Un amigo, que ha trabajado muchos años en Cuba, me envía este testimonio.
“El peor momento fue cuando uno de los
oficiales se ensañó con tanto odio en mi Cruz”. Este es el testimonio de
Leonardo Manuel Fernández Otaño, católico e historiador, que sufrió
encarcelamiento por manifestarse pacíficamente el pasado domingo 11 de
julio
Queridos
Amig@s hoy quiero hablar de lo que he vivido en los últimos días.
Cuando vi como el pueblo de San Antonio de los Baños plantaba cara al
autoritarismo, sentí que no podía dejarlos solos. Salí súbito a
encontrarme con un grupo de amigos artistas, intelectuales y activistas.
Aquellos que en un principio éramos unas pocas personas, con nuestros
temores y esperanzas en un Cuba libre de odios, se transformó en la
materialización a pequeña escala de la Nación. Me sería difícil narrar
todos los hechos, por lo cual apelando a mi buena memoria trataré de
compartir mediante los recuerdos más importantes.
Solidaridad.
Me
dio tanta fuerza compartir con gente querida, personas que son parte de
mi círculo de amigos, jóvenes llenos de talento y cubanía. Nos fuimos a
las puertas del Instituto Cubano de Radio Y Televisión (ICRT), allí
comenzamos a exigir de modo pacífico el derecho a tener derechos:
réplica televisiva, acceso a la verdad informativa, el cese de la
represión y criminalización del pensamiento diferente y pedir 15 minutos
para compartir con la ciudadanía nuestras ideas, que nacían de nuestra
diversidad. Debo precisar que en esa porción de Cuba convergíamos
artistas, intelectuales, activistas LGTB, santeros, católicos y durakos,
éramos como una Cuba con dolores de parto. Pero mi mayor grito fue la
Solidaridad con tantos inocentes en las cárceles como Hamlet Lavastida,
con los desterrados como Carly Sut , con los regulados, con los
difamados , con los cubanos que ya eran golpeados y despojados de su
dignidad humana en las calles de mi país.
Pueden ser nuestros padres y madres, saben la Virgen de la Caridad los mira.
Ante
la llegada de personas enviadas por la Seguridad del Estado, comenzó el
acto de repudio a nuestra voz respetuosa. Muchos amigos se sentaron, no
sé qué me sucedió, solo sentí que un impulso nació de mi corazón y me
movió a arrodillarme ante aquellos seres humanos, que seguro son
excelentes padres, abuelos o tíos, muchos de los cuales han visto partir
a sus familiares jóvenes de esta realidad tan difícil. De rodillas
solo pude decirles algo, no sé si alguno me escucho: “Pueden ser
nuestros padres y madres, saben la Virgen de la Caridad los mira”. Esa
fueron mis palabras y me encerré a rezar a Dios y a su Madre por mi
país. En ese instante lo único que pude orar es: "que nunca sea yo la
víctima del odio."
Padre en tus manos encomiendo mi espíritu.
Desde
ese momento sentí que el camino solo comenzaba, los gritos se hacían
más fuertes, las personas del acto de repudio se pasaron unas banderitas
cubanas, pedí una y solo recibí un grito de negación, me pare y regrese
con mis amigos que continuaban sentados. La presión se hacía cada vez
más fuerte y las tropas de la Seguridad del Estado ya acordonaban el
lugar, algunos sugirieron caminar hacía el Malecón. Me pare y camine al
ver la represión (aún me duele recordar como la policía golpeaba a tanta
gente de bien). Me volví a arrodillar y suplicarle a la Virgen. Pensaba
en la Cruz, en como su esperanza no es optimista, sino liberadora.
Entonces llegó mi Verónica, una amiga muy querida que se puso a mi lado
mientras me vociferaban todo tipo de improperio y hasta me golpeaban en
las piernas, un sacerdote me levantó e intentó sacarme de aquel lugar,
pero al ver que los míos seguían sentados, regrese para compartir la
misma suerte.
¿Puede dormir tranquilo hoy?
De
pronto 5 oficiales de la seguridad de Estado en un ejercicio sumamente
violento me cargaron y lanzaron, como si fuera un animal, hacia un
camión. Éramos 6 personas lo que nos encontrábamos ahí, en ese momento
uno de los policías agredió a Daniel Triana, yo como católico ante tanta
impotencia lo único que atine a decirle fue que eso lo iba a saber la
Santa Sede y ese recurso hizo que se detuviera. En el camino todos le
preguntamos muchas cosas a los oficiales, mis cuestionamientos fueron
dos: ¿Dónde estaba este camión cuando a un campesino de Camagüey se le
pudrió su cosecha de mangos? ¿Oficial Ud. es padre, puede dormir
tranquilo pensado en toda la violencia que, ejercido sobre nosotros,
quien perfectamente podemos ser sus hijos? Finalmente, el camión llegó a
la estación del VIVAC en el Cotorro.
Uno de los guardias le dio una bofetada ( Jn. 18, 22)
Me
tomó el atrevimiento de citar esta frase del Evangelio de San Juan
porque es la que mejor para describir el proceso de llegada a la
estación. Cuando entramos los policías destilaban mucho odio hacia
nosotros, como si fuéramos criminales en serie y no ciudadanos de bien,
que ejercemos nuestros derechos constitucionales de modo pacífico. Pero
sin duda el peor momento fue cuando uno de los oficiales se ensaño con
tanto odio en mi Cruz (siempre llevo un cordón con una Cruz y una
medallita de San Francisco Javier) fue este signo que simboliza mi fe lo
que más ira les causó. Todavía me pregunto cuánto remuerde la
conciencia un Nazareno del Siglo I descartado por el poder. Como estudié
historia algo se de derecho y le dije que en esa parte del proceso de
detención era una violación a mi derecho religioso que me retiraran la
cruz. Ante mi justa exigencia me lanzaron violentamente contra una pared
y mientras rezaba el Padre nuestro me quitaban mi pectoral, en ese
instante mi amigo el activista LGTB y actor Daniel Triana, los acusó de
violar mis derechos de conciencia y religioso, la respuesta del oficial
07869 fue una bofetada en su rostro y decirle cállate mierda. Solo sentí
que Daniel y yo éramos libre de odiar, en cambio el maltratador solo
vivía preso de su odio, esa noche recé por esos policías maltratadores.
Gracias Daniel. Ha sido un momento único en mi vida, un activista LGTB
defendiendo al católico de misa dominical.
No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad.
Al
llegar a la prisión fuimos concentrados todos, mientras esperábamos el
interrogatorio. Entonces llegó otro recluido semidesnudo, sin
mascarillas y borracho, a todos nos generó temor su estado violento. Los
policías lo provocaban aumentado su enojo y perturbación, lo
violentaban para que se vistiera. Cómo educador creo en la efectividad
de la ternura: lo toque por el hombro y con todo el cariño le dije que
se vistiera y así hizo aquel buen hombre. Después no llevaron a los
interrogatorios, el mío fue especialmente largo (6 horas) y muy variado.
El fiscal que me atendió fue empático, pues la brecha de edad era muy
corta y en todo momento fue respetuoso, en cambio uno de los altos
oficiales que llegaron después, fue sumamente agresivo amenazándome con
expulsarme de mi trabajo y de mi doctorado, mi respuesta fue: Muchas
gracias oficial, sepa que allí donde sea vulnerada la dignidad del otro
siempre estaré. Con el otro teniente coronel al principio fue tensa la
relación, aunque después el intercambio fue más respetuoso e inclusive
hablamos de historia. Al negarme a firmar mi acta de acusación, pues lo
gritó ante el mundo: soy INOCENTE y se me acusa de alteración del orden
público, cuándo solo ejercí mi derecho constitucional al disenso y la
manifestación. Me pidieron que escribiera en un papel que me movía a
estar ese día frente al ICRT mi respuesta fue:
Creo en la solidaridad
Creo en la reconciliación
Creo en el disenso
Creo en el libre albedrío
Creo en la Casa Cuba.
Después
continuo en el interrogatorio y me preguntaron que volviera a escribir
otra idea a lo cual me negué, en su lugar escribí una máxima del P.
Félix Varela: “No hay Patria sin virtud, ni virtud con impiedad”. Aclaro
desde ya, que cualquier otro documento que haga público la Seguridad
del Estado con mi letra es una falsificación. Al terminar el
interrogatorio retornamos a la celda y ahí nos encontramos con varios
jóvenes detenidos, que nos contaron la magnitud de las manifestaciones.
Quiero denunciar que una de las jóvenes detenidas era víctima de cáncer,
me preocupa su estado de salud, así como la situación de un adolescente
aún en minoría de edad. Luego fuimos a la celda, contrario a lo que
muchos pueden pensar, ese reducido espacio fue el mejor ejercicio de
libertad. Tras esas rejas estaba la Cuba del futuro formada por
artistas, intelectuales, un joven guía turístico y tres durakos. Ellos
crearon un ensayo de la nación posible. La noche fue larga, pero tan
divertida, todo un caudal de carcajadas.
Al
amanecer llegaron los oficiales dando gritos, cuál campo de
concentración nacionalsocialista, todavía me pregunto porque tanto odio,
a sus alaridos le respondí, que recordaran que éramos personas humanas y
ellos oficiales públicos. A su regreso volvieron los gritos y esta vez
se ensañaron con el único menor de edad de la celda. Ante mi respuesta
por aquella situación, que creía inadmisible fui esposado por ser
“cabecilla” y llevado a una celda de castigo. En ella permanecí esposado
y bajo 3 candados por aproximadamente tres horas, pero confieso que no
tuve ningún temor a pasar mi vida ahí, porque sentí mediante la oración
la presencia de mi Dios. Al devolverme a la celda continuaron las
conversaciones, los debates y las risas.
Estos son
los detalles que me llevó de esos dos días, fueron dos jornadas
difíciles, pero a la vez fue una experiencia de libertad, que me hizo
reflexionar sobre la amistad social, sobre la justicia y sobre la
crueldad del autoritarismo. Creo que el mejor antídoto para las mentes
intolerantes es la libertad, la decencia, la nobleza y la coherencia.
Muchas gracias a todos por leer mi largo testimonio y más que nada
gracias a mis compañeros de travesía hacía la liberación.
Leonardo Manuel Fernández Otaño . La Habana, 14 de julio del 2021
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