparece tambien el dirigente socialista Julian Besteiro.
El hecho más relevante de la cárcel de Dueñas, además de sus condiciones de habitabilidad infrahumanas, sería la muerte en la misma del septuagenario párroco de Elorrio, D. Juan Izurrategi, condenado a ocho años de prisión, quien en el alegato final de su juicio tuvo el coraje y el humor de decirles a los componentes del tribunal que les agradecía que le aseguraran ocho años de vida. Los sacerdotes compañeros de prisión, le despidieron cantando en su funeral la Misa de Requiem de Perosi.
Treinta y un años más tarde, en 1.968, se abrió la cárcel de Zamora para encarcelar a los sacerdotes penados durante la dictadura de Franco. A diferencia de las cárceles de Dueñas y Carmona decididas por la autoridad civil, la cárcel de Zamora se habilitó de mutuo acuerdo entre la autoridad civil y religiosa, en virtud del Concordato firmado en el año 1.953 entre la Santa Sede y el Gobierno español. Cárcel concordataria, por tanto. Se cerró el año 1.976. De los cincuenta y tres sacerdotes que pasaron por ella, cuarenta fueron vascos; todos ellos encarcelados por motivos políticos.
Así como la cárcel de Dueñas tiene su “mártir”, D. Juan Izurrategi, tambien la de Zamora tiene el suyo. Nikola Tellera Merikaetxebarria, párroco de Sopela (Bizkaia), fué condenado a diéz años de prisión, cuando contaba 53 años de edad. Salió de la cárcel, casi sexagenario, después de cumplir seis años, con un cáncer muy avanzado. Murió a los pocos meses. A diferencia de  D. Juan Izurrategi, sus restos mortales fueron enterrados en su pueblo natal de Nabárniz (Bizkaia).
Toda esta secuencia de persecuciones, encarcelamientos, torturas, ejecuciones ... incluído el destierro del Obispo,  interpelan seriamente a la  Iglesia. Decisión suya tiene que ser el  reconocer que Euskal Herria tiene pleno derecho a ser aceptado, en el ámbito de la Iglesia, como un pueblo que pueda realizarse como tal en toda su integridad.
Sería  y debería ser posible si la Iglesia optara por ser una Iglesia pobre, libre, dinámica e indígena  tal como pedían los sacerdotes encerrados en el Seminario de Derio, en noviembre del año 1.968, y que los sacerdotes represaliados, cuya memoria reivindica el libro de Anxo Ferreiro Currás, trataron de visualizarla en las trágicas circunstancias en que les tocó ser servidores de su Pueblo.

                                                                                               Martin Orbe Monasterio
                                                                                              Bilbo, febrero de 2.013



Galiziar batek gogorarazten dizkigu gure oroitzapenak

Ezustekoa, eta oso atsegina, izan da niretzat Anxo Ferreiro Currás galiziarrak eta Galiziatik bertatik euskal elizgizonek 1.936-39 tarteko gerra zibilean pairatu zuten pertsekuzioaz liburu bat idatzi izana. Nire ustez ekarpen oso garrantzitsu eta egokia da Euskal Herriaren hurbileko iraganaldiaz, gerra zibila eta ondorengo diktadura frankista barne, noski, beharrezkoa den “errelatoa” idaztea planteatuta dagoen abagune honetan. Niri dagokidanez, uste nuen dezente datu nituela pertsekuzio hartaz baina harri eta zur utzi nau liburugileak bere lanerako hainbeste material lortzeko jarduerak eta liburuan modu sistematizatuan aurkeztu izanak.

Anxo Ferreiro Currásen lan honek aukera eman dit ezagunak nituen zenbait datu, bizitzea egokitu izan zaidan ingurune hurbilenean ezagutu eta bizi izandakoak, testuinguruan kokatzeko.

Horrela, bada, Errigoiti nire jaioterrian zeuden abade etxe bietariko bati, hutsik zegoenari hain justu,  “D. Alejandroren etxea”  deitzen  genion. D. Alejandro Sagarnak, Zeanuriko seme zan abadeak, erbestera ihes egin behar izan zuen gerraren ondorioz. Ez dut nik haren gomutarik, baina nire familia esparruan gogoratzen eta estimatzen zuten herrian, gazteekin batez ere, egin zuen pastoral lanagatik.

D.Juan Añibarro, Zeanuriko semea hau ere eta herriko parrokoa nire umezaro eta gaztaroan, 1.935. urtean,  sei zeanuritar, batera, abade ordenatu zirenetariko bat zen. Behin baino gehiagotan hitz egin zidan faxistek  fusilatu zuten D. Jose Sagarnari buruz, seikoteko kide zena hain zuzen, baina ez zidan euskal elizgizonek pairatu zuten pretsekuzioari buruzko datu orokor askorik ematen. Kasurako, ez dut gogoratzen bera bezala zeanuritarra eta bere aurretik Errigoitiko abade izan zen D. Alejandro Sagarnari buruz ea ezer aipatu zidanik. Beste honako hau bai oso ondo gogoratzen dut, hots, gerra zibilari buruzko aipamen guztiak, sistematikoki, honela bukatzen zituen: “zuek ez dakizue honeek zelakoak diren”, frankistak kontutan izanik, noski.

Nire lehenengo abade destinoa Zeanuri izan zen, hain zuzen, eta hantxe ezagutu ahal izan nuen, bere gordintasun guztian, euskal nazionalisten eta abade abertzaleen kontrako pertsekuzioa eta errepresioa. Bai batzuen eta bai besteen delitu bakarra beren herria maitatzea, eta herriaren zerbitzuan jardutea inposatutako gerra batetako egoera gogorrenetan ere.

“Herri lebitikoa” esan izan zitzaion Zeanuriri bokazio erlijiosoen ugaritasunagatik. Datu hau aipatzen du William A. Christian semeak, biztanleko  abade, fraide eta mojatan munduko errekorra baitzuen Zeanurik. 1.930. urte inguruan 2.300 biztanle zituen Zeanurik. 1.935. urtean, Zeanuriko sei  seme, batera, abade ordenatu zirela eta, liburuxka bat prestatu zuten eta bertan 276 abade, fraide eta mojen izenak jasotzen dira. Horrela, bada, gerra zibilean pertsegituak izandako abade zeanuritarren izenak ere agertu behar Anxo Ferreiro Currásen liburuan eta azaldu ere egiten dira, noski. 

Zeanuri gerra zibilak gogorki kolpatutako herria izan zen, gerra garaian gitxiengoa ziren herriko karlisten nagusikeriazko eta gehiegizko jarduerengatik, Legutio  - Barazar eta Gorbeia tartean ez atzera ez aurrera gelditu zen frontearen hurbiltasunagatik eta 1.937.ko apirilaren 6 eta 7an era batera gertatu ziren gerra ekintza eta jasoera negargarriengatik.

Izan ere, errepublikano asturiarren konpania batetako kideek, alderdi komunistarekin lotuak, Legutio - Barazar frontean burututako erasoaldian pairatutako porrotarengatik, hisiak jota, erretitan zihoazela, Barazartik beherako bidearen alboan  dagoen Beretxikorta auzuneko bi baserritan bizi ziren Florentzio Etxebarria eta Erramon Etxebarria, biak artzainak, odol hotzean, hil egin zituzten. Txakurrak ere akabatu egin zituzten.

Herrira iritsita, hara-horra nabarmendu ziren, etxeetan sartuz, ahal zuten guztia arpilatuz eta ostuz, jendea ikaratuz ... D. Benito Atutxak, iloba eta zinegotzi nazionalista zen   Leon Zuluaga, bere baserrian seguruagoago izango zen ustetan osaba hara eramateko ustetan herrira etorria zena lagun zuela, aurka egin zien, pertsonak gutxienez errespetatzeko eskatuz. Biak hil zituzten eta gorpuak bide bazterreko sasitzara bota. D. Benito Atutxa Zeanuriko semea zen eta bertako Santa Maria parrokiako parrokoa  1.922-1.937 urteetan. Abade arretatsua, zeanuritarrek entusiasmoz aipatzen zituzten  haren ekimen eta jarduera pastoral ugariak, oraindik, ni Zeanuriko Santa Maria parrokiara iritsi nintzen 1958. urtean.

Gertaera hauek are eta mingarriagoak dira, gerra haretan euskaldunen aliatuak ziren errepublikanoen konpainia batetako kideek burutuak izaki. Bestalde, nazionalek Zeanuri bonbardatu ere egin zuten egun haietako nahasmenduaren erdian, zenbaitzuek, D. Benitoren familiarteko batzuek tartean, euskal gudarosteari egotzi zioten ekintza hauen errua. Gerra zibileko tragedia eta zentzugabekeriaren beste froga bat gehiago.

Egun haretan, hain justu, nazionalek burututako bonbardaketaren helburua Zulaibar auzunean kokatuta zeuden bai bateria arina eta bai astuna suntsitzea izan zen. Eraikinetan egindako txikizioez gain, hainbat zibil zauritu gertatu ziren; hildako bi ere bai, Zulaibar auzuneko Esteban Astondoa eta herriko Plazan bizi zen Jesus Urutxurtu umetxoa. Sei hildako!

Bestalde, nazionalek gerran fusilatutako 14 abadeetatik bat, esanda dagoenez, D. Jose Sagarna Uriarte izan zen, 1.935. urtean, batera,  abade ordenatutako seiretariko bat. 1.936. urtean Berriatuko koadjutore izendatua izan zen arren, ezin izan zuen kargua hartu, gerrako gertaerak tarteko. Ordura arte abade izan zen Markina-Xemeingo Amalloa parrokian fusilatua zuten, 1.936.ko urriaren 20an. 24 urte zituen.

Zeanurira joan nintzenean bizi ziren oraindik ama alarguna eta bere anaiak eta arreba bakarra. Familia ugaria, 10 senide; heuretatik hiru, Juan, Emilio eta Txomin kartzelan egon ziren gerra amaitu zenean eta gero kontzentrazio esparruetako “langile batailoietan”; beste bat, Erramon, behin eta berriz atxilotua diktadura urteetan; gazteena, Fidel, abadea. Ilobetariko batek, oso beranduago eta ustekabean, esan zidan joan ohi zirela noizbehinka osabaren hilobia ikustera baina gurasoek zorrotz debekatzen ziela bisita haien berri inori ematea.  Gerra zibilaren izugarrikeriak  bizi izan  zituztenemgan   barne muinetaraino sartutako izuaren froga.

D. Jose Sagarnaren fusilatzearen karietara, ezein lekukok  azaldu ahal izan zuen jasoera oso bitxia gertatu zen.

Amalloko Amulategi baserri ondoan sagarrondo handi bat zegoen. 1.958 urteko ekaineko ostegun batez, ekaitz batek arbola zaharra bota egin zuen, baina sustrairen bat lur barruan eta bizirik gelditu zen zuhaitza. Azaroaren 13an baina,, ostegun gau batez, zohia bere lekuan sartu eta biharamonean berriz tente aurkitu zuten sagarrondoa. Inork ezin zuen azaldu nola gertatu zen. D. Jose Sagarna hil zuten lekutik 15 metro eskasera zegoen sagar arbola hori. 

Berri harrigarria laster zabaldu zen eskualdean eta hurrengo larunbatean hainbat jende, Ondarroatik eta batez ere, hurreratu zen toki haretara notizia egiaztatzera.  Hainbeste zurrumurru ere zabaldu ziren. D. Joseren odola jausi zen lurrean ez zela gehiago belarrik hazi ... sagarrondoak sagarrak ematen zituela sasoitik kanpo (azaroan) ... D. Joseren gorpua usteldu gabe zegoela .... Kontua da,  D. Joseren gomuta biztu egin zela  eta zuhaitzarena abertzaleen aldeko ezaugarri miragarritzat hartu zuela  jendeak.

Errejimen kolpistako agintariak arduratu egin ziren eta hurrengo igandean baserriko sukaldea guardiazibilez bete zen berriro. 1.000 pezetako isunak jartzen hasi ziren leku haretara hurbiltzen zirenei eta baita ere gertakariari buruzko aipamenak egiten zituztenei. Horregatik, bada, jendea egunez mendi eta basoetan ezkutatzen zen iluntzera arte eta gauez hurreratzen ziren zuhaitzaren ondora sagarrondoaren adarren kimuren bat errelikia modura eramateko.

Sagarrondo tentetuaren kontua euskal  nazionalisten asmakizun eta gezurra baino ez zela frogatzeko ahaleginetan, guardiazibilek inguruko biztanle mordoa deitu zuten deklaratzera, baina alferrik; heurok ere ezin izan zioten  gertatutakoari azalpen logikorik aurkitu. Zurrumurruekin amaitzeko azken saiakeran, Amulategiko etxekojaunari zuhaitza eraisteko agindu zioten; honek ezezkoa eman zien, baina baimena ematen ziela, nahi izanez gero, heurek ebaki zezaten.

Azkenean inor ez zen ausartu zuhaitz “santua” botatzen. Hilabete iraun zuen Amallo inguruko anabasa honek; tarte horretan inguruko gazte irreberenteren batzuek ere saiatu ziren zuhaitza botatzen, olgetan eta guardiazibilengandik ezkutuan, baina alferrik hauen saiakera ere. Egin-eginean ere lau astetara, ostegunez oraingoan ere, sagarrondoa berez jausi zen. Halere bizirik iraun zuen urteetan, inausketa baten ondorioz ihartu zen arte.

D. Gabriel Manterola, Zeanuriko semea, Santa Maria parrokian koadjutore eta abade lagun izan nuena, Ingalaterran izan zen erbesteratuta, gerra zela eta ebakuatutako umeen kapilau lanak egiten. D. Leonardo Atutxa, batera ordenatutako seikoteko kidea eta Santa Maria parrokiako koadjutorea D. Gabriel bezala, euskal apaizen kontra irekitako sumario askoren arteko batetan inputatua izan zen, naiz eta ez kondenatua izan; halere markatua eta psikikoki oso urritua gelditu zen, igaro behar izan zuen estualdiaren erruz. Autortu behar dut datu hau ez nuela ezagutzen Anxoren liburua irakurri arte; ezta ere D. Fabian Angoitiaren kasua ere, zenuritarra hau ere eta D. Leonardo bezala inputatua baina ez kondenatua; ezta ere ez nenkien D. Anastario Urutxurtu, Zeanuriko semea, eta alboko Areatza herriko parrokoa Zenurin izan nintzanean, gudarien kapilau izan zela.

D. Pedro Atutxa, D. Leonardoren anaia zaharragoa, Huescan egon zen erbesteratuta. Handik itzultzean, Zeanuriko Ipiñaburu auzuneko Santiago elizako parroko izendatu zuten. Jendearekiko gizon oso hurbila eta ekintzaile eta suharra bat izatekotan, Zulaibar Eskola Profesionaleko sortzaileetariko bat izan zen; eskola horretan burutu dituzte  profesio-ikasketak bai Zeanuri eta bai Arratia bailarako gazteek, neska eta mutil, azken 58 urteetan.

Gogoragarri honetan D. Victor Etxebarria Zuloaga aipatzea falta da. Inputatua bai izan zen baina ez kondenatua eta Kanariar Uharteetara erbesteratu zen. Urtero etortzen zen Zeanuri jaioterrira, abuztuko hilean, hil zen arte.

Amaitzeko, bidezkoa da D. Juan Aldekoa-Otalora aipatzea. Igorretako seme hau Zeanuriko koadjutore  izan zen eta Ibaizabal batailoiko Arratia konpainiako gudarien kapilau. Konpania haretako gudari ohi baten lekukotasunaren arabera, beldur ikaragarria zien tiroei, baina kapilau jatorra izan zen. Espetxeratuta gero, Julian Besteiro sozialistarekin batera Karmonako (Sevilla) espetxean izan ziren euskal apizetako bat izan zen.

Gudarien kapilau izan zen halaber D. Luziano Urruzuno,  gerra ondoren Zeanuriko  koadjutore izan zena eta Artea (Castillo-Elexabeitia ) alboko herriko parroko,  Zeanurin izan nintzanean.

Anxo Ferreiroren liburua irakurtzean eta bertan jasotzen diren zenbait gertaeren protagonista izan zirenekin elkarrekin bizi ondoren eta beste zenbait bidetatik apaiz abertzaleen kontrako pertsekuzioaren datu eta zehaztasun gehiago ezagu eta gero, berriz bururatzen zait zer-nolako erabateko ezjakintasunaz atera ginen Seminariotik, bai apaiz haiek sufritu behar izan zutenari buruz bereziki eta, oro har, gerra zibila Euskal Herriarentzat izan zen izugarrizko dramari buruz.

Harira ez dator izan nintzen hiru seminarioetako  -Castillo-Elexabeitia, Gasteiz eta Derio-   arduradunak epaitzea eta beraz ez dut jarrerarik hartuko haien portaera gerra zibila ezagutu zutenengan barne muinetaraino sartu eta orokortu zen beldurrak eragindakoa izan zen ala haietariko gehienak gerratik sortutako errejimenaren aldekoak zirelako izan zen baieztatzeko.

Halere, bizi-bizi gogoratzen ditut inposatutako zenbait jarduera, genuen adinagatik baloratu ezin genituenak ez kontra egin, baina oraingo ikuspegitik hausnartuta intentzionalitate batez ezarritakotzat jotzen ditudanak.

Castillo-Elexabeitiako seminario txikian, eguneroko meditazio eta meza aurretik goizeko otoitzak errezatzen genituen eta haien amaieran Espainiaren aldeko otoitza.  Goizean izaten genituen bakoitza ordubeteko estudio eta eskola biren ondoren, ordu erdiko estudio tartea bat izaten genuen bazkal aurretik; tarte horren amaieran, estudio gelan bertan, zutik, honako abesti hau abesten genuen:

Bendita y alabada sea la hora
en que la Virgen Santisima
vino en carne mortal a Zaragoza, a Zaragoza.
Bendita sea, por siempre sea, bendita y alabada.

Egitzat jotzen genuen, bada, Ama  Birjina haragi hilgarritan etorri zela Zaragozara eta Zaragoza horretako Zutabearen bikaintasunak abesten genituen, genuen adinean Zutabe horri erantsitako konnotazioez  jabetzeko adina ezagupen ez genuenean. Guzti hori 12-15 urteko umeekin.

Seminario txiki haretako hezitzaileen artean bazen bat  esku ezkerreko eraztun hatza eta hatz txikia eta hatz horien zabaleran eskumuturrerainoko ahurra falta zitzaiona. Bagenekien, gerra zibilean, metrailaz, egindako zauria zela, baina ez gerran burrukatu ziren bandoren batetan ala beste egoeraren batetan gertatu zitzaionik. Horrexenbesteraino iristen zen gerrarekin zerikusia zuen guztiaren ezkutatzea.

Gasteizko Seminarioari dagokionez,  iberiar penintsula guztiko seminariorik hoberena izatearen fama zuen;  gutxienez, horrela  katalogatzen ziguten seminario haretara ekintza akademiko, kultural ala erlijiosoren baten karietara hurbiltzen ziren jaunek. Apaizgai gehienak euskal hiztunak izanik, udaldiko oporrak hasten ziren eguneko goizeko mezaren amaieran abesten genuen Agur Jesusen Ama baino beste erabilerarik ez zuen euskarak Gasteizko seminarioan.

Jokabide berdina izan zuen, lehen urteetan bederen, Derioko seminario nagusiak. Salbuespen bat. Euskarazko eskola, asterokoa uste dut, antolatu zuen, apaizgai guztientzat, zein ama hizkuntza euskara zutenentzat zein euskara tutik ez zekitenentzat. Ez dakit adorea ala ausarkeria erakutsi zituen D. Fernando Arsuagak eskola haiek emateko ardura hartu zuenean.

Seminarioko urteetan izan eta ezagutu genituen hezitzaile eta irakasleen artean ez ginen jakitun izan nortzu ziren euskal hiztunak, kasu bakanen batetan izan ezik; eta  horrelakoetan Seminario hezitzaile ala irakasle bezala zuten zereginetik aparteko bideren batetik.

Egoera honetan ulergarria da ez genuela itxaroterik  gerra zibilaren errealitate gordinez informaziorik  eman ziezaguketenik eta gure lehen destinoetako herrietan herritarrek bizi-bizi gogoratzen zituzten bizipen eta gerraren ondorioei erantzun ahal izateko gutxieneko formaziorik eman zezaketenik.

Seminariotik irtetzean nituen gabeziak gerra zibilari buruzko idazki batzuen irakurketaz eta eliztarrek gerratean  jasan beharreko sufrikarioak gogoratu eta barru-barruko zirraraz kontatzen zizkidaten lekukotasunez, nolabait, hornitu behar izan nituen.

Testuinguru honetan, berriz aitortu behar dut ezusteko ezin atsegingarriagoa gertatu zaidala Anxo Ferreiro Currás galiziarrak bere liburuan euskal apaizteriak  jasandako pertsekuzioari buruz datu dokumentatu mordoa aurkeztea. Eskura jarri dizkigu Ferroleko Artxibategi militarrean aztertu ahal izan dituen datuak. Esker oneko zor handi bat dugu harekiko. Bestalde, bere lana erronkatzat hartu behar dugu Euskal Herrian bertan  gerra zibilari buruz falta diren datuak aztertu eta argitara ditzagun. 

Liburuaren bi alde azpimarratuko nituzke. Oso argi jasotzen du gerra zela eta egin beharreko hautuan Euskal Herriaren alde lerrokatu ziren apaizen kontra matxinatuek erakutsi zuten ezinikusia eta gorrotoa, batetik, eta, areagotu gabe izanik ere,  nazionalen alde jarri ziren apaizen datuak ere jasotzen ditu, bestetik.

Honela, bada, gerratean euskal apaizen jarduerek erakusten dituzten argi eta itzalak azaltzen ditu liburuak. 

(...)
 

Hitzaurre hau idazteko dokumentatzen jardun dudala,  gutxienez bitxitzat jo daitezken  anekdota bat edo besteren berri ere izan dut.

Gerratean fusilatutako apaizetariko bat D. Celestino Onaindia izan zen.  Haren iloba apaiz bat, D. Jon Onaindia, Covadongan izan zen, 1.983. urtean, bere osaba apaiz D. Domingo eta D. Albertorekin, opor egun batzu pasatzen. D. Domingo hizketan hasi zen Covadongako kanonigo batekin. D. Domingok bizkaitarra zela esan zionean, kanonigoak esan zion  bera gerratean erreketeen konpainia batetako kapilau  zela, abade bizkaitar bat atxilotu zutela  bere konpainiakoek Elgoibarren. Berehalakoan fusilatu nahi zutela eta bera horren kontra jarri zela. Ezagutzen baldin bazuen, ea haretaz zer izan zen jakin nahi zuela. D. Domingok bere anaia zela esan zion eta fusilatu egin zutela.

Hurrengo egunean deitu eta gau osoan ezin lorik egin izan zuela aitortu zien, eman zien berria burutik kendu ezinik. Bere koldarkeriagatik parkamena eskatu zien, haren bizia salbatzeko ahalegin gehiago ez zuelako egin.

Gerratea dela eta euskal apaizteriak jasandako  nekeen artean ezin apitatu gabe utzi, Dueñasko (Palencia) eta Carmonako (Sevilla) espetxeak. Carmonako espetxeari dagokionez, ezaguna da kartzela haretan zegoen baten apaizgoko urrezko ezteguen karietara, Julian Besteiro buruzagi sozialistarekin batera apaizen taldeari egindako argazkia.

Dueñasko kartzelari dagokionez, kartzela haretako biziegokitasun baldintza gizapetikoez gain, hirurogeitaka urteak zituen Elorrioko parroko D. Juan Izurrategiren heriotza aipatu behar. Zortzi urtetako espetxe zigorra ezarri ziotenean, baimendu zioten azken alegatuan, adore eta umore paregabea erakutsiz,  hainbeste urtetako bizia segurtatzea eskertzen ziela adierazi zien epaimahikoei. Espetxean kide izan zituen apaiz lagunek bere hiletan Perosiren Requiem meza abestuz egin zioten azken agurra.

Hogeita  hamaika urte geroago, 1968. urtean, Zamorako kartzela ireki zen, Francoren diktadura garain  kondenatutako apaizak espetxeratzeko. Agintari zibil eta militarrek erabakitako Dueñas eta  Karmonako kartzelen alderantziz, Zamorako kartzela aginte zibil eta erlijiosoaren akordioz ireki zen, vatikanoak eta Espainiako gobernuak, 1.953. urtean izenpetutako Konkordatuaren arabera. Kartzela konkordatarioa, beraz. 1.976.urtean itxi zen. Bertatik igarotako berrogeita hamahiru apaizetatik, berrogei euskaldunak izan ziren; guztiek arazo politikoengatik zigortuak.

Dueñasko kartzelak bere “martiria”, D.Juan Izurrate¡gi, duen bezalaxe, Zamorakoak ere badu berea. Nikola Telleria Merikaetxebarria, Sopelako (Bizkaia) parrokoari hamar urteko kartzela  zigorra ezarri zioten, berrogeita hamahiru urte zituelarik. Ea hirurogeirekin atera zen kartzelatik, kartzelan sei urte igaro eta gero, oso hedatua zuen mnbiziak jota. Handik hile gutxira hil zen. D. Juan Izurrategirenak ez bezala, haren gorpuzkinak Nabarniz bere jaioterriko hillerian hobiratuta daude.

Pertsekuzio, espetxeratze, tortura, erailketa  ... guzti hauen segida, Gotzain baten erbesteratzea tarteko, serioski interpelatzen dute Eliza. Bere erabakia izan behar du Euskal Herriak baduela eskubidea bere osotasunean herri gisa izan eta garatzeko herritzat aitortua izateko Elizaren magalean.

Posible litzateke Derioko seminarioan, 1.968. urtean, itxitako apaizek eskatu bezala, eliza pobrea, librea, dinamikoa eta indigena izateko hautua egingo balu, eta abagune tragikoan herriaren zerbitzari izatearen aldeko apustua eginez begi bistan jarri nahi izan zuten eta Anxoren liburuam erreibindikatzen den apaizen memoria erreibindikatuz eguneratzen denez.

                                                                                               Martin Orbe Monasterio
                                                                                              Bilbo, 2013ko otsaila




                                       

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