Nacida en Bedia, pasó parte de su juventud a caballo entre el pueblo
que le vio nacer y Lemoa, donde ha formado una familia y asegura
sentirse muy a gusto. Bego Aristondo recuerda que han existido “dos
Lemoa” y que ese cambio está haciendo que este municipio de Arratia gane
en carácter y solera. Bego colabora en la parroquia, un espacio que en
los pueblos, ha sido algo más que un lugar de culto.Una entrevista de Iker Ugarte en DEIA.
Usted nace en Bedia y se traslada a Lemoa, ¿cómo recuerda el cambio?
-Yo era muy pequeña y seguía teniendo mucho contacto con Bedia.
Más tarde volví a vivir allí, cosas de la vida. Es después de la
juventud, cuando ya me establezco de manera definitiva en Lemoa. Aquí he
tenido a mis hijos y aquí hago mi vida. Ese cambio sí que lo noté más,
en el sentido de que es un pueblo más grande. Pero lo que sí percibo,
sobre todo, son cambios muy significativos en la vida del propio pueblo.
Me habla de dos pueblos diferentes.
-Cuando llegué, Lemoa era bastante viejo, porque en los años
anteriores no se había construido nada. Hubo mucha gente que se fue a
Basauri, Bilbao... Luego, comienza un tiempo en el que se levantaron
muchas casas. Es ahí cuando Lemoa da un giro en positivo. Vuelven los
hijos o nietos de aquellos que tuvieron que irse, vienen también parejas
jóvenes a establecerse gracias a esa oferta de pisos, es decir, da un
vuelco y el pueblo comienza a respirar, a coger fuerzas, tiene otra
pinta.
Vamos, que puede decirse que sin ese cambio no se entendería el Lemoa de hoy en día.
-Totalmente. Ha cambiado todo, y a mejor. Fíjese que la escuela,
durante esos años, se estaba quedando grande debido a la falta de gente.
Sobraba espacio y se empezaron a aprovechar espacios de la propia
escuela para otros usos sociales.
¿Qué tiene Lemoa que no tengan el resto de pueblos de alrededor?
-Sobre todo, diría que las comunicaciones son estupendas. Aquí se
juntan el Ibaizabal y el Arratia, y ya se sabe que donde se unen los
ríos, se une todo.
Entonces habrá buen ambiente.
-Pues es algo que ahora está mejorando mucho, pero ha habido años
en los que la estructura del pueblo no era clara, con la fábrica en
medio, barrios desperdigados... y la verdad es que faltaba ambiente. Es
en los últimos años cuando se está avanzando en ese aspecto, hay muchas
actividades que están ayudando a que así sea.
¿Es abierto el lemoarra?
-Yo diría que sí. Siempre ha sido un sitio de confluencia y de
acogida al de fuera, que venía a trabajar a la cementera y demás. Por lo
tanto, ha sabido recibir a gente, que además se ha integrado
perfectamente.
¿Cómo cree que se ve Lemoa desde fuera?
-Un pueblo amable y con muchas posibilidades. Que deja libertad
de hacer de él tu hogar, o estar más a tu aire. Luego, en cuanto a
servicios hay de todo, te da autonomía. Es un pueblo con muchas
posibilidades y ventajas y creo que así se ve.
Usted es profesora, ¿diría que se cumple esa regla que dice que los niños de pueblo son más nobles?
-Quizás, pero ya no se nota tanto. Sí que diría que hay
diferencias en cuanto a libertad de movimiento. Es decir, los pueblos
dan esa oportunidad de que se junten desde pequeños en la calle, van a
pescar, al monte...
Participa activamente en la parroquia, habrá conocido mucha gente.
-La verdad es que sí. Antes ayudaba con la acogida a los padres
para bautizar a sus hijos, por lo que conozco mucha gente. Además, las
parroquias de los pueblos son mucho más que un lugar de culto. Ahora
estoy ayudando en el tema de los matrimonios. Al final, hay que
colaborar de la manera en la que uno puede.
Lemoa, Arratia en general y las parroquias se están volcando con el drama de los refugiados.
-En la medida de lo posible, sí. Ya se han hecho varias campañas y
somos un pueblo que está abierto al de fuera, al que lo está pasando
mal.
Dígame tres lugares de Lemoa que sean especiales para usted.
-Yo me quedaría con el merendero en Peña Lemona. La zona del
barrio de Larrabiti también es preciosa, con el puente romano y el paseo
de al lado del río hacia Bedia. A pesar de que pienso que habría que
aprovechar más las orillas del río.
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