Dicen en Cáritas que muchos mayores sufren porque no se cubren sus necesidades afectivas o espirituales, escribe A. Rodríguez en DEIA.
Están pendientes de que
sus padres coman, vivan confortablemente y tomen la medicación, pero no
reparan en que la botica para el alma no la dispensan en las farmacias.
“Muchas veces el sufrimiento de las personas mayores no viene porque no
estén cubiertas sus necesidades básicas, sino porque tienen otras, como
las afectivas, sociales o espirituales, de las que no somos conscientes
y, por tanto, no les damos respuesta”. Lo dice, con trece años de
experiencia a sus espaldas, Pili Castro, responsable del área de mayores
de Cáritas Bizkaia, que gestiona sendos proyectos de acompañamiento y
respiro para familias cuidadoras.
“Los voluntarios hacen una labor de
tipo afectivo, conversan con la persona, le acompañan a tomar café o la
visitan en la residencia. Ella siente que es especial para alguien y que
tiene una relación que va más allá del cuidado, la higiene y la
comida”, explica. Pese a los beneficios, no todos aceptan este apoyo.
“Hay hijos a los que se lo propones y se ofenden: ¿Me estás diciendo que no atiendo bien a mi madre?
No. Estamos diciendo que la necesidad de relacionarse se mantiene
cuando somos mayores y que el trato digno a la persona también pasa por
atender eso”. Tampoco se suele tener en cuenta, añade, que “muchos son
muy religiosos y, en la medida en la que están en una residencia o ya no
pueden salir de casa, se ven privados de ir a misa o tomar la
comunión”.
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