Jesús Martínez
Gordo
Después de leer los diferentes informes enviados por las iglesias de S. Sebastián, Vitoria, Bilbao, Pamplona y los de diferentes colectivos- como respuesta a la consulta, abierta el pasado mes de octubre por el Papa Francisco en la primera fase del Sínodo mundial sobre cómo “caminar juntos”- constato una fuerte discrepancia entre ellos.
Sinodoa eta Batzar Nagusia Sínodo y Asamblea Diocesana
Esta discrepancia,
normal -hasta cierto punto- en cualquier colectivo humano, se ha visto
reforzada, y convertida en dura división, por los nombramientos de unos obispos
que -promovidos a tal responsabilidad por su afinidad con la interpretación
involucionista del Vaticano II, liderada por Juan Pablo II y Benedicto XVI- presentaban
una mayor sintonía con las directrices que emanaban del sector más conservador
del episcopado español que con la necesidad de afrontar, junto a los cristianos
y cristianas de sus respectivas diócesis, los retos del momento, en fidelidad a
lo dicho y hecho por Jesús. Pero no solo por eso. Creo que la división que
constato se debe también a una distinta comprensión de lo que se entiende por
“practicante” en las diócesis del País Vasco, aunque no solo en ellas. Mientras
que para los colectivos que se suelen tipificar como postconciliares, “practicante”
es quien, en conformidad con el programa del monte de las Bienaventuranzas o de
la parábola del juicio final, da de comer al hambriento, visita al enfermo, se
asocia con quienes se comprometen por la paz y la reconciliación y se posiciona
en favor de los parias de este mundo, existen otros colectivos para los que ser
“practicante” es, sobre todo, participar los domingos en la misa. Son conocidos
como “tradicionales”.
Si para
los primeros, la eucaristía -como la pertenencia a una comunidad más amplia que
el propio grupo- es importante porque permite mantener fresca y viva la
identificación de Jesús con los últimos de nuestro mundo, para los segundos, la
participación en la misa, o en alguno de los actos de piedad con ella
vinculados, es el criterio definitivo. La Iglesia, suelen decir estos últimos,
no es una ONG. Y no lo es por la centralidad que ha de tener la presencia
sacramental de Jesús en la eucaristía (“esto es mi cuerpo”), incluso, por
encima, de su identificación con los últimos de nuestro mundo (“lo que hicisteis a uno de estos más pequeños, a mí me lo
hicisteis”). Sería injusto, además de falso, sostener que los “tradicionales” no
dan importancia a dicha identificación de Jesús con los pobres. Se la dan,
pero, muy frecuentemente, solo en clave de caridad y limosna y casi nunca en la
de justicia, es decir, no prestando la debida importancia a un criterio que, clásico
en la tradición cristiana, desde los primeros momentos, ha marcado- para bien- tanto
la espiritualidad y la teología como la historia de la humanidad: Dios ha entregado
los bienes de este mundo no para acumularlos, sino para que nadie pase necesidad. Por eso, en
caso de penuria, todas las cosas son comunes.
Si se me
permite el comentario, creo que una buena parte de estos cristianos “tradicionales”
confunden lo que es pararse o estar un buen rato en un área de servicio para
repostar (que vendría a ser el culto y la liturgia) con la autopista de la vida,
el lugar en el que, en verdad, “se practica” el programa del monte de las Bienaventuranzas
y en el que uno se encuentra, cara a cara, con el Crucificado, asociado a los
crucificados de nuestros días. Y, por supuesto, el espacio en el que también es
posible disfrutar de infinidad de chispazos, murmullos o anticipaciones de la
vida en plenitud de la que nuestra existencia es, en el mejor de los casos, un
destello. He aquí otra importante clave explicativa de la división que percibo
leyendo los informes oficiales de estas diócesis y los de otros colectivos que también
los han dado a conocer recientemente o lo vienen haciendo desde hace tiempo, por
ejemplo, Gipuzkoako Kristauak; la Asamblea Ibilian en la diócesis de Vitoria-Gasteiz;
el Foro de curas y Berpiztu – Kristau Taldea en la diócesis de Bizkaia y
diferentes grupos en la de Iruña-Pamplona.
Pero, además,
lo que me llama la atención es el mayor apoyo que los obispos nombrados estos últimos
decenios vienen dando al colectivo de “practicantes” en clave más tradicional y
caritativa que a los que viven como fuente de vida cristiana la identificación
del Crucificado con los crucificados de nuestros días y que participan en la
eucaristía porque la entienden y viven como alimento y fuente de alegría que
impulsa y mantiene en dichos reconocimiento y presencia. Esta apuesta no solo alienta
dicha división entre los “practicantes” postconciliares y tradicionales -provocando
el subsiguiente desconcierto- sino que también explica el perfil bajo, muy
bajo, que muestran los informes oficiales de estas diócesis, así como la poca o
nula ambición de la mayor parte de las propuestas presentadas e, incluso, el arrinconamiento
-y hasta desaparición- de algunas que pedían mover ficha en todo lo referente
al sacerdocio de la mujer y a su mayor protagonismo en la Iglesia.
"Aunque se trata de cuestiones suscitadas solo en algunas diócesis y, en ellas, por un número reducido de grupos o personas, vemos conveniente incorporar a esta síntesis, por su relevancia en el imprescindible diálogo eclesial y con nuestros conciudadanos, la petición que formulan acerca de la necesidad de discernir con mayor profundidad la cuestión relativa al celibato opcional en el caso de los presbíteros y a la ordenación de casados; en menor medida, ha surgido igualmente el tema de la ordenación de las mujeres", se lee en el documento, consultado por Europa Press, y presentado este sábado en la Fundación Pablo VI, en Madrid, ante más de 600 representantes de la Iglesia.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) detecta, en relación con estos temas, "una clara petición" de, como Iglesia, "dialogar sobre ellos con el fin de permitir conocer mejor el Magisterio respecto de los mismos y poder ofrecer una propuesta profética a la sociedad".
Por otro lado, en el documento también se pone de manifiesto la necesidad de que la Iglesia ofrezca una "acogida más cuidada" a las personas del colectivo LGTBI y a las personas divorciadas y vueltas a casar. "Todas y cada una de ellas", según precisa, "tienen un sitio en la Iglesia y es preciso ofrecerlo con claridad, sin exclusiones".
"Se pone de manifiesto la necesidad de que la acogida esté más cuidada en el caso de las personas que necesitan de un mayor acompañamiento en sus circunstancias personales por razón de su situación familiar --se muestra con fuerza la preocupación por las personas divorciadas y vueltas a casar-- o de su orientación sexual. Sentimos que, como Iglesia, lejos de quedarnos en colectivos identitarios que difuminan los rostros, hemos de mirar, acoger y acompañar a cada persona en su situación concreta", subraya la CEE.
Igualmente, los obispos concluyen que hace falta un mayor discernimiento sobre "los abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia, evidenciando la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación".
Estas son algunas de las propuestas que la CEE ha recogido de las síntesis realizadas, a su vez, por las diócesis españolas, y ahora se enviará a la Secretaría General del Sínodo, de cara a la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, convocada por el Papa Francisco, que se celebrará en octubre de 2023 en el Vaticano.
Durante siete meses, 14.000 grupos sinodales que han implicado a más de 215.000 personas, laicos, consagrados, religiosos, sacerdotes y obispos han realizado sus propuestas.
Se han involucrado las 70 diócesis españolas, con 13.500 grupos parroquiales, congregaciones religiosas, 11 CONFER regionales, 215 monasterios de clausura, 20 Cáritas diocesanas, 37 movimientos y asociaciones laicales, y 21 institutos seculares. También se ha escuchado a personas ajenas a la Iglesia como miembros de partidos políticos y de iniciativas culturales y sociales.
Durante la Asamblea final de la fase diocesana del Sínodo, celebrada este sábado, el presidente de la CEE y cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, ha destacado que la sinodalidad forma parte del "ADN" de la Iglesia y ha comparado el proceso de discernimiento que han comenzado con un "navegador" GPS que "a veces dice recalculando, que te has equivocado".
MÁS RESPONSABILIDAD PARA LAS MUJERES
Otro tema que ha tenido "fuerte resonancia", según se observa en el documento final, ha sido la referencia al papel de la mujer en la Iglesia "como inquietud, necesidad y oportunidad". "Se aprecia su importancia en la construcción y mantenimiento de nuestras comunidades y se ve imprescindible su presencia en los órganos de responsabilidad y decisión de la Iglesia", subraya la CEE.
También se hace "patente" la "preocupación por la escasa presencia y participación de los jóvenes" en la Iglesia; se propone la familia como "ámbito prioritario de evangelización"; institucionalizar los ministerios laicales, y reforzar el diálogo con el resto de confesiones.
Al mismo tiempo, se propone potenciar una presencia cualificada de la Iglesia en el mundo rural, fomentar la pastoral con los mayores, prestar atención a la religiosidad popular "como cauce de evangelización en un mundo secularizado" e incrementar la atención a presos, enfermos o inmigrantes.
El documento también destaca la necesidad de una "conversión personal, comunitaria y pastoral" de la Iglesia; y de adoptar una actitud de "apertura y escucha". La palabra escucha ha sido una de las más subrayadas por los grupos sinodales. "Los cristianos no podemos vivir como si fuéramos una realidad social ajena a este mundo", ahondan.
GRAVES CARENCIAS EN LA FORMACIÓN DE SACERDOTES Y LAICOS
Igualmente, se insiste en la formación, sobre la que reconocen "graves carencias", particularmente en los fieles laicos, pero "también en los sacerdotes". Por ello, de cara a la formación de los seminaristas, se pide profundizar en "la sinodalidad y la corresponsabilidad" y "de la autoridad entendida no como poder, sino como servicio".
"Nos duele particularmente la falta de entusiasmo de una parte muy relevante de los sacerdotes de las distintas comunidades locales y nuestra falta de eficacia como comunidad a la hora de acompañarlos en la vivencia de su vocación. Una concreción de ello es lo que podemos llamar clericalismo bilateral, es decir, un exceso de protagonismo de los sacerdotes y un defecto en la responsabilidad de los laicos", subraya la CEE.
En este sentido, una de las principales críticas que aparece en las aportaciones de los grupos sinodales es el "autoritarismo" en la Iglesia, es decir, la autoridad entendida como poder y no como servicio, con sus consecuencias como el "clericalismo".
Respecto a los laicos, consideran imprescindible potenciar sus funciones dentro de la Iglesia así como presencia en el entramado social: asociaciones de vecinos, sindicatos, partidos políticos, economía, ciencia, política, trabajo y medios de comunicación.
REPENSAR LA HOMILÍA Y ADAPTAR EL LENGUAJE
Asimismo, la Iglesia española propone reflexionar sobre la "adaptación de los lenguajes, de los ornamentos y de parte de los ritos que están más alejados del momento presente" y "repensar el papel de la homilía". En concreto, sugieren mejorar su "comprensión" y hacerla "más participativa y comunitaria".
El documento advierte también de "una clara fractura entre Iglesia y sociedad" porque reconocen que "es vista como una institución reaccionaria y poco propositiva, alejada del mundo de hoy", algo que achacan en parte a que la propia Iglesia "no sabe comunicar bien" lo que es. Esta imagen de la Iglesia, según precisa, les "duele" y "desanima" porque les da la sensación de que "los prejuicios contra la Iglesia son insalvables".
Entre otras soluciones para "romper prejuicios y clichés", la CEE plantea construir comunidades "acogedoras, cercanas e inclusivas" especialmente con las personas excluidas; y buscar mayor presencia en los medios de comunicación generalistas y espacios virtuales.
Más tarde, se han incorporado algunos subrayados a la Síntesis como potenciar la presencia real y efectiva de la mujer en la Iglesia; la eliminación del clericalismo bilateral; la corresponsabilidad de los laicos, o la acogida de los divorciados y el colectivo LGTBI. Entre las lagunas detectadas en el documento, y que se incorporarán, han destacado la falta de mención explícita a niños y personas con discapacidad, a la pastoral vocacional y al diaconado permanente.
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