El Museo Diocesano de Arte Sacro analiza si la talla que restauran pertenece realmente a San Valentín o a San Luis de Gonzaga, escribe Asier Andueza en El Correo.
¿Será
San Valentín o
San
Luis de Gonzaga? Este es el misterio
que
tratan de resolver los
técnicos
del
Museo Diocesano de Arte
Sacro
de Bilbao, que analizan una talla
que
descansa en la ermita de la
Piedad
de Zeanuri. Desde hace 250
años
los feligreses de esta localidad
del
valle de Arra tia han venerado de
forma
incondicional al santo de los
enamorados,
aunque las dudas sobre
la
auténtica identidad de esta imagen
ha
descolocado a más de uno. ¿Se
estarán
equivocando de santo?
El
párroco del municipio -José María
Kortazar-,
sin embargo, lo tiene
claro.
Y se decanta por dejar las especulaciones
a
«alguno que cree saber
algo»,
ya que tiene bien claro que para
sus
fieles esas personas “Se equivocan”.
Y
por eso se muestra práctico:
«Desde
siempre, la gente de aquí cree
que
es 'San Balendin' y ya
está. Por
eso,
el domingo más cercano al l4de
febrero,
de forma multitudinaria, se
pasea
la imagen en procesión». Y así
considera
que tiene que continuar la
tradición.
Lo
cierto es que el cura reconoce
que
hace ya años comenzó a correr
“Un
runrún” sobre la posibilidad de
que
San Valentín fuese en realidad
San
Luis. Así que, cuando se trasladó
la
talla el pasado abril al citado museo
para
su restauración, todos vieron
una
oportunidad única para que, de
una
vez por todas, los investigadores
intentasen
resolver el misterio.
Y
los restauradores han recogido el
testigo.
Quieren llegar hasta el final,
aunque
al mismo tiempo son conscientes
de
las dificultades del encargo
debido
al mal estado en el que se
encuentra
la figura, que ha perdido
su
antiguo esplendor. La razón es
que,
al margen de la procesión, pasa
el
resto del año en un humilladero.
Día
y noche en esa pequeña cavidad
ubicada
junto al templo. A la intemperie.
Protegida
tan solo por una verja
para
que se la pueda venerar
sin
entrar
a la iglesia.
Kortazar
considera que la confusión
sobre
la identidad de la estatua
radica
en que «a los dos se
les suele
representar
con una imagen similar:
como
sacerdotes y con el pelo parecido>>.
El
director del museo, Juan
Manuel
González Cembellín, también
confía
en que «la gente tenga
razón
y sea San Valentín», pero reconoce
que
al menos por ahora no
puede
asegurarlo «porque la estatua
no
lleva ningún atributo que la
relacione
con
algún santo concreto». Aunque
tampoco
ve <<claro» que sea San
Luis
Gonzaga porque «algún técnico
ya
ha adelantado que no puede ser
por
la túnica que lleva».
Así que advierte
que
el misterio podría quedar
sin
resolver incluso después de la restauración.
Una
duda que, sin embargo, la mayoría
de
los vecinos ni se plantean.
Rosi
Ipiña, por ejemplo, no necesita
para
nada que los investigadores lleguen
a
una conclusión. Ella sabe
«muy
bien» a quién representa la figura:
«a
San Valentím>. Vive a tan solo
30 metros
de la ermita, ha crecido a
su
lado y no tiene
«ninguna duda».
Quién
mejor que los lugareños, defiende,
para saber a
qué santo
rinden
tributo.
Y afianza su tesis devolviendo
el
protagonismo a la tradición oral,
esa
que pervive generación tras generación.
«Mis
padres y antepasados
siempre
han venerado a este San Va-
lentín,
cada 14 de febrero íbamos a
misa
a nuestra ermita, toda la vida,
y
sabemos quién es», zanja.
Dionisia
Zuluaga, por su parte,
tampoco
alberga resquicio de duda
alguno.
Cuenta con el aval de la veteranía,
ya
que pocos pueden conocer
tanto
como ella la historia del
mártir.
A sus 93 años, esta zeanuriztarra
subraya
que «es San Valentín el
que
siempre ha estado en la ermita
de
la Piedad».
Insiste, además, en que
«es
muy querido» y que los
devotos
«le
piden cosas» a él, no a otro santo.
El
párroco, en cualquier caso, se
muestra
prudente y remarca la importancia
de
que se confirme que es
el
santo de los
enamorados. Los vecinos
no
podrían asumir otra cosa. Y
recuerda
que, antaño, le rogaban por
protección
incluso “para viajar a Vitoria”.
Así
que esperan que las plegarias
durante
estos dos siglos y medio
no
se hayan confundido de
destinatario
y
que, cuando la talla
vuelva
restaurada,
no lleve el nombre de San
Luis de Gonzaga.
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