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miércoles, 18 de mayo de 2016

Presencias de Iglesia en el mundo rural Baserrian be kristau



Quieren mantener la Iglesia en la zona rural Baserria be kristau
La asignatura ignorada de nuestra Iglesia Gure Eleizearen erronka


Una quincena de asociaciones, presentes en el medio rural, proponen un estilo de comunidad cristiana, complementaria a la de las parroquias.

Estos católicos, reunidos el fin de semana de la Ascensión en su encuentro bienal, trabajan para que el campo no muera.



Élise Descamps,

Harol (Vosges)

La Croix 11.V.2016


Hablan de los refugiados, de la transición ecológica y de la prevención del suicidio; acogen a los migrantes, se reúnen con los políticos, se forman para la comunicación pacífica, leen la Biblia y organizan los comedores para los más necesitados. ¿Acaso son éstos los problemas del mundo rural? Pues sí, a pesar de los estereotipos. Estos cristianos rurales, la gran mayoría de ellos formados en la Acción Católica y buscadores incansables de un mundo más justo, se ven a sí mismos perteneciendo a la sociedad lo mismo que los de otros tiempos.

Mylène, Christian, Jean, Elisabeth y otros cincuenta, procedentes de diferentes “presencias de la Iglesia en el mundo rural” se reunieron el fin de semana de la Ascensión en Vosges, para su tradicional encuentro nacional bienal, llamado “Inter-lieux”.

Cristianos, ante todo, comprometidos, en un ámbito muy concreto: el mundo rural. “Cuando regresé a Lille, donde cursé mis primeros estudios, y vi la gran cantidad de iniciativas emprendidas por los católicos, me dije, ¡no es justo quedarse al margen!”

“En Francia, la caída de la población es cada vez más acusada en los grandes centros urbanos y un desierto en cuanto se sale de allí. Y lo mismo pasa en la Iglesia”, se lamenta Elisabeth San-Guily. Para esta treintañera, nacida en una familia burguesa de Yvelines, instalarse en el campo, en Avesnois (Norte), hace once años, fue, a pesar de todo, una buena elección, después de sacar el título de ingeniero en agronomía y el de sociología. “Durante el tiempo de formación agrícola, el primer año, me enamoré de este medio. Tuve la enorme suerte de encontrarme con la gente del MRJC (Movimiento rural de la juventud cristiana). Y, desde entonces, me he sentido muy a gusto con ellos”.

“Su” Iglesia la forman el CMR (Cristianos en el mundo rural), un grupo musical formado por miembros de diferentes parroquias, y el Vivier (Vivero), asociación vinculada a la red informal de lugares atípicos de la Iglesia en el mundo rural. Es ella quien la co-preside y la que anima, sobre todo, los cine-fórum. Pero es, de lejos, la única joven, en medio de una gran mayoría de sexagenarios. “Éstas, apunta, son personas que han conocido Mayo del 68, el Vaticano II, han hecho grandes cosas, son dinámicas y quieren transmitir lo que han vivido. ¡Pero, cada día somos menos, sobre todo, en el mundo rural! Cuando nos reunimos, me imagino la vida dentro de diez años y, la verdad, se apodera de mí la inquietud”.

De todas formas, la penuria de sacerdotes, mucho más aguda en el campo, no le hace enloquecer a Mylène Lambert, 58 años, presidenta del Horizon, en Harol (Vosges).  “Me veo como responsable cristiana. Por supuesto, el sacerdote es el encargado de los sacramentos, pero ¿quién dice que, gracias a mi compromiso, especialmente con los extranjeros, no soy yo también una fuente de vida?  La dificultad en el mundo rural, es el apego a las estructuras, y la falta de reconocimiento de que hay una gran diversidad de personas que están asumiendo, discretamente, muchas responsabilidades”. Se enfurruña un poco más en lo referente a la falta de misa dominical: “hace tiempo, la gente no lo tenía tan fácil como ahora para desplazarse, y, además, la comunidad de proximidad impuesta era la parroquia. Yo, estoy contenta de formar parte de Horizont, aun sabiendo que dista 55 km de mi casa. No queda más remedio que reinventar las cosas”, apunta.

Christian Vidal permanece fiel a su parroquia, a pesar de que fue en La Mondée, (una asociación partidaria de la unión con el pueblo de Izeaux, en Isère), donde pudo integrarse cuando llegó a la región. “En el campo, los sacerdotes pasan muy rápidamente, aspirados por la ciudad, lo que hace que la vida de la parroquia sea extremadamente frágil”, añade. No faltan quienes manifiestan la enorme dificultad que supone poner en marcha proyectos o equipos con gente que trabaja fuera. No hay que olvidar, recuerdan, que ciertas zonas rurales no pasan de ser simples barrios-dormitorios de las grandes ciudades.

Una cuestión que, por otro lado, no asusta al padre Jean Sigot, miembro de un equipo de seis sacerdotes al servicio de un grupo de parroquias en la región de Montargis (Loiret), con un perfil todavía muy agrícola. Es cierto que tiene que pasar mucho tiempo en la carretera, pero aprecia, después de haber estado veinte años en la ciudad, poder acompañar a “comunidades muy pequeñas”, teniendo que ir a visitar, frecuentemente, en sus casas a los fieles, especialmente agricultores, que tienen enormes dificultades para encontrarse con el cura.

En su sector, “muy descristianizado”, la presencia de la Iglesia no institucional que es Pont de Pierre, y de la que él es el sacerdote acompañante, facilita, lo dice con alegría, encontrarse con personas muy diferentes, sean creyentes o no.

 
Baserri pastoralak udabarririk bai?

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