Estos son los diez mensajes que resumen sus inquietudes, sus reflexiones, sus propuestas, y sus desafíos a sus amigos los periodistas:
1.- No dejéis nunca de preguntaros: ¿qué es noticia?: Al Papa le interesa como el periodista es constructor de opinión pública desde la selección misma de las noticias, y le propone romper las agendas informativas preestablecidas para dar respuesta "al gran drama de la pobreza en el mundo, de las injusticias sociales, de las discriminaciones y de las nuevas formas de esclavitud que existen en el mundo" (12/12/2013).
2.- Comunicador: ¿Quién es tu prójimo?: En octubre del año 2002 el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, pronunció un discurso dirigido a los periodistas con este título: "Comunicador, ¿Quién es tu prójimo?. Aquel discurso propone un modo nuevo de entender el periodismo, el de una comunicación al servicio del hombre, y una profunda espiritualidad para el periodista cristiano. Como Papa ha dado mayor consistencia a aquel discurso.
3.- Huid de los pecados de la comunicación: Su propuesta ética de la información es concreta, sugerente, provocativa: "Cada uno, en su propia función y con su propia responsabilidad, está llamado a vigilar para mantener alto el nivel ético de la comunicación y evitar las cosas que hacen mucho mal: la desinformación, la difamación y la calumnia" (18/01/2014).
4.- No contribuyáis al colonialismo cultural dominante: Para el Papa el periodismo libre y responsable es esencial en una sociedad democrática: "Debería siempre hacernos reflexionar que, en el curso de la historia, las dictaduras -de cualquier orientación y color- siempre han tratado no sólo de apoderarse de los medios de comunicación, sino además de imponer nuevas reglas a la profesión periodística" (22/09/2016).
5.- Promoved la cultura del encuentro: ¿Podría el periodismo ser un acelerador de procesos de reconciliación, rechazar la tentación de fomentar el enfrentamiento, y favorecer la cultura del encuentro?: "Vosotros periodistas podéis recordar cada día a todos que no hay conflicto que no pueda ser resuelto por hombres y mujeres de buena voluntad" (22/09/2016).
6.- Que vuestra comunicación sea verdadera, buena y bella: Porque así es como fue pensada desde la creación, como extensión de los valores trascendentales del Ser, "la verdad, la bondad y la belleza de Dios, que deben considerarse siempre juntas, y son preciosos aliados en el compromiso en defensa de la dignidad del hombre, en la construcción de una convivencia pacífica y en custodiar con premura la creación" (14/06/2013).
7.- Que nunca os falte la inquietud, la conciencia de lo incompleto, y la imaginación: El periodista debe dirigirse a las personas en su totalidad: "a su mente y a su corazón, para que sepan ver más allá de lo inmediato" (15/12/2014), con un "estilo comunicativo abierto y creativo, que no dé todo el protagonismo al mal, sino que trate de mostrar las posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia" (24/01/2017).
8.- Aplicad una hermenéutica religiosa para hacer información religiosa: Un buen profesional del periodismo debe conocer bien la verdadera naturaleza de lo que habla, también de la experiencia religiosa, de Jesucristo y de la Iglesia, "de su caminar por el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían" (16/03/2017).
9.- Contribuid al encuentro fe/cultura desde el diálogo, el discernimiento, y la frontera, empezando por la escucha que significa tener deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro: "En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realizado por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el terreno sagrado del encuentro con el otro" (24/01/2016).
10.- Algunos tenéis una vocación añadida: anunciar explícitamente el Evangelio. Ellos son "voz de una Iglesia que no tiene miedo de entrar en los desiertos del hombre, de salir a su encuentro, de buscarlo en sus inquietudes, en sus extravíos, dialogando con todos, incluso con las personas que, por diversos motivos, se han alejado de la comunidad cristiana y se sienten lejanas de Dios" (22/03/2014).
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 51 JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
PARA LA 51 JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
«No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5)
Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos
Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos
Gracias al desarrollo tecnológico, el acceso a los medios de comunicación es tal que muchísimos individuos tienen la posibilidad de compartir inmediatamente noticias y de difundirlas de manera capilar. Estas noticias pueden ser bonitas o feas, verdaderas o falsas. Nuestros padres en la fe ya hablaban de la mente humana como de una piedra de molino que, movida por el agua, no se puede detener. Sin embargo, quien se encarga del molino tiene la posibilidad de decidir si moler trigo o cizaña. La mente del hombre está siempre en acción y no puede dejar de «moler» lo que recibe, pero está en nosotros decidir qué material le ofrecemos. (cf. Casiano el Romano, Carta a Leoncio Igumeno).
Me gustaría con este mensaje llegar y animar a todos los que, tanto en el ámbito profesional como en el de las relaciones personales, «muelen» cada día mucha información para ofrecer un pan tierno y bueno a todos los que se alimentan de los frutos de su comunicación. Quisiera exhortar a todos a una comunicación constructiva que, rechazando los prejuicios contra los demás, fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza.
Creo que es necesario romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, fruto de esa costumbre de centrarse en las «malas noticias» (guerras, terrorismo, escándalos y cualquier tipo de frustración en el acontecer humano). Ciertamente, no se trata de favorecer una desinformación en la que se ignore el drama del sufrimiento, ni de caer en un optimismo ingenuo que no se deja afectar por el escándalo del mal. Quisiera, por el contrario, que todos tratemos de superar ese sentimiento de disgusto y de resignación que con frecuencia se apodera de nosotros, arrojándonos en la apatía, generando miedos o dándonos la impresión de que no se puede frenar el mal. Además, en un sistema comunicativo donde reina la lógica según la cual para que una noticia sea buena ha de causar un impacto, y donde fácilmente se hace espectáculo del drama del dolor y del misterio del mal, se puede caer en la tentación de adormecer la propia conciencia o de caer en la desesperación.
Por lo tanto, quisiera contribuir a la búsqueda de un estilo comunicativo abierto y creativo, que no dé todo el protagonismo al mal, sino que trate de mostrar las posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia. Invito a todos a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la «buena noticia».
La buena noticia
La vida del hombre no es sólo una crónica aséptica de acontecimientos, sino que es historia, una historia que espera ser narrada mediante la elección de una clave interpretativa que sepa seleccionar y recoger los datos más importantes. La realidad, en sí misma, no tiene un significado unívoco. Todo depende de la mirada con la cual es percibida, del «cristal» con el que decidimos mirarla: cambiando las lentes, también la realidad se nos presenta distinta. Entonces, ¿qué hacer para leer la realidad con «las lentes» adecuadas?
Para los cristianos, las lentes que nos permiten descifrar la realidad no pueden ser otras que las de la buena noticia, partiendo de la «Buena Nueva» por excelencia: el «Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1,1). Con estas palabras comienza el evangelista Marcos su narración, anunciando la «buena noticia» que se refiere a Jesús, pero más que una información sobre Jesús, se trata de la buena noticia que es Jesús mismo. En efecto, leyendo las páginas del Evangelio se descubre que el título de la obra corresponde a su contenido y, sobre todo, que ese contenido es la persona misma de Jesús.
Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad. En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5): es la palabra consoladora de un Dios que se implica desde siempre en la historia de su pueblo. Con esta promesa: «estoy contigo», Dios asume, en su Hijo amado, toda nuestra debilidad hasta morir como nosotros. En Él también las tinieblas y la muerte se hacen lugar de comunión con la Luz y la Vida. Precisamente aquí, en el lugar donde la vida experimenta la amargura del fracaso, nace una esperanza al alcance de todos. Se trata de una esperanza que no defrauda ―porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5)― y que hace que la vida nueva brote como la planta que crece de la semilla enterrada. Bajo esta luz, cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir.
La confianza en la semilla del Reino
Para iniciar a sus discípulos y a la multitud en esta mentalidad evangélica, y entregarles «las gafas» adecuadas con las que acercarse a la lógica del amor que muere y resucita, Jesús recurría a las parábolas, en las que el Reino de Dios se compara, a menudo, con la semilla que desata su fuerza vital justo cuando muere en la tierra (cf. Mc 4,1-34). Recurrir a imágenes y metáforas para comunicar la humilde potencia del Reino, no es un manera de restarle importancia y urgencia, sino una forma misericordiosa para dejar a quien escucha el «espacio» de libertad para acogerla y referirla incluso a sí mismo. Además, es el camino privilegiado para expresar la inmensa dignidad del misterio pascual, dejando que sean las imágenes ―más que los conceptos― las que comuniquen la paradójica belleza de la vida nueva en Cristo, donde las hostilidades y la cruz no impiden, sino que cumplen la salvación de Dios, donde la debilidad es más fuerte que toda potencia humana, donde el fracaso puede ser el preludio del cumplimiento más grande de todas las cosas en el amor. En efecto, así es como madura y se profundiza la esperanza del Reino de Dios: «Como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece» (Mc 4,26-27).
El Reino de Dios está ya entre nosotros, como una semilla oculta a una mirada superficial y cuyo crecimiento tiene lugar en el silencio. Quien tiene los ojos límpidos por la gracia del Espíritu Santo lo ve brotar y no deja que la cizaña, que siempre está presente, le robe la alegría del Reino.
Los horizontes del Espíritu
La esperanza fundada sobre la buena noticia que es Jesús nos hace elevar la mirada y nos impulsa a contemplarlo en el marco litúrgico de la fiesta de la Ascensión. Aunque parece que el Señor se aleja de nosotros, en realidad, se ensanchan los horizontes de la esperanza. En efecto, en Cristo, que eleva nuestra humanidad hasta el Cielo, cada hombre y cada mujer puede tener la plena libertad de «entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne» (Hb 10,19-20). Por medio de «la fuerza del Espíritu Santo» podemos ser «testigos» y comunicadores de una humanidad nueva, redimida, «hasta los confines de la tierra» (cf. Hb 1,7-8).
La confianza en la semilla del Reino de Dios y en la lógica de la Pascua configura también nuestra manera de comunicar. Esa confianza nos hace capaces de trabajar ―en las múltiples formas en que se lleva a cabo hoy la comunicación― con la convicción de que es posible descubrir e iluminar la buena noticia presente en la realidad de cada historia y en el rostro de cada persona.
Quien se deja guiar con fe por el Espíritu Santo es capaz de discernir en cada acontecimiento lo que ocurre entre Dios y la humanidad, reconociendo cómo él mismo, en el escenario dramático de este mundo, está tejiendo la trama de una historia de salvación. El hilo con el que se teje esta historia sacra es la esperanza y su tejedor no es otro que el Espíritu Consolador. La esperanza es la más humilde de las virtudes, porque permanece escondida en los pliegues de la vida, pero es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa. Nosotros la alimentamos leyendo de nuevo la Buena Nueva, ese Evangelio que ha sido muchas veces «reeditado» en las vidas de los santos, hombres y mujeres convertidos en iconos del amor de Dios. También hoy el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino, a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la historia, y son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza.
Vaticano, 24 de enero de 2017
Francisco
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