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jueves, 8 de noviembre de 2018

El pensamiento positivo

Argazkia: la-croix.fr
Gabriel María Otalora
Pensar en positivo supone elegir la mejor entre las posibilidades que se nos plantean. No suele ser necesariamente la más agradable, sino aquella que resulta útil y conveniente en cada momento de la vida. De hecho, a las personas que suelen comportarse positivamente parece irles mejor en sus relaciones sociales y laborales, generan empatía con mayor facilidad y aguantan mejor el estrés;incluso suelen resultar más creativas.


La mente puede ser la gran aliada o nuestra peor enemiga, depende de la capacidad que tengamos para saber controlarla: no somos nuestros pensamientos, somos mucho más que aquello a lo que damos vueltas con la mente. Los pensamientos llegan, pasan o se quedan por un tiempo. Pero si los retenemos y alimentamos, cuando son negativos se hacen fuertes hasta condicionarnos de tal manera que nos hacen sufrir de lo lindo. Que se lo pregunten a los profesionales de la psicología. La mente es la protagonista en las enfermedades llamadas psicosomáticas. Y parece una evidencia que las personas positivas y alegres, las que sonríen desde el corazón, gozan de mejor salud que las pesimistas y amargadas.
Es muy interesante el ensayo que ha publicado Barbara Ehrenreich -Sonríe o muere- criticando al pensamiento positivo, porque lo que ella hace es desenmascarar una ideología extendida en Estados Unidos que propugna ciertas actitudes sociales para ganar la felicidad, “una especie de simbiosis con el capitalismo made in USA. Y eso que no hay una afinidad natural o innata entre el capitalismo y el pensamiento positivo”: Cuantas más cosas materiales tienes, las posibilidades de ser feliz aumentan, como si fuera esto lo más natural del mundo. Sin embargo, esta manera materialista de medir la felicidad subjetiva, choca con las encuestas a los propios estadounidenses en las que aparecen siempre como no demasiado felices, ni siquiera en épocas de bonanza;por algo el consumo de antidepresivos en Estados Unidos representa dos terceras partes de las ventas mundiales. No es de extrañar, señala Ehrenreich, que el pensamiento positivo que se lleva en Estados Unidos, se desplace desde una actitud que ayuda a una obligación social impuesta culturalmente a los estadounidenses.
Alrededor de esta corriente materialista escondida tras el falso pensamiento positivo que ha logrado embaucar a muchas personas, se ha tejido una red de apoyo muy potente para reforzar dicha ideología muy bien empastada al consumismo del bien-estar como moneda que ofrece triunfar en la vida, dejando arrinconado al bien-ser. El tener frente al ser como motor de una sociedad opulenta pero insatisfecha que conocemos y padecemos igualmente en Europa al haberse convertido en cultura el individualismo muy marcado e inhumano que no acepta el fracaso.
Este comportamiento individualista como característica prevalente en la cultura social actual es un problema con múltiples efectos negativos para la sociedad misma. Quizá esto ayude a explicar la tendencia al alza de los suicidios por falta de sentido vital. El Grupo Noticias informaba en estas mismas páginas que el número de personas que se quitan la vida duplica al de las muertes por accidente de tráfico, es ochenta veces superior a la violencia machista y supone la segunda causa de muerte en los jóvenes.
El verdadero pensamiento positivo convive con los problemas y la realidad que nos rodea. No busca una burbuja idílica, que no existe, sino que las conversaciones que cada uno sostiene en su cabeza valoren la realidad adecuadamente, siendo conscientes de que nuestras emociones van acordes con lo que pensamos y hacemos. Y esto, como casi todo, se educa y los avances se logran con esfuerzo, no con poseer más cosas ni con desentendernos de nuestras responsabilidades más humanas. Y en la medida en que se convierte en una pauta de comportamiento, tiene su reflejo en un signo externo bien visible: la alegría interior que se manifiesta en la sonrisa, la que nace del corazón.
Barbara Ehrenreich logra desenmascarar en su ensayo la impostura que se esconde tras el concepto del pensamiento positivo;y lo hace analizando los riesgos y los peligrosos fines que persiguen sus mentores. Lo que resulta menos comprensible es que tras el esfuerzo por desenmascarar esta posverdad, no ponga en valor el verdadero pensamiento positivo, teniendo en cuenta que es uno de los fundamentos de la madurez humana.

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