La fiesta se celebrará este año de víspera, la misa, en su ermita de Areatza - Villaro, recordando el martirio de Santo Tomás Apóstol, el sábado 2 de julio a las 12:00
Jai honetarako liturgia lagungarriak euskeraz.
Irakurgaiak euskeraz.
Resumen sobre las ermitas de Areatza (elebiduna).
Presentación de Tomás apóstol por Benedicto XVI.
Hasierako agurra
Senideok: Gaur Tomas Apostolu santuaren jaia ospatzen dogu. Jesusek, bere ikasle izan zedin eta gero, biztuera ondoren, Berak ekarri eban Barri Ona mundu osoan zabaltzera bialduko ebazan hamabi gizon hareen taldekoa izan zan. Beste lagunak bezala, santo Tomas ere Jesusen biztueraren testigu eta Haren Barri Onaren mezulari izan zan, aitormena hori heriotzaraino eroanez. Aitortu daigun, bada, pozik eta esker onez, apostoluen testigantzaren bidez gureganaino heldu jakun sinesmena, geuregan bizi eta munduan zabaltzeko emon jakun fedea.
V/. Jaungoiko gure Aitak
eta Jesukristo gure Jaunak
eman deitsuela euren grazia eta bakea.
R/. Bedeinkatua Jaungoikoa,
Jesukristo gure Jaunaren Aita.
Herri-Otoitza
Senideok: Apostoluengandik hartu dogun fedean Eliza osoarekin bat eginik, aurkeztu deioguzan geure eskariak, ondasun guztien Egile eta gizaki guztien Aita dan Jainkoari.
- Elizaren alde: egunetik egunera sendoago bizi eta zabaldu dagian Apostoluen bidez jaso dauen sinesmena, eskatu deiogun Jaunari.
Santo Tomas Apostolua ermitea. Areatza |
- Abade ministeritzan nahiz erlijioso edo sekular bidetik apostolutza-lanetan dabiltzanen alde: Apostoluen testigantzak euren lanean gogo bero dagizala, eskatu deiogun Jaunari.
- Jesukristoren barri ez dabenen edota Harengandik aldendu diranen alde: Ebanjelioaren argira heldu ahal daitezela, eskatu deiogun Jaunari.
- Gure herrian eta mundu zabalean zuzentasunaren eta bakearen zerbitzuan saiatzen direnen alde: bide horretan gogotsu iraun dagiela, eskatu deiogun Jaunari.
- Hemen baturik gagozenon alde: jai honek eta santo Tomas apostoluaren laguntzak indarbarriturik, gure fedea pozik eta arduratsu bizi dezagula, eskatu deiogun Jaunari.
Onartu, Aita, apostoluen oroipen pozgarrian Elizak zuzentzen deutsuzuzan eskariak. Egizu, guztiok leialki jarraitu daitsegula hareek iragarri eben Ebanjelioari. Jesukristo gure Jaunaren bitartez. Amen.
Irakurgaiak
Apostoluen oinarri gainean eregiak zagoze.
San Paulo Apostoluak Efesoarrei egindako gutunetik
Ef 2, 19-22
Senideok: Ez zaree arrotz, ez atzerritar, Jainkoaren herriko kide baino eta Jainkoaren familiako, apostolu eta profeten oinarri gainean eregiak, Kristo Jesus bera giltzarri dala. Honegan ondo finkaturik, eregin osoa gora doa, tenplu santu bihurtzeraino Jaunagan. Honegan ereginaren parte zaree zuek ere besteekin batera, Espirituagan Jainkoaren bizileku bihurtzeraino.
Salmoa
Sal 116, 1. 2
R/. Zoaze mundu guztira, eta iragarri Barri Ona.
edo Aleluia.
Goratu egizue Jauna, atzerri guztiak,
goretsi egizue, herri guztiak. R/.
Sendotu da-eta gugan bere maitasuna,
eta beti-betiko da Haren leialtasuna. R/.
Ebanjelioa
Ene Jauna eta ene Jainkoa!
Jesu Kristoren Ebanjelioa San Joanen liburutik
Jn 20, 24-29
Tomas, Hamabietako bat, Bikia eritzona, ez egoan hareekin Jesus etorri zanean. Beste ikasleek esan eutsoen: «Jauna ikusi dogu». Tomasek erantzun eutsen: «Haren eskuetan untze-zuloak ikusten ez baditut, neure atzamarra haren untze-zuloetan eta neure eskua haren saihetsean sartzen ez baditut, ez dot sinestuko».
Handik zortzi egunera, etxean egozan barriro ikasleak, eta Tomas ere hareekin zan. Sartu zan Jesus, ateak itxita egozala, eta erdian jarririk esan eutsen: «Bakea zuei». Gero esan eutsan Tomasi: «Ekarri atzamarra, begira nire eskuak; ekarri eskua eta sartu nire saihetsean, eta ez izan sinesgogor, sinestedun baino».
Tomasek erantzun eutsan: «Ene Jauna eta ene Jainkoa!» Jesusek esan eutsan: «Ikusi nozulako sinestu al dozu? Zorionekoak ikusi barik sinesten dabenak».
Benedicto XVI presenta al apóstol Tomás
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 27 septiembre 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles dedicada a presentar la figura del apóstol Tomás.
* * *
Queridos hermanos y hermanas:
Prosiguiendo nuestros encuentros con los doce Apóstoles elegidos directamente por Jesús, hoy dedicamos nuestra atención a Tomás. Siempre presente en las cuatro listas del Nuevo Testamento, es presentado en los tres primeros evangelios junto a Mateo (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15), mientras que en los Hechos de los Apóstoles aparece junto a Felipe (cf. Hch 1, 13). Su nombre deriva de una raíz hebrea, «ta'am», que significa «mellizo». De hecho, el evangelio de san Juan lo llama a veces con el apodo de «Dídimo» (cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2), que en griego quiere decir precisamente «mellizo». No se conoce el motivo de este apelativo.
El cuarto evangelio, sobre todo, nos ofrece algunos rasgos significativos de su personalidad. El primero es la exhortación que hizo a los demás apóstoles cuando Jesús, en un momento crítico de su vida, decidió ir a Betania para resucitar a Lázaro, acercándose así de manera peligrosa a Jerusalén (cf. Mc 10, 32). En esa ocasión Tomás dijo a sus condiscípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él» (Jn 11, 16). Esta determinación para seguir al Maestro es verdaderamente ejemplar y nos da una lección valiosa: revela la total disponibilidad a seguir a Jesús hasta identificar su propia suerte con la de él y querer compartir con él la prueba suprema de la muerte.
En efecto, lo más importante es no alejarse nunca de Jesús. Por otra parte, cuando los evangelios utilizan el verbo «seguir», quieren dar a entender que adonde se dirige él tiene que ir también su discípulo. De este modo, la vida cristiana se define como una vida con Jesucristo, una vida que hay que pasar juntamente con él. San Pablo escribe algo parecido cuando tranquiliza a los cristianos de Corinto con estas palabras: «En vida y muerte estáis unidos en mi corazón» (2 Co 7, 3).
Obviamente, la relación que existe entre el Apóstol y sus cristianos es la misma que tiene que existir entre los cristianos y Jesús: morir juntos, vivir juntos, estar en su corazón como él está en el nuestro.
Una segunda intervención de Tomás se registra en la última Cena. En aquella ocasión, Jesús, prediciendo su muerte inminente, anuncia que irá a preparar un lugar para los discípulos a fin de que también ellos estén donde él se encuentre; y especifica: «Y adonde yo voy sabéis el camino» (Jn 14, 4). Entonces Tomás interviene diciendo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» (Jn 14, 5). En realidad, al decir esto se sitúa en un nivel de comprensión más bien bajo; pero esas palabras ofrecen a Jesús la ocasión para pronunciar la célebre definición: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14, 6).
Por tanto, es en primer lugar a Tomás a quien se hace esta revelación, pero vale para todos nosotros y para todos los tiempos. Cada vez que escuchamos o leemos estas palabras, podemos ponernos con el pensamiento junto a Tomás e imaginar que el Señor también habla con nosotros como habló con él. Al mismo tiempo, su pregunta también nos da el derecho, por decirlo así, de pedir aclaraciones a Jesús. Con frecuencia no lo comprendemos. Debemos tener el valor de decirle: no te entiendo, Señor, escúchame, ayúdame a comprender. De este modo, con esta sinceridad, que es el modo auténtico de orar, de hablar con Jesús, manifestamos nuestra escasa capacidad para comprender, pero al mismo tiempo asumimos la actitud de confianza de quien espera luz y fuerza de quien puede darlas.
Luego, es muy conocida, incluso es proverbial, la escena de la incredulidad de Tomás, que tuvo lugar ocho días después de la Pascua. En un primer momento, no había creído que Jesús se había aparecido en su ausencia, y había dicho: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré» (Jn 20, 25). En el fondo, estas palabras ponen de manifiesto la convicción de que a Jesús ya no se le debe reconocer por el rostro, sino más bien por las llagas. Tomás considera que los signos distintivos de la identidad de Jesús son ahora sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto nos ha amado. En esto el apóstol no se equivoca.
Como sabemos, ocho días después, Jesús vuelve a aparecerse a sus discípulos y en esta ocasión Tomás está presente. Y Jesús lo interpela: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente» (Jn 20, 27). Tomás reacciona con la profesión de fe más espléndida del Nuevo Testamento: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20, 28). A este respecto, san Agustín comenta: Tomás «veía y tocaba al hombre, pero confesaba su fe en Dios, a quien ni veía ni tocaba. Pero lo que veía y tocaba lo llevaba a creer en lo que hasta entonces había dudado» (In Iohann. 121, 5). El evangelista prosigue con una última frase de Jesús dirigida a Tomás: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29).
Esta frase puede ponerse también en presente: «Bienaventurados los que no ven y creen». En todo caso, Jesús enuncia aquí un principio fundamental para los cristianos que vendrán después de Tomás, es decir, para todos nosotros. Es interesante observar cómo otro Tomás, el gran teólogo medieval de Aquino, une esta bienaventuranza con otra referida por san Lucas que parece opuesta: «Bienaventurados los ojos que ven lo que veis» (Lc 10, 23). Pero el Aquinate comenta: «Tiene mucho más mérito quien cree sin ver que quien cree viendo» (In Johann. XX, lectio VI, § 2566).
En efecto, la carta a los Hebreos, recordando toda la serie de los antiguos patriarcas bíblicos, que creyeron en Dios sin ver el cumplimiento de sus promesas, define la fe como «garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Hb 11, 1). El caso del apóstol Tomás es importante para nosotros al menos por tres motivos: primero, porque nos conforta en nuestras inseguridades; en segundo lugar, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más allá de toda incertidumbre; y, por último, porque las palabras que le dirigió Jesús nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar, a pesar de las dificultades, por el camino de fidelidad a él.
El cuarto evangelio nos ha conservado una última referencia a Tomás, al presentarlo como testigo del Resucitado en el momento sucesivo de la pesca milagrosa en el lago de Tiberíades (cf. Jn 21, 2). En esa ocasión, es mencionado incluso inmediatamente después de Simón Pedro: signo evidente de la notable importancia de que gozaba en el ámbito de las primeras comunidades cristianas. De hecho, en su nombre fueron escritos después los Hechos y el Evangelio de Tomás, ambos apócrifos, pero en cualquier caso importantes para el estudio de los orígenes cristianos.
Recordemos, por último, que según una antigua tradición Tomás evangelizó primero Siria y Persia (así lo dice ya Orígenes, según refiere Eusebio de Cesarea, Hist. eccl. 3, 1), y luego se dirigió hasta el oeste de la India (cf. Hechos de Tomás 1-2 y 17 ss), desde donde después el cristianismo llegó también al sur de la India. Con esta perspectiva misionera terminamos nuestra reflexión, deseando que el ejemplo de Tomás confirme cada vez más nuestra fe en Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Dios.
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