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sábado, 10 de marzo de 2018

A vueltas con el obispo Munilla: Javier Elzo

El obispo Munilla vuelve a estar en el ojo mediático a propósito de unas frases que pronunció en Radio María, el pasado lunes, en la emisión de las 8.00 de la mañana y que recogió, según el mismo Munilla indicó, el diario Público y que después se expandió en los medios de comunicación y en las redes sociales. Al día siguiente tenía Munilla una intervención en Deusto Fórum, junto a la directora de la Fundación Alboan, María del Mar Magallón.



Yo asistí a la sesión de Deusto Fórum y ya al inicio era evidente, por la profusión de micros y cámaras de televisión, que lo que dijeran Munilla y Magallón sobre los retos mayores del mundo de hoy y las repuestas que debieran dar las diferentes universidades a tales retos, quedarían difuminadas pues la prensa estaba focalizada en las palabras de Munilla en Radio María y en las reacciones que habían suscitado. Sin esas palabras, no hubiera habido tanta prensa en la sala de Deusto, si es que hubiera venido alguna. Esta situación me sugiere tres reflexiones. Sobre las propias palabras de Munilla, de entrada;sobre las reacciones que suscitó, a continuación;y, sobre todo, una reflexión que directa y públicamente quiero someter a la consideración del propio obispo Munilla.



Las frases de Munilla

 Lo que he retenido de lo que le escuché, y después he contrastado en varios medios, sería básicamente esto: para Munilla el “feminismo radical o de género” tiene como “víctima a la propia mujer y a la verdadera causa femenina”. Y añadió esta frase. “Es curioso cómo el demonio puede meter un gol desde las propias filas. El feminismo, al haber asumido la ideología de género, se ha hecho una especie de harakiri’’. Dijo muchas más cosas así al referirse al aborto, a la homosexualidad relacionada con el feminismo, planteamientos en los que difiero de Munilla. Pero no quiero centrarme ahora en esa discusión.

Las reacciones a sus palabras no me han sorprendido. Munilla es ya un personaje público, con una imagen social construida, de entrada, por sus reiterados pronunciamientos de un conservadurismo religioso indudable, que además le sitúa, porque él mismo así se sitúa, frente a muchos planteamientos dominantes en nuestra sociedad.
Así, sin más, esto no es ni bueno ni malo. Depende de lo que se critica, desde dónde se critica y qué es lo que se postula. Por ejemplo, Munilla rechaza la ideología de género, la práctica de la homosexualidad y del lesbianismo, el aborto, el control externo a las relaciones sexuales (preservativo, píldora...), etc. Estos planteamientos le han llevado incluso, cuando se discutía en el Parlamento español la ley del aborto en 2014, a escribir que en el arco parlamentario actual “no existe ningún partido de ámbito estatal capaz de representar al voto católico”. Y añadió: “Para decirlo claramente, un católico que aspire a ser fiel a los principios de la Doctrina Social católica no puede votar en coherencia a los partidos políticos de ámbito nacional presentes en el actual Congreso de Diputados”.

Veamos ahora, telegráficamente, comentarios de algunos políticos en activo a sus palabras en Radio María: la declaración del obispo donostiarra es “incomprensible, desafortunada e inoportuna”;los titulares que han aparecido hacen referencia a “conceptos y modos de apreciar la realidad que están absolutamente fuera de lo que en este momento piensa la mayoría de la gente del territorio de Gipuzkoa”;el obispo de Donostia-San Sebastián “ha patinado de manera importante”;otro político ha considerado que la declaración del obispo “es vivir en otro mundo” y añade que “es absolutamente anacrónico, fuera de lugar”, mostrándose convencido que las palabras de un “representante de una Iglesia” no afectan “al común de los mortales”, a los que “les podrá parecer mejor o peor”.
En fin, a mí, la reacción que más me ha llamado la atención es la del político que afirma que el obispo de San Sebastián “tiene asegurada una plaza en el infierno por alterar la convivencia y la paz ciudadana” con sus declaraciones, y por asociar “el feminismo con el demonio”, cuando dudo mucho que ese político crea ni en el demonio ni en el infierno. Es una licencia literaria como creo que fue la frase de Munilla, aunque no su pensamiento.

De colectivos feministas, retengo estas reacciones: el obispo “tiene miedo a las mujeres y al movimiento feminista que las ha empoderado” y añaden que sus palabras representan “la reacción de un hombre con miedo a que las mujeres dejen de estar subordinadas a la jerarquía eclesiástica, que pretende que estén subyugadas al único papel de madres y cuidadoras”;estas declaraciones “serían motivo de bromas” si no fuera por el “poder” de la institución eclesiástica” (pero, ¿qué poder tiene Munilla si ni siquiera sus curas le hacen caso?).

No entro aquí a valorar las diferentes reacciones. “Bendita sea la santa libertad de los hijos de Dios”, como se decía antaño. Solamente quiero subrayar el hecho de que una frase (porque algunos, y así lo han reconocido, han reaccionado a esa sola frase) pronunciada a las 8 de la mañana en Radio María haya levantado tanto revuelo. Ciertamente, estamos ante el día de la mujer trabajadora. Pero, para que en una sociedad como la vasca, que decimos muy secularizada, en gran medida antieclesial y renuente ante lo católico (algo menos ante lo cristiano), en cuya prensa es muy difícil encontrar una noticia positiva sobre la acción de la Iglesia, se susciten tantas y tan airadas reacciones ante una frase, ciertamente no muy feliz (es lo menos que cabe decir), no deja de hacer pensar al sociólogo que es uno. ¿Estará tan secularizada la sociedad vasca, como decimos los sociólogos o más bien son los rescoldos del estado de cristiandad que cohabitan con los embriones de la era postsecular en la que las nuevas sacralidades se montan no sobre la sociedad secular, laica, sino sobre el imaginario de la era de la cristiandad, perpetuándola aún en negativo?

Y una pregunta

Pero, ahora como ciudadano y como creyente quiero dar un paso más. En el turno de preguntas, se le formuló a Munilla una que decía algo como esto: “¿Cómo lleva lo de ser un obispo al que rechaza gran parte de su clero y su feligresía?”. Munilla se salió con una finta dialéctica sin responder a la pregunta. Yo me permito reformulársela aquí con algunas reflexiones.

Munilla tiene que ser consciente de que, más allá de un puñado de fieles, ni los curas ni los laicos de Gipuzkoa le siguen y aceptan como obispo. Lo que significa que no puede ejercer como tal obispo más allá de en algunos actos puntuales y culturales en el Buen Pastor, en la basílica de Loiola, en Arantzazu, etc., a donde se desplazan los medios por si en la homilía les da algún titular. ¿Qué labor pastoral puede ejercer un obispo en esas circunstancias?
Creo, José Ignacio, qué harías un gran servicio a la Iglesia de Gipuzkoa, y a la Iglesia católica en general, si le pidieras al Papa que te relevara de la función episcopal. Eres obispo desde 2006, en Donostia desde 2009. Llevas ya más de once años de obispo. En mi opinión, demasiados. En tu caso como, en general, pienso así con todos los obispos. Vengo defendiendo desde hace veinte años que los nombramientos episcopales (además de hacerse de otra forma) deben ser temporales: diez años como mucho y sin reenganche. Si además no estás en sintonía ni con tus curas… Fíjate en el Papa Benedicto. Se dio cuenta que no podía seguir en el timón. Como tú, aunque por otras razones, pero en todo caso con imposibilidad de ejercer su trabajo. Él, como Papa; tú, como obispo. ¡Sé valiente y decidido, José Ignacio! La mies es mucha y variada.

Con afecto.

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