Ha sido una 
peregrinación o un viacrucis, o un adviento, de 24 días. Una caravana de
 familias y de amigos de presos de ETA ha recorrido Francia, pasando por
 las 20 cárceles en las que fueron dispersados y cumplen condena lejos 
de los suyos, denunciando la injusticia de tales medidas, reclamando su 
abolición. Me uno a su causa.
Es una iniciativa puesta en marcha por el movimiento Artesanos de la paz,
 facilitador del desarme de ETA que tuvo lugar el 8 de abril de 2017, 
día de Pascua. Ayer, sábado 9 de diciembre, la caravana se unió en París
 a una multitud de artesanos de paz llegados de muchos lugares, y juntos
 exigieron el acercamiento de los presos y el respeto de sus derechos. 
Sus voces hicieron coro con los ángeles de la Navidad, que no entienden 
de confesiones religiosas ni de ideologías políticas: “Paz en la tierra a
 los hombres y mujeres de buen corazón”.
Su causa es justa, como 
han reconocido todos los parlamentarios y senadores y más de 1.000 
cargos elegidos del País Vasco francés, de todos los partidos y 
sensibilidades políticas. Una gran lección para este lado de los 
Pirineos. No habrá paz mientras no se respeten todos los derechos, 
también los de los presos. La justicia y la paz deben estar muy por 
encima de la sed de venganza y de las consignas de partido.
El 
alejamiento de los presos es una medida injusta. Es un castigo añadido 
para ellos y sus familias. Un castigo que ni siquiera cabe en la 
Constitución española, aunque nadie se alarma porque se infrinja en este
 punto como en tantos otros, según interese o no. Sería injusto aun 
cuando fuera legal. No creo en el castigo, la expiación y la venganza. 
Ni creo en la cárcel, que solo debiera servir para disuadir y 
rehabilitar, pero salta a la vista que no cumple ni una ni otra función.
En
 1989, cuando se instauró en España el alejamiento de los presos, muchos
 lo justificaron como medida eficaz en la lucha contra el terrorismo, 
aunque a esos mismos les hemos oído decir a menudo que el fin no 
justifica los medios. ¿Será, por tanto, que en este caso sí, un fin 
bueno (lucha antiterrorista) justificaría un medio malo (la dispersión y
 el alejamiento de los presos)? Diré de paso que el principio de que el 
fin no justifica los medios me parece falaz o cuando menos mal 
formulada. Si fuera verdad, no se debería someter a ningún paciente a un
 tratamiento doloroso, ni condenar a un delincuente al permanente 
sufrimiento que es la cárcel. En realidad, es justamente el fin el que 
justifica muchos medios malos, no cualquier medio, claro está. Depende 
de qué fines y de qué medios. Para que un “medio malo” sea legítimo, 
debe ser proporcionado y eficaz en relación con el beneficio que se 
quiere obtener. Pues bien, pienso que la dispersión y el alejamiento de 
los presos no son éticamente aceptables, por ser unas penas 
desproporcionadas para el bien pretendido y por ser además medidas 
ineficaces. Serían un sufrimiento injusto y además inútil.
Es 
necesario que terminemos con esta lógica, que demos un salto adelante 
decisivo en la humanidad y en la legislación. Es necesario que todos 
reconozcamos el sufrimiento injusto de todas las víctimas, de cada una 
en particular, como si no hubiera otra y como si fuera “de los 
nuestros”. Todo el que sufre es de los nuestros.
Me sumo, pues, a 
la caravana por la paz. No es la única caravana de la paz, pero es 
necesaria. Y harán falta muchas, muchas más, abiertas a todos, donde 
todas las armas se callen, donde cada uno se haga cargo del sufrimiento 
del otro, sin mirar sus siglas.
En la liturgia cristiana es tiempo
 de adviento, tiempo de esperanza. Pero esperanza no es aguardar. Es 
abrir en el desierto un camino a la paz día tras día, a pesar de todo. 
Es hacer posible que se reúna cada vez más gente en una o en muchas, 
diversas, caravanas por la paz, y animarnos unos a otros diciendo como 
Isaías: “Venid, subamos al monte de Dios, al templo de la 
reconciliación. Caminemos a la luz del Señor”, a la luz de nuestro ser. 
Es realizar humildemente el sueño del profeta: “Convertirán sus espadas 
en arados, sus lanzas en podaderas. No se alzará nación contra nación, 
ni se prepararán para la guerra”. Desarmemos el corazón, las palabras y 
las leyes. Caminemos. Sumémonos a alguna caravana por la paz. Allanemos 
los caminos. El adviento continúa.

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