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Gabriel María Otalora
Pensar en positivo supone elegir la mejor entre las posibilidades que se nos plantean. No suele ser necesariamente la más agradable, sino aquella que resulta útil y conveniente en cada momento de la vida. De hecho, a las personas que suelen comportarse positivamente parece irles mejor en sus relaciones sociales y laborales, generan empatía con mayor facilidad y aguantan mejor el estrés;incluso suelen resultar más creativas.
La mente puede ser la gran aliada o nuestra peor enemiga, depende de la capacidad que tengamos para saber controlarla: no somos nuestros pensamientos, somos mucho más que aquello a lo que damos vueltas con la mente. Los pensamientos llegan, pasan o se quedan por un tiempo. Pero si los retenemos y alimentamos, cuando son negativos se hacen fuertes hasta condicionarnos de tal manera que nos hacen sufrir de lo lindo. Que se lo pregunten a los profesionales de la psicología. La mente es la protagonista en las enfermedades llamadas psicosomáticas. Y parece una evidencia que las personas positivas y alegres, las que sonríen desde el corazón, gozan de mejor salud que las pesimistas y amargadas.
Es muy interesante el ensayo que ha publicado Barbara Ehrenreich -Sonríe o muere- criticando al pensamiento positivo, porque lo que ella hace es desenmascarar una ideología extendida en Estados Unidos que propugna ciertas actitudes sociales para ganar la felicidad, “una especie de simbiosis con el capitalismo made in USA. Y eso que no hay una afinidad natural o innata entre el capitalismo y el pensamiento positivo”: Cuantas más cosas materiales tienes, las posibilidades de ser feliz aumentan, como si fuera esto lo más natural del mundo. Sin embargo, esta manera materialista de medir la felicidad subjetiva, choca con las encuestas a los propios estadounidenses en las que aparecen siempre como no demasiado felices, ni siquiera en épocas de bonanza;por algo el consumo de antidepresivos en Estados Unidos representa dos terceras partes de las ventas mundiales. No es de extrañar, señala Ehrenreich, que el pensamiento positivo que se lleva en Estados Unidos, se desplace desde una actitud que ayuda a una obligación social impuesta culturalmente a los estadounidenses.
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