Hara, berri on pozgarria dakarkizuet, bai zuentzat, bai herri osoarentzat ere: Salbatzailea jaio zaizue gaur (Lk 2).
Textos de Arregi, Aleixandre, Ayala, Boff, Singh...
Os traigo una buena noticia que será motivo de gran alegría para todos: Hoy os ha nacido un salvador (Lc 2).
Irudia: Zeanuriko Andra Mari parrokiko erretaula nagusiaren detaile bat.
Argazkia: Jesús Muñiz Petralanda.
Bertsoa: Balendin Enbeita.
Otro mundo nace, Joxe Arregi
Ya lucen los adornos de Navidad en las calles y en las casas. El árbol y el Belén están preparados para recibir a Jesús, para hacerlo nacer. Cuando digo Jesús, no digo unos dogmas, sean los que fueren. Digo una vida y una esperanza que renuevan el mundo. Digo el nombre de lo que ya es en el fondo de todo, y la profecía de lo que será plenamente si hacemos que sea.Haremos que sea. No importa lo que creas, pero abre los ojos y lo más profundo de tu ser. Que tus ojos se alegren como los de un niño al ver las luces, el árbol y el Belén, y puedan mirarlo todo con la luz del corazón. Que tu corazón, a pesar de todo, siga latiendo en paz, en la Paz que todo lo crea y transforma.
Pero no. Hay otro mundo más cálido y fraterno, y mucho más real. Otro mundo está naciendo cada día en este mundo entre dolores de parto, desde la lucha y la ternura. Un abuelo me lo acaba de contar, lleno de ilusión: hace unos días, en un Hospital de Madrid, le nació un nieto rechonchete, adorable, un “regalo de Dios” que tiene a toda la familia “loca de contenta”; tiene síndrome de Down. Acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz Malala Yousafzai, joven paquistaní de 17 años, que fue tiroteada por extremistas talibanes a causa de su militancia en favor de la educación de las niñas en su torturado país. Innumerables movimientos sociales levantan la voz y las manos por ese otro mundo en este mundo, donde todos los seres seamos más libres y hermanos, y más felices con menos.
Son lucecitas prendidas en los corazones y en los árboles. Es la verdadera Navidad. Es el mundo que Jesús veía llegar, un Adviento imparable. Es el mundo que esperó, es decir, que imaginó e hizo nacer de la cuna a la cruz, de la cruz a la cuna y a la pascua. Nosotros también podemos. Si sabemos mirar esas luces con ojos de niño, si nos dejamos alegrar con corazón de niño, entonces también nosotros podremos. Y aunque perdamos ganaremos.
Pobreen gabonak, ez gabon pobreak |
Navidad: fiesta de la humanidad de Dios y de la comensalidad
La
Navidad está llena de significados. Uno de ellos ha sido secuestrado
por la cultura del consumo que, en vez del Niño Jesús, prefiere la
figura del viejito bonachón, Papá Noel, porque es más llamativo para los
negocios. El Niño Jesús, por el contrario, habla del niño interior que
llevamos siempre dentro de nosotros, que siente necesidad de ser cuidado
y que, una vez que ha crecido, tiene el impulso de cuidar. Es ese
pedazo de paraíso que no se ha perdido totalmente, hecho de inocencia,
de espontaneidad, de encanto, de juego y de convivencia con los otros
sin ninguna discriminación.
Ahora tenemos un Dios niño y no un Dios juez severo de nuestros actos y de la historia humana. Qué alegría interior sentimos cuando pensamos que seremos juzgados por un Dios niño. Más que condenarnos, quiere convivir y entretenerse con nosotros eternamente.
Su nacimiento provocó una conmoción cósmica. Un texto de la liturgia cristiana dice de forma simbólica: «Entonces las hojas que parloteaban, callaron como muertas; el viento que susurraba, quedó parado en el aire; el gallo que cantaba se calló en medio de su canto; las aguas del riachuelo que corrían, se estancaron; las ovejas que pastaban, quedaron inmóviles; entonces, el pastor que erguía su cayado quedó como petrificado; entonces, en ese preciso momento, todo se paró, todo se silenció, todo se suspendió: nacía Jesús, el Salvador de las gentes y del universo».
La Navidad es una fiesta de luz, de fraternidad universal, fiesta de la familia reunida alrededor de una mesa. Más que comer, se comulga con la vida de unos y otros, con la generosidad de los frutos de nuestra Madre Tierra y del arte culinario del trabajo humano.
Por un momento olvidamos los quehaceres cotidianos, el peso de nuestra existencia trabajosa, las tensiones entre familiares y amigos y nos hermanamos en alegre comensalidad. Comensalidad significa comer juntos alrededor de la misma mesa (mensa) como se hacía antes: toda la familia se sentaba a la mesa, conversaban, comían y bebían, padres, hijos e hijas.
La comensalidad es tan central que está ligada a la aparición del ser humano en cuanto humano. Hace siete millones de años comenzó la separación lenta y progresiva entre los simios superiores y los humanos, a partir de un antepasado común. La singularidad del ser humano, a diferencia de los animales, es la de reunir los alimentos, distribuirlos entre todos comenzando por los más pequeños y los mayores, y después los demás.
La comensalidad supone la cooperación y la solidaridad de unos con otros. Fue ella la que propició el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue verdad ayer, sigue siendo verdad hoy. Por eso nos duele tanto saber que millones y millones de personas no tienen nada para repartir y pasan hambre.
El 11 de septiembre de 2001 sucedió la conocida atrocidad de los aviones que se lanzaron sobre las Torres Gemelas. En ese acto murieron cerca de tres mil personas.
Exactamente en ese mismo día morían 16.400 niños y niñas con menos de cinco años de vida; morían de hambre y de desnutrición. Al día siguiente y durante todo el año doce millones de niños fueron víctimas del hambre. Y nadie quedó horrorizado ni se horroriza delante de esta catástrofe humana.
En esta Navidad de alegría y de fraternidad no podemos olvidar a esos que Jesús llamó “mis hermanos y hermanas menores” (Mt 25, 40) que no pueden recibir regalos ni comer alguna cosa.
Pero no obstante este abatimiento, celebremos y cantemos, cantemos y alegrémonos porque nunca más estaremos solos. El Niño se llama Jesús, el Emanuel que quiere decir: “Dios con nosotros”. Viene bien a la ocasión este pequeño verso que nos hace pensar sobre nuestra comprensión de Dios, revelada en Navidad:
Todo niño quiere ser hombre.
Todo hombre quiere ser rey.
Todo rey quiere ser ‘dios’.
Solo Dios quiso ser niño.
Feliz Fiesta de Navidad del año de gracia de 2014.
Leonardo Boff
Gabon hitzak Hitzak: Xabier Lete Musika: Oskarbi
Horóscopos
Conversación de dos chicas en el autobús: “-¿Sigues saliendo con Paco? - No, lo hemos dejado porque él era Sagitario y yo Escorpio y somos incompatibles. Ahora salgo con un Piscis y nos va mucho mejor…” No se lo tomen a broma que el tema de las estrellas es muy serio. Y si no que se lo pregunten a Abraham, invitado por Dios a salir de noche a mirar las estrellas: “Mira al cielo; cuenta las estrellas si puedes. Así será tu descendencia “(Gen 15,5).
También el Corán recoge algo parecido: “Cuando se hizo de noche y vio la primera estrella, Abraham dijo: “-¡Este es mi Señor!”, pero cuando amaneció y desapareció la estrella, dijo: “No puedo amar lo que desaparece…” (Corán 6,76). Y según un midrás (pequeños comentarios de sabios judíos…), fue él quien en otra ocasión se dirigió así a Dios: “-He visto en las estrellas que no tendré hijos”, y el Señor le contestó un poco impaciente: “-¡Sal de tu horóscopo y sitúate por encima de los cielos y del sol...!”
Resumiendo: que los semitas le echaban mucha fe a lo de las constelaciones y a veces iban mezcladas con las profecías, como cuando el profeta Balaam , entrando en éxtasis, repetía: “Lo veo, pero no es ahora; lo contemplo, pero no será pronto. Avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel…” (Num 24,13)
Los oráculos sobre el Mesías tenían rasgos de grandiosidad estelar: duraría en compañía del sol y como la luna de edad en edad; sería rey, legislador y juez, se le someterían los pueblos, dominaría los confines de la tierra… Qué horóscopo tan favorable para un niño, cuántos presagios de buena ventura, qué buena fecha para conmemorar su nacimiento la fiesta del Natalis Solis Invictus. Y encima nacido bajo el signo de Capricornio que propicia estabilidad y una vida segura y tranquila.
Hasta lo de nacer en un pesebre, mirándolo bien, podía darle de mayor un status de self made man tipo: “fijaos dónde nací y hasta dónde he llegado gracias a mi esfuerzo”. Y si lo de los pastores no fue en principio lo mejor para su imagen, en seguida llegaron los magos de Oriente siguiendo a la estrella andarina y eso sí que fue un evento en condiciones: púrpura, señorío, camellos, armiño y lingotes de oro. Hasta lo del negro le favorecería si quisiera presentarse a primarias: “Por fin, aquí está un líder de carácter integrador y libre de prejuicios racistas”.
Lástima que él se pusiera tan pronto a estropear una carta astral tan prometedora y se distanciara con tanto descaro de los pronósticos mesiánicos. Ya en el desierto se sacudió sin contemplaciones al que le rondaba en plan quiromante: “Vas para triunfador, podría leerlo en las rayas de tus manos: usa tus poderes, estás a un paso del éxito, no imaginas lo lejos que puedes llegar con esta tarjetita mágica que yo puedo darte…”
Desaprovechó las ocasiones de situarse en lugares estratégicos, se comportaba con una ignorancia supina de las leyes de la PNL (Programación Neuro Lingüística, lo saben hasta los niños de primaria), sin tener en cuenta la influencia de pensamientos y palabras sobre el comportamiento. Cómo no iba a acabar como acabó diciendo cosas tan auto-destructivas como éstas: iba a ser entregado y a padecer mucho, había venido a servir y no a ser servido, iban a rechazarlo y a reprobarlo…
Se le daban fatal los cálculos y las previsiones, decía que su Padre le había echado la buenaventura y que eso le bastaba. Y no es que le saliera en el tarot la carta de la muerte sino que, como el niño de la profecía de Isaías, metía la mano tan tranquilo en el agujero del áspid. Y el áspid le mordió, claro. Si no se hubiera señalado tanto, si hubiera sido más moderado, si hubiera medido más sus palabras, si no hubiera frecuentado ciertas compañías, si no hubiera provocado a los poderosos, si…
En la noche de su nacimiento había muchas estrellas en el cielo de Belén pero él, como obediente hijo de Abraham llamado a salir de su horóscopo, eligió un camino alternativo: no el de subir por encima del sol, sino el de hundirse en lo más hondo de nuestra tierra, como un granito de mostaza.
Y ahora nosotros podemos vivir a su sombra.
Dolores Aleixandre
ALANDAR Diciembre 2014
Xabier Egaña. Bizitzarako pinturak |
Carlos Ayala Ramírez
Adital
En Navidad no solo celebramos el nacimiento de una persona excepcional, sino el surgimiento de una humanidad nueva manifestada en Jesús de Nazaret, en su modo de ser, en su mensaje, en sus actitudes liberadoras. La doctrina paulina habla del Nuevo Adán [Jesús] o del Segundo Adán, y establece una radical diferencia entre el primero y el segundo: "El último Adán se hizo un espíritu que da vida (…) El primer hombre procede de la tierra y es terreno, el segundo hombre procede del cielo. El hombre terrenal es modelo de los hombres terrenales; como es el celeste modelo de los hombres celestes. Así como hemos llevado la imagen del hombre terrestre llevaremos también la imagen del celeste” (1 Cor 15, 45-49).
Y esta imagen, para Pablo, está presente de forma plena en Jesús, genuina humanidad nueva.
Ahora bien, ¿qué significa en el lenguaje bíblico la humanidad terrenal y la celestial? ¿Qué se quiere decir cuando se habla de Jesús como el principio de una humanidad nueva? Según Leonardo Boff, tal afirmación significa que en Jesús se reveló lo que de más divino hay en el ser humano y lo que de más humano hay en Dios. Esto es: una apertura total a Dios y a los demás; un amor indiscriminado y sin límites; un espíritu crítico frente a la situación social y religiosa vigente, porque esta no encarna sin más la voluntad de Dios; un cultivo de la fantasía creadora que, en nombre del amor y de la libertad de los hijos de Dios, cuestione las estructuras culturales; una primacía del hombre-persona sobre las cosas, que son de la persona y para la persona. Este modo de ser provocó en el pueblo una creciente atracción y admiración. En otros el impacto fue más profundo: decidieron seguirle.
El evangelio de Marcos registra muy bien estas reacciones. A la gente le atrae que Jesús enseñe con autoridad y mande incluso a los demonios (1, 22.27); que toque a las personas impuras, como al leproso (2, 10-12), curándolo y contraviniendo las leyes antiguas (1,45); que cure a un paralítico y perdone sus pecados (2, 10-12); que intencionalmente ponga en entredicho y contraríe la leyes, curando en sábado (1, 21-28); que expulse a los demonios y dé de comer al pueblo compartiendo y multiplicando la comida (6, 34-44); que interprete con libertad y con tanta autoridad las leyes y la palabra de Dios (2, 1-9). Por otra parte, la reacción de los dirigentes del pueblo es muy distinta. Ante ese modo de ser de Jesús los doctores de la ley decían: blasfema contra Dios (2, 6-7); anda con pecadores y cobradores de impuestos (2, 16); está poseído por el demonio (3, 22); quebranta la observancia del sábado (2,24); no guarda el precepto del ayuno (2, 8); no tiene autoridad (11, 28). En suma, mientras el pueblo en general admiraba mucho a Jesús, los jefes del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban prenderlo y eliminarlo (3,6). Jesús se orientaba con los criterios celestiales (con profundidad humana), mientras sus adversarios con los criterios terrenales (con mezquindad humana). En definitiva, Jesús es el proyecto de Dios hecho carne, que resulta totalmente contracultural respecto a los proyectos fundados en la idolatría del dinero, el poder y la ideología.
Pero la buena y gran noticia no es solo que en Jesús ha aparecido una Humanidad Nueva, sino que a partir de él se puede construir una Nueva Humanidad. Ya los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva, por eso después de su muerte y resurrección, prosiguieron su causa y lo consideraron el modelo de ser humano a seguir, más todavía, lo confesaron como "Dios con nosotros”, porque en ese modo novedoso y sorprendente de ser humano, solo puede ser y estar Dios.
Boff ha planteado, en uno de sus libros, al menos siete rasgos característicos de la Nueva Humanidad que se desprenden a partir de la Humanidad Nueva de Jesús. Enunciemos: humanidad solidaria, es decir, con capacidad para dejarse afectar por el sufrimiento ajeno, y que, como el buen samaritano, se inclina sobre los despojados para ofrecer su ayuda; humanidad profética, que con lucidez crítica denuncia los mecanismos creadores de opresión y exclusión, y a su vez, anuncia con palabras y obras, el ideal de una sociedad fraterna y justa; humanidad comprometida, con la causa de los excluidos del mundo, buscando una nueva civilización que de centralidad a la persona, especialmente a los empobrecidos; humanidad libre, que procura la libertad de los esquemas y de las falsas ilusiones impuestas por el sistema, a fin de ser libre para crear con los demás, las formas mejores de vida, de trabajo, de ser cristiano; libre para ser más disponible para los otros y estar dispuesto hasta dar la vida en testimonio coherente con los ideales del reino de Dios y su justicia.
Humanidad jovial, para enfrentar las tensiones y dolorosas rupturas que trae consigo la opción por los pobres y su liberación; cargar con jovialidad, esto es, relativizar las contradicciones y no dejarse dominar por el enfado, lo que constituye una señal de madurez y de presencia del espíritu de las Bienaventuranzas; humanidad contemplativa, que a pesar de lo escabroso de la lucha no pierde el sentido de gratuidad, de la fiesta y la convivencia fraterna; humanidad utópica, que trabaja por la pequeña utopía de asegurar el pan de cada día, por la gran utopía de una sociedad incluyente y justa, y por la utopía absoluta de la comunión con Dios en una creación totalmente redimida.
Jesús, pues, es fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona son condición de posibilidad para alcanzar una humanidad humanizada. En palabras del teólogo José Antonio Pagola, Jesús puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.
En suma, Jesús es ejemplo de humanidad plena, de una vida de pasión por Dios y de compasión para los otros. Esto es lo que se celebra en el misterio de la encarnación: la humanidad nueva de Jesús desde la cual podemos construirnos como familia humana, como nueva humanidad. Este es el motivo por el cual podemos desearnos una ¡Feliz Navidad!
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