1. A pesar de estar en
periodo estival-vacacional, donde se busca que los problemas se alejen o
desaparezcan, queremos abordar esta realidad, cada vez más frecuente.
La problemática es más amplia, pues afecta a todas las edades, y
compleja, pues son diversas las dimensiones personales que atañe, pero
queremos centrarnos en lo que sucede con las personas mayores, escribe el colectivo Etiker.
Nos
sobresaltamos cuando los medios de comunicación informan sobre la
aparición del cadáver de una persona que llevaba un tiempo muerta y
descubierto no porque se investigara su desaparición, sino por el
nauseabundo olor que surgía en el piso debido a su descomposición.
Entonces los vecinos se lamentaban-justificaban pensando que se habría
ido a vivir con algún familiar, u otros con la expresión “no hay que
meterse donde a uno no le llaman”. No estamos hablando solo de personas
marginadas, sino de otras con buena relación en su familia y ambiente
pero, por distintas circunstancias de la vida, enfrentadas a la soledad.
Es
un problema que se agrava progresivamente. Se expande de las grandes
ciudades a las medianas y, poco a poco, llega a todos los lugares,
causando grandes sufrimientos personales, inquietudes convivenciales y
preocupaciones en los gestores públicos que deben hacer frente a esta
problemática. Afecta, principal pero no exclusivamente, a las personas
mayores que parecen asumirla con resignación, como si hubieran de
acostumbrarse a esta situación y no ser un estorbo o carga pesada para
sus familiares más cercanos. Sin embargo, es falso, pues hemos sido
creados para la convivencia y un fracaso en ésta lleva a la depresión,
lo cual es caldo de cultivo para la idea del suicidio.
2.“Vivir
solo” y “sentirse solo” son experiencias diferentes, que no se deben
equiparar. Hemos nacido para convivir, aunque es necesario tener
momentos de soledad, en los que nos encontramos con nuestra propia
realidad, sin que ello signifique ruptura de lazos con los demás, que es
lo que significa la segunda expresión. Vivimos en sociedades donde se
han incrementado mucho los medios técnicos de ponerse en comunicación
con otras personas, sin embargo, el uso social de esta tecnología
defrauda, según expresión de jóvenes técnicos en la materia. Sentirse
solo no es únicamente cuestión de personas que no conocen o disponen de
estos aparatos, sino a causa de una sociedad individualizada y
competitiva donde los otros nos incomodan.
Desde los principios
del individualismo pragmatista fomentado, cada uno es valorado por la
riqueza que es capaz de generar o por el dinero que está dispuesto a
gastar. Si no se puede participar en ello, el ambiente social tiende a
prescindir de esta persona, generándole una cierta frustración sobre el
sentido de su existencia y un apartamiento de la relación con los demás.
Es la cultura de la indiferencia, que crece a pasos agigantados.
3.El
ser humano, a cualquier edad, está necesitado de apoyos emocionales,
que venzan la soledad, siendo el más básico la amistad que va adoptando
diversas formas según la realidad existencial. Se dice desde muy antiguo
que un amigo verdadero es el mayor tesoro que uno puede tener. Por
ello, resulta decisivo fomentar el sentido de la convivencia humana y la
cultura del encuentro, que es más que la simple coexistencia;caminar
juntos en mutuo apoyo existencial, primero en la familia para expandirse
hacia los vecinos y otras personas. Sobre todo en la medida que se van
cumpliendo años y se reducen por pura ley natural los lazos familiares.
La
mejor atención se da normalmente en la propia familia, en la que los
hijos -en justa reciprocidad- atienden con todo el cariño posible a sus
mayores u otras personas dependientes. Se logra si tenemos presente no
nuestra comodidad, sino a toda su persona y no solo su problema, pues en
cada una la razón última de su soledad es distinta y no valen fórmulas
genéricas.
¿Nos atrevemos a generar mentalidad (sentir, pensar y
actuar) para una sociedad armonizada generacionalmente que posibilite la
buena integración de todos, sin que nadie sea anónimo y acabe muriendo
en soledad? Los servicios sociales, públicos o de organizaciones sin
ánimo de lucro (como Nagusilan), juegan un papel decisivo para apoyar la
estancia de estas personas necesitadas en su propio entorno o, si no es
posible, en otro adecuado como pueden ser las residencias de mayores,
bien organizadas y no simples “aparcaderos” de quienes ya no sirven.
Estamos
volcados a lamentarnos ante las tragedias que nos muestran los Medios
de Comunicación Social, aunque bastantes de los más jóvenes no se
enteren porque sus medios de comunicación no se hacen eco de ellas, pero
somos indiferentes a las que se dan a nuestro lado. ¿Será que también
hemos caído en que lo que no sale en la tele no existe?
Esta
dolorosa realidad de la soledad no deseada es una llamada a cada uno
para poner nuestro pequeño esfuerzo al servicio de acompañar a quienes
tenemos junto a nosotros (familia, vecinos, amigos... ) de manera que
nadie deba pasar por ese trance de “estar solo, aunque viva rodeado de
gente”.
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