Muchos celebran
mañana el día de San Valentín. Seguramente lo hagan con su pareja y en
un encuentro en el que el romanticismo flotará en el aire. Pero los
vecinos del barrio Eleizondo de Zeanuri celebraron ayer la fiesta en
honor a este santo y con un romanticismo diferente. Esta jornada viene
siempre marcada por una de las tradiciones mejor conservadas en la
barriada; la medición de la encina situada justo al lado de la ermita de
la Piedad.
Este acto se vive en Eleizondo de una manera especial. Es un momento simbólico que guarda dentro la tradición con mayúsculas y que es un ejemplo de esa manera en la que muchos pueblos de Euskal Herria han sabido conservar costumbres, fiestas, folclore y demás elementos propios de una identidad.
La medición de esta encina data de 1959. Ese año, el árbol que se
encontraba al lado de la ermita de la Piedad fue sustituido por otra
encina más joven. Fueron los propios vecinos de la barriada los que se
encargaron de plantar la nueva. Pero no lo tuvieron fácil. Cuentan los
que vivieron aquel momento que el árbol lo trasladaron desde el monte
Eleizbaso en un carro que tiraban varias vacas.
Iñaki Lejarza es uno de los que nunca fallan en esta celebración y fue uno de aquellos vecinos que se encargaron de que la nueva encina pudiera permanecer fuerte durante muchos años. En este sentido, se comenzó a medir este árbol porque fueron muchos los que pensaron que no iba a poder crecer después de ser trasladado desde otro lugar.
Otros, sin embargo, pusieron tierra adecuada y la regaban siempre que hiciera falta, hasta que la encina se sujetó bien a esa tierra que hoy en día es testigo del crecimiento de ésta. En esta ocasión, fue un centímetro lo que ha crecido de contorno, hasta alcanzar los 189 centímetros.
Las figuras
Para los vecinos de Eleizondo es una jornada especial. Fue Igor Intxaurraga el que se encargó de medir la encina. Lo hizo por segundo año consecutivo, después de que el año pasado tomara el relevo de Gregorio Lejarreta, al que recuerdan con mucho cariño y que se encargó de la medición desde el año 2009, cuando cogió el testigo de manos de su padre, Ceferino Lejarreta.
Junto a Intxaurraga se encontraba Lourdes Intxaurraga, la mayordoma de este año. Se trata de una figura que en las barriadas de Zeanuri tiene su importancia y que, en un día como hoy, hace una labor simbólica y de protocolo. Tras medir la encina, se realizó la firma del acta en la que se apuntan los datos del árbol y la mayordoma entregó este libro y las llaves de la ermita a Ainara Ipiñazar, mayordoma para este año, hasta la celebración del año que viene.
La procesión
Pero la celebración comenzaba antes, a las 11.30. Lo hacía con la lluvia como invitada no deseada, aunque la verdad es que muchos la esperaban y llegaron a la parroquia de Andra Mari pertrechados para hacerle frente. Fue allí donde se celebró la misa en honor a San Valentín, en una preciosa parroquia próxima a la ermita. Este fue el acto más ceremonioso de la mañana, aunque no el único.
Y es que después del culto, los cientos de personas que se acercaron a disfrutar de esta peculiar celebración, junto a la imagen de San Valentín -que portaban varios vecinos de Zeanuri- se dirigieron en una pequeña procesión a dicha ermita para trasladar allí esta talla, donde se quedará durante un año aguardando a que nuevamente, se celebre la fiesta en su honor.
Allí también se bendijo el pan que después se repartió en el tradicional almuerzo o barauskarria, en el que no faltó la panceta, el vino o las pastas. Tampoco faltaron los bertsos ni la música.
Fotos: Jon Urutxurtu
Este acto se vive en Eleizondo de una manera especial. Es un momento simbólico que guarda dentro la tradición con mayúsculas y que es un ejemplo de esa manera en la que muchos pueblos de Euskal Herria han sabido conservar costumbres, fiestas, folclore y demás elementos propios de una identidad.
Iñaki Lejarza es uno de los que nunca fallan en esta celebración y fue uno de aquellos vecinos que se encargaron de que la nueva encina pudiera permanecer fuerte durante muchos años. En este sentido, se comenzó a medir este árbol porque fueron muchos los que pensaron que no iba a poder crecer después de ser trasladado desde otro lugar.
Otros, sin embargo, pusieron tierra adecuada y la regaban siempre que hiciera falta, hasta que la encina se sujetó bien a esa tierra que hoy en día es testigo del crecimiento de ésta. En esta ocasión, fue un centímetro lo que ha crecido de contorno, hasta alcanzar los 189 centímetros.
Las figuras
Para los vecinos de Eleizondo es una jornada especial. Fue Igor Intxaurraga el que se encargó de medir la encina. Lo hizo por segundo año consecutivo, después de que el año pasado tomara el relevo de Gregorio Lejarreta, al que recuerdan con mucho cariño y que se encargó de la medición desde el año 2009, cuando cogió el testigo de manos de su padre, Ceferino Lejarreta.
Junto a Intxaurraga se encontraba Lourdes Intxaurraga, la mayordoma de este año. Se trata de una figura que en las barriadas de Zeanuri tiene su importancia y que, en un día como hoy, hace una labor simbólica y de protocolo. Tras medir la encina, se realizó la firma del acta en la que se apuntan los datos del árbol y la mayordoma entregó este libro y las llaves de la ermita a Ainara Ipiñazar, mayordoma para este año, hasta la celebración del año que viene.
La procesión
Pero la celebración comenzaba antes, a las 11.30. Lo hacía con la lluvia como invitada no deseada, aunque la verdad es que muchos la esperaban y llegaron a la parroquia de Andra Mari pertrechados para hacerle frente. Fue allí donde se celebró la misa en honor a San Valentín, en una preciosa parroquia próxima a la ermita. Este fue el acto más ceremonioso de la mañana, aunque no el único.
Y es que después del culto, los cientos de personas que se acercaron a disfrutar de esta peculiar celebración, junto a la imagen de San Valentín -que portaban varios vecinos de Zeanuri- se dirigieron en una pequeña procesión a dicha ermita para trasladar allí esta talla, donde se quedará durante un año aguardando a que nuevamente, se celebre la fiesta en su honor.
Allí también se bendijo el pan que después se repartió en el tradicional almuerzo o barauskarria, en el que no faltó la panceta, el vino o las pastas. Tampoco faltaron los bertsos ni la música.
Fotos: Jon Urutxurtu
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