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domingo, 6 de octubre de 2024

El feminismo de Jesús (Mc 10, 2-16) Juan Ignacio Vara



El término feminismo es muy moderno. Además, es elástico, porque con él se arropan personas y grupos que mantienen criterios muy dispares. En algo quieren coincidir: en considerar a la mujer con el mismo valor personal que a los varones. Cuando afirmo que Jesús era feminista quiero expresar mi convicción de que manifestó una actitud frente a las mujeres que no era en absoluto la que predominaba en su entorno cultural judío. Ni en el religioso, tal y como era explicado al pueblo por los fariseos y otras compañías.
Es de esperar que no queden predicadores que, basándose en el texto de Marcos, den en anatematizar a cuantas gentes se han divorciado en la historia y han vuelto a contraer matrimonio. Marcos nos ofrece una escena interesante: los fariseos “preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” La pregunta no es inocente. Querían fastidiarlo porque conocían por donde respiraba el de Nazaret. Hoy sabemos muy bien que, en tiempos de Jesús, el divorcio solo podían pedirlo los varones. Ellas no. Jesús no entra a la discusión inútil. Recontrapregunta y, cuando le contestan que Moisés permitió a los varones repudiar a las mujeres, acepta el hecho y lo interpreta: “Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.
El Maestro cita el relato de la creación de Génesis en el que mujer y varón aparecen creados por Dios, en nivel de igualdad, libres para decidir juntos una vida en común, de manera que el abrazo sexual se convierte en metáfora de un hacer la historia juntos, cuidando la vida y la naturaleza y asumiendo la alegría y el dolor que implica el existir como humanos. Jesús cree que en el proyecto de su Padre no tiene sentido que las mujeres sean menos personas y que se llegue al absurdo de excluirlas por “impuras” en razón de su biología. Hijas de Dios como todos. Ni más ni menos.
Los discípulos, educados en el machismo arraigado en su cultura, no entienden al Maestro. Para ellos también, sin “dominio” del varón, no tiene sentido el matrimonio. Y, allí donde las mujeres son consideradas ciudadanas en igualdad de derechos, a veces terminamos por hacer del matrimonio una aventura que no compromete a nada. Más allá de lo jurídico y los papeles, cabría preguntarse si, en algunas parejas, hubo nunca matrimonio. Ni divorcio, cuando se separan cansados de la aventura.
Hagamos la historia juntos, mujeres y hombres, sin dominios. Y, cuando toque llorar porque la vida es como es, tratemos de comprender a los amores rotos. Es lo que hizo Jesús.

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