Hace tres años colaboré en un pequeño libro de “Cartas al Papa Francisco”, que había ido publicando semanalmente la revista Vida Nueva.
Te escribí mi carta entusiasmado. No me lo podía creer. Un papa que me
recordabas día a día a Jesús con tus palabras, tus gestos, tu sencillez y
tu cercanía a las gentes, tus abrazos a los niños y tus caricias a los
enfermos y desvalidos. En poco tiempo te estabas convirtiendo en un
“regalo” para la Iglesia y en una “buena noticia” incluso para un mundo sorprendido de tu llegada a Roma.
No olvidaré nunca las palabras que pronunciaste un día de octubre de 2013 en una de tus homilías en Santa Marta: “La
Iglesia ha de llevar a Jesús: éste es el centro de la Iglesia, llevar a
Jesús. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería
una Iglesia muerta”. Lo había pensado muchas veces, pero no me
atrevía a decirlo. Sí, hermano Francisco, cada vez somos más los que
pensamos que una diócesis que no lleve a Jesús es una diócesis muerta.
Una parroquia que no lleve a Jesús es una parroquia muerta.
Ha ido pasando el tiempo, pero no me has
defraudado. Al contrario, va creciendo de día en día mi cariño, mi
admiración y mi agradecimiento a tu mensaje y a tu tarea. Has logrado
probablemente lo más difícil: lo que no se puede hacer con decretos
firmados en Roma ni con planes pastorales elaborados en las curias
diocesanas. Has cambiado el clima que se respiraba en no pocas
comunidades cristianas. Hoy es un clima más amable, más humano y más
esperanzado. Ahora es más posible pensar con realismo en abrir caminos a
una verdadera renovación evangélica de la Iglesia.
Nunca te agradeceremos bastante tu Exhortación “La alegría del Evangelio”
llamándonos a “una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría de
Jesús”. Tú no estás pensando en una etapa triste que nos vemos forzados
a recorrer para poder sobrevivir todavía durante algún tiempo,
asegurando el funcionamiento de las cosas mientras sea posible. Tú nos
estás llamando a impulsar una renovación de nuestras parroquias y
comunidades “con generosidad y valentía, sin prohibiciones ni miedos”,
volviendo a lo esencial del Evangelio que es “lo más bello, lo más
grande, lo más atractivo y lo más necesario”.
Disfruto subrayando tus palabras tan
incisivas y alentadoras: “Jesucristo puede romper los esquemas aburridos
en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su creatividad
divina”. Me emociona con qué fuerza nos invitas a “salir hacia las
periferias existenciales” y con qué insistencia nos urges: “Salgamos,
salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo… Prefiero una Iglesia
accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una
Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las
propias seguridades”.
Hermano Francisco, veo a algunos teólogos
bastante preocupados por la resistencia cada vez más firme y atrevida
de algunos cardenales y jerarcas a tu mensaje y a tus esfuerzos por
renovar a la Iglesia de Jesús. Según se dice, están esperando a que se
cierre el paréntesis de la “era de Francisco”, para volver otra vez a lo
de siempre, lo que en otros tiempos nos ha servido para sentirnos
fuertes e importantes y para gozar de prestigio y de poder mundano.
Como dices en “La alegría del Evangelio”, pretenden “dominar el espacio
de la Iglesia” y buscan “el cuidado de la doctrina y del prestigio de
la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real
inserción en el pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la
historia”. Sinceramente te digo que no me preocupan mucho pues vivo
convencido de que en los próximos años estos jerarcas irán perdiendo
poder de atracción y credibilidad.
Más me apena ver que, en bastantes
diócesis y en no pocas parroquias y comunidades cristianas, tu mensaje y
tus llamadas a impulsar una renovación evangélica no están llegando a
los fieles del pueblo de Dios. Más aún. Veo que muchos cristianos saben
más de ti y de tu actuación por lo que ven y escuchan en los medios de
comunicación que por lo que pueden conocer en el seno de sus
comunidades. Estamos orgullosos de tener un gran papa pero, con
frecuencia, vivimos tranquilos pensando que es suficiente, sin darnos
cuenta de que la Iglesia es mucho más que el Vaticano y que tú, hermano
Francisco, no puedes hacer entre nosotros lo que es tarea nuestra. Y
así, poco a poco, la fe se va perdiendo en nuestros hogares y colegios,
en nuestras parroquias y comunidades, en nuestra sociedad y en nuestras
conciencias, sin que, al parecer, nadie se sienta responsable.
Querido hermano Francisco, seguramente
nunca leerás esta carta que te estoy escribiendo. A pesar de todo,
quiero descubrirte lo que vivo dentro de mi corazón de humilde seguidor
de Jesús: lo que en estos momentos siento que necesita urgentemente la
Iglesia y a lo que quiero dedicar los últimos años de mi vida. Creo que a
los cristianos de Europa nos está llegando la hora de la verdad. Eso
que llamamos “crisis religiosa” es, al mismo tiempo, el gran signo de
nuestros tiempos, aunque todavía no sepamos leerlo con espíritu
profético. Dios está llevando a nuestra Iglesia a una situación nueva
en contra de nuestra voluntad. Dentro de pocos años, la Iglesia será
entre nosotros más pequeña, menos poderosa, más débil. Tendrá que
aprender a vivir en minoría. Conocerá en su propia carne lo que
significa ser perdedora y vivir marginada por la sociedad. Solo desde
esa pobreza aprenderá a dar pasos humildes hacia esa conversión que hoy
no somos capaces de impulsar a pesar de tus llamadas. Nuestras
comunidades se volverán a Jesús con más verdad y más pasión que
nosotros. Buscarán a Dios con más fuerza y, en medio de una sociedad que
lo declarará muerto para siempre, ellos lo encontrarán donde ha estado y
está siempre: en lo más profundo del ser humano.
Pero, ¿qué podemos hacer hoy nosotros? Querido Francisco, tu recordarás tan bien como yo –no te he dicho que tenemos la misma edad– aquellas palabras que escribió algunos años antes de su muerte en 1984 aquel gran teólogo que fue Karl Rahner: “El cristiano del futuro será ‘místico’, es decir, una persona que ‘ha experimentado’ algo o no será cristiano; porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en un ambiente religioso generalizado, previo a la experiencia y a la decisión de las personas”. Aún antes, Rahner había escrito un texto considerado por él mismo como su testamento espiritual: “Una cosa sigue siendo cierta: que el ser humano puede experimentar personalmente a Dios. Y vuestra pastoral debería, siempre y en cualquier circunstancia, tener presente esta meta inexorable… Ayudar al hombre a experimentar que siempre ha estado y sigue estando en contacto con Dios es hoy más importante que nunca”.
Hermano Francisco, tú sabes mejor que yo
cuántas veces se vienen repitiendo las palabras de Rahner estas últimas
décadas, y sabes también que su llamada tan lúcida como audaz no ha
encontrado apenas seguidores. Es cierto que vamos tomando conciencia de
la necesidad profunda de espiritualidad, pero estamos muy lejos de
impulsar la renovación interior que necesita hoy nuestra fe. Los
pronósticos se están cumpliendo. La crisis religiosa es tan profunda que
ya no bastarán algunas reformas superficiales. La capacidad de
relacionarse con Dios está quedando atrofiada en muchas personas que
viven instaladas en una vida pragmática, volcada casi totalmente en lo
exterior. Poco a poco, Dios se está convirtiendo para bastantes en una
palabra sin contenido, una abstracción, tal vez un mal recuerdo a
olvidar para siempre.
En nuestras comunidades seguimos hablando
de Dios, pero son pocos los que buscan al que se esconde tras esas
palabras. Incluso se diría que, a veces, “sentirse cristiano” parece que
dispensa de la aventura apasionante de buscar a Dios. En medio de
nuestra sociedad todo es posible: rezar sin comunicarse con Dios,
comulgar sin comulgar con nadie, celebrar las eucaristías sin celebrar
nada… Tal vez siempre ha sido así, pero hoy todo favorece más que nunca
ese cristianismo sin interioridad que no es sino la “epidermis de la
fe”.
Son muchas las preguntas que me brotan
desde dentro. Solo te indico algunas. Dios es hoy para muchos no solo un
“Dios escondido” sino un Dios imposible de encontrar. ¿No ha llegado el
momento de que la Iglesia que tiende a presentarse casi siempre como
autoridad moral ante la sociedad, aprenda a presentarse y ofrecerse como
invitadora a hacer la experiencia personal de Dios? ¿No hemos de
difundir con más fuerza la buena noticia de que todos podemos
encontrarnos en el fondo de nuestro ser con el Misterio último de la
realidad que los creyentes llamamos Dios? ¿No debería ser hoy nuestra
tarea prioritaria en las parroquias acompañar y ayudar a los fieles,
mujeres y hombres creyentes, a vivir su propia experiencia interior de
Dios?
En nuestra Iglesia hay un hecho que nos
hace sufrir mucho. A pesar de todos los esfuerzos que se hacen, no
logramos transmitir la fe a las nuevas generaciones. En la raíz de este
hecho subyacen sin duda diversos factores de naturaleza sociocultural,
pero ¿no hay sobre todo un dato que hemos de revisar y corregir con
urgencia? ¿Podemos continuar tratando de transmitir la fe en Dios
siguiendo el modelo de “instrucción”, como si fuera una doctrina que
puede enseñarse con ayuda de métodos didácticos? ¿No hemos de aprender a
despertar de modo adecuado la capacidad que hay en todo ser humano de
acoger en su interior la presencia del Misterio de Dios?
No me puedo alargar. En mi interior
brotan otras muchas preguntas: ¿Cómo ayudar a los cristianos y
cristianas a redescubrir a Cristo resucitado como principio de
renovación interior? ¿Cómo desarrollar una pastoral de interioridad en
los diferentes ámbitos de la Iglesia? ¿Cómo introducir silencio y
recogimiento interior en nuestras parroquias y comunidades? ¿Cómo
celebrar la liturgia sin que nuestro corazón esté ausente? ¿Cómo
reavivar la experiencia interior de esa eucaristía dominical que estamos
dejando morir por no escuchar a las nuevas generaciones que llevan
décadas diciéndonos que se aburren ante un lenguaje que, en buena parte,
no se ha modificado desde hace ochocientos años?
Querido hermano Francisco, yo no soy
nadie para sugerirle al papa nada, pero vivo convencido de que sería un
regalo para la Iglesia un Sínodo que sacudiera nuestras conciencias y
fuera un punto de partida importante para impulsar en los años venideros
una renovación interior de nuestro modo de vivir la fe cristiana.
José Antonio Pagola Elorza
Orain hiru urte “Cartas al Papa Francisco” izeneko liburuxka batean esku hartu nuen, Vida Nueva aldizkariak astero argitaratutako bilduman. Pozik idatzi nizun gutuna. Ezin sinetsirik nengoen. Egunero Jesus gogorarazten zenidan aita santua zinen zure hitz eta keinuez, zure xalotasun eta jendearekiko hurbiltasunaz, haurrak besarkatuz eta gaixoak eta ezerezak laztanduz. Elizarentzat “opari” bihurtu zinen denbora gutxian eta “berri on” Erromara iritsi zinelako harrituta zegoen munduarentzat.
Ez ditut berehala ahaztuko 2013ko urriko egun batean esan zenituen hitzak Santa Martako homilietako batean: “Elizak Jesus eraman behar du: horixe da Elizaren muina, Jesus eramatea. Noizbait gertatuko balitz Elizak Jesus ez eramatea, hila litzateke Eliza”. Askotan pentsatu izan nuen hori bera neronek baina ez nintzen esaten ausartzen. Bai, anaia Frantzisko, gero eta gehiago gara Jesus ez daraman elizbarrutia hildako elizbarrutia dela pentsatzen dugunak. Jesus ez daraman parrokia hildako parrokia dela.
Denbora igaro da baina ez didazu huts egin. Alderantziz, egunetik egunera gero eta onginahi, miresmen eta eskerron handiagoa ditut zure mezu eta lanarentzat. Zailena lortu izango duzu: Erroman sinatutako dekretuen bidez eta gotzaindegietan landutako pastoral planekin egin ezin den zerbait. Giroa aldatu duzu makina bat kristau elkartetan. Orain giro goxoagoa dago, gizakoiagoa eta itxaropentsuagoa. Gaur egun posibleagoa da errealismoz pentsatzea zein bide urratu Elizaren benetako berritze ebanjelikoari ekiteko.
Ez dizugu inoiz nahikoa eskertuko “Ebanjelioaren poza” Aholku Hitza, “Jesusen pozak markatutako aldi ebanjelizatzaile berri batera” deitzen gaituena. Zuk buruan ez dabilkizu aldi triste bat, igaro beharrekoa, denboraldi batean irauteko, ahal den artean gauzen martxa ziurtatuz. Eskatzen diguzu bultzatzeko gure parroki eta elkarteen berritzea “eskuzabaltasunez eta ausardiaz, debekurik eta beldurrik gabe”, Ebanjelioaren funtsera itzuliz, hori baita “ederrena, handiena, erakargarriena eta beharrezkoena”.
Gozatu egiten dut zure hitzak azpimarratzen, benetako akuiluak eta pizgarriak: “Jesu Kristo gai da itxita eduki nahi dugun eskema aspergarriak hausteko eta harritu egiten gaitu bere Jainko-sormenaz”. Hunkitu egiten naiz nolako indarrez dei egiten diguzun “bizitza-bazterretara ateratzeko” eta nola esaten diguzun behin eta berriz: “Atera gaitezen, atera gaitezen denei Jesu Kristoren bizia eskaintzera… Nahiago dut plazara jalgi delako ezbeharra izan duen Eliza, min hartu duena eta zikindu dena, ezen ez gaixo dagoen Eliza bere baitan itxita eta bere ziurtasunei helduta eroso dagoelako”.
Anaia Frantzisko, nahiko kezkatuta nabari ditut teologo batzuk zenbait kardinalek eta hierarkak gero eta gogorrago eta lotsagabeago dihardutelako zure mezuaren eta Jesusen Eliza berritzeko egiten dituzun ahaleginen aurka. Diotenez, “Frantziskoren garaia”-ren parentesia itxi zain daude, atzera betikora itzultzeko, garai batean indartsu eta garrantzitsu sentitzeko balio izan ziguna eta munduko ospe eta botereaz gozatzeko. “Ebanjelioaren poza”n diozun bezala, “mendean eduki nahi dute Eliz esparrua” eta “doktrinaz eta Elizaren izenaz arduratzen dira, baina ez die axola Ebanjelioa Jainkoaren herri sinestunean barneratzen den eta historiako behar zehatzetan sartzen den”. Egiaz diotsut ez nautela askorik kezkatzen, izan ere sinetsita nago hierarka hauek erakarmena eta sinesgarritasuna galtzen joango direla datozen urteetan.
Gehiago penatzen nau ikusirik Jainkoaren herriko fededunei ez zaizkiela iristen berrikuntza ebanjelikoa eragiteko eskatzen duten zure mezu eta deiak elizbarruti dezentetan eta nahikotxo parrokia eta kristau elkartetan. Are gehiago. Ikusten dut kristau askok zutaz eta zure ekintzaz askoz gehiago dakitela komunikabideetan ikusten eta entzuten dutenari esker, ezen ez eliz elkarteetan entzun dezaketenaren bidez. Pozik gaude aita santu bikain bat daukagulako baina, maiz, lasai bizi gara hori aski delakoan, konturatu gabe Eliza Vatikanoa baino askoz gehiago dela eta zuk, Frantzisko anaia, ezin duzula egin gure artean geuk egin beharrekoa. Eta hala, pixkanaka-pixkanaka, fedea galtzen ari da gure etxeetan eta eskoletan, gure parrokietan eta elkarteetan, gure gizartean eta gure kontzientzietan, eta, itxuraz, inork ez du bere burua erantzuletzat jotzen.
Frantzisko anaia maitea, seguru asko ez duzu inoiz irakurriko idazten ari natzaizun gutun hau. Hala eta guztiz ere, Jesusen jarraitzaile xume, bihotz barruan zer bizi dudan azaldu nahi dizut: zer iruditzen zaidan duela Elizak premia-premiazkoa une honetan eta zeri emanda bizi nahi ditudan nire azken urteak. Uste dut egiaren ordua iristen ari zaigula Europako kristauei. “Erlijio-krisia” deitzen dugun hori, aldi berean, gure garaiotako ezaugarri handia da, nahiz eta oraindik ez dakigun espiritu profetikoz irakurtzen. Gure Eliza egoera berri batera darama Jainkoak, guk nahi ezta. Urte gutxi barru, Eliza, gure alderdi honetan, txikiagoa izango da, botere gutxiagokoa, ahulagoa. Gutxiengoan bizitzen ikasi beharko du. Bere larruan probatuko du zer esan nahi duen galtzaile izateak eta gizarteak baztertuta bizitzeak. Pobretasun horretatik bakarrik ikasiko du urrats apalez ibiltzen, zuk hainbeste hots egin arren gu orain eragin ezinik gabiltzan bihozberritzerantz. Gure elkarteak gu baino askoz egia eta sugar gehiagorekin itzuliko dira Jesusengana. Indar handiagoz bilatuko dute Jainkoa eta Hura betiko hila joko duen gizartean, beti egon den eta dagoen lekuan aurkituko dute: gizakiaren barren-barrenean.
Baina, zer egin dezakegu guk gaur? Frantzisko maitea, ni bezain ongi oroituko zara –ez dizut esan adin berekoak garela– 1984an hil baino urte batzuk lehenago Karl Rahnerrek, teologo handi hark idatzi zituen hitz haietaz: “Etorkizuneko kristaua ‘mistikoa’ izango da, alegia, zerbait ‘esperimentatu’ duen pertsona, edo ez da kristau izango; etorkizuneko espiritualtasunari jada ez baitio babesik emango giro erlijioso orokortu batek, gizon-emakumeen esperientzia eta erabaki aurrekoak”. Lehenago ere Rahner idatzia zen testu bat bere testamentu espiritualtzat jo zuena: “Gauza batek egia izaten dirau: gizakiak berez esperimentatu dezake Jainkoa. Eta zuen pastoralgintzak gogoan izan behar luke, beti eta gorabehera guztietan, helburu zorrotz hau… Inoiz baino garrantzitsuagoa da gaur egun gizakiari esperimentatzen laguntzea beti egon dela eta dagoela Jainkoarekin harremanean”.
Anaia Frantzisko, zuk nik baino hobeto dakizu zenbat aldiz errepikatu izan diren Rahnerren hitzak hamarkada hauetan, eta ondo asko dakizu bere dei argiak bezain ausartak apenas izan duela jarraitzailerik. Egia da espiritualtasunaren behar sakonaz jabetzen ari garela, baina oso urruti gaude gure fedeak gaur behar duen barne-berritzea eragitetik. Betetzen ari dira iragarpenak. Krisi erlijiosoa hain da sakona non jada ez baitira nahikoa izango axaleko eraldaketa batzuk. Jainkoarekin harremanean egoteko gaitasuna indargabetzen ari da pertsona askogan, bizimodu pragmatikoan eta ia erabat kanpora begira bizi direlarik. Pixkanaka-pixkanaka, nahiko gizon-emakumerentzat edukirik gabeko hitza bihurtzen ari da Jainkoa, abstrakzio bat, behar bada oroitzapen txar bat betiko ahaztekoa.
Gure elkarteetan Jainkoaz hitz egiten dugu gaur egun ere, baina gutxik bilatzen dute hitz horren atzean dagoena. Antza denez, badirudi ‘kristau sentitzeak’, noiz edo noiz, salbuetsi egiten duela Jainkoa bilatzearen grinatik. Gure gizartean guztia daiteke: Jainkoarekin harremanik izan gabe otoitz egitea, komunioa hartzea inorekin komunioan egon gabe, eukaristiak ospatzea ezer ospatu gabe… Horrela izango zen beti behar bada, baina gaur egun denak bultzatzen du barrenik gabeko kristautasun hori, “fedearen azala” besterik ez dena.
Galdera asko sortzen zaizkit nire baitatik. Hona bakan batzuk. Gaur egun askorentzat Jainkoa ez da soilik “Jainko ezkutua” baizik eta Jainko aurkitu ezina. Ez al da iritsi unea Elizak, gizartearen aurrean ia beti autoritate moral gisa agertzen denak, bere burua agertzen eta eskaintzen ikas dezan Jainkoaren esperientzia pertsonala egitera gonbidatzen duena bezala? Ez al dugu indar handiagoz zabaldu behar berri on hau, guztiok topo egin dezakegula gure barnean errealitatearen azken Misterioarekin, sinestunok Jainko deitzen dugunarekin? Parrokietan oraingo gure zeregin behinenak ez ote luke izan behar eliztarrei, gizon-emakume fededunei, Jainkoaren barne-esperientzia bizitzen laguntzea?
Gure Elizan bada gauza bat asko sufriarazten diguna. Ahaleginak ahalegin, belaunaldi berriei fedea transmititu ezinik gabiltza. Gertaera honen sustraian eragile soziokultural desberdinak daude zalantzarik gabe, baina ez al dago batez ere datu bat berehala aztertu eta zuzendu behar duguna? Jarrai al dezakegu Jainkoagan fedea transmititzen saiatzen “irakaspen” eredua erabiliz, metodo didaktikoen bidez erakutsi daitekeen doktrina balitz bezala? Ez al dugu ikasi behar era egokian esna arazten Jainkoaren Misterioaren presentzia hartzeko gizaki ororengan dagoen gaitasuna?
Azken urteotan ahalegin handia egin da kristau nortasuna biziberritzen Jesusi jarraitzea eraginez. Hala baina, jarraipen hau batik bat moral alderdia azpimarratuz ulertu eta bizitzen da ia beti; “Jesus imitatzea”, “bere eredua jarraitzea”, “bere kausa defenditzea”… Gizaldietan zehar ahaztuz joan da Jesusen alderdi mistikoa, hau da, berak bizitako Jainko esperientzia. Ez al da garaia iritsi Jesusi jarraitzea barne-berritzearen bide mistikotzat ulertu eta bizitzeko? Ez al diegu gaurko gizon-emakumeei erakutsi behar “begiak geure fedearen iturburu eta betetzaile dugun Jesusengan jartzen” (Hebertarrei 12, 2)?
Ezin luza naiteke. Beste makina bat galdera dabilzkit barruan: Nola lagundu kristauei Kristo berpiztua berriz aurkitzen barne-berritzearen oinarri gisa? Nola garatu barnetasunezko pastoral bat Elizako esparruetan? Nola sartu isiltasuna eta barnekoitasuna gure parrokia eta elkarteetan? Nola ospatu liturgia gure bihotza urrun egon gabe? Nola biziberritu hiltzen uzten ari garen igandeko eukaristia horren barne esperientzia, belaunaldi berriei ez entzuteagatik aspertu egiten direla hamarkadetan esan eta esan ari diren arren, zortziehun urte honetan ia aldatu ez den hizkera dela eta?
Anaia Frantzisko maitea, ni ez naiz nor aita santuari ezer iradokitzeko, baina sinetsita bizi naiz erregalua litzatekeela Elizarentzat kontzientzia astinduko ligukeen Sinodo bat eta abiapuntu garrantzitsua, datozen urteetan kristau fedea bizitzeko barne-berritzea eragiteko.
Frantzisko, Jainkoaren oparia zara Jesusen Elizarentzat. Eskerrik asko zure bizitzagatik!.
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